Belén Viloria

TITULARES DEL FUTURO

Belén Viloria


Como en todo, cuanto antes mejor

17/08/2019

Estos cuatro años hemos vivido, mejor dicho, estamos aún viviendo una situación inusual pero de gran trascendencia, hemos sido llamados a las urnas en nueve ocasiones; desde varias elecciones generales, otras locales, y las europeas, casi nada. Los más jóvenes y recientemente incorporados al electorado han votado en este periodo más veces que muchas otras personas en las últimas décadas. 
Para algunos esta situación es un drama, para otros un verdadero derecho y deber, otros muchos muestran verdadero cansancio, y para otros simplemente no está en su pensamiento ni muestran interés, porque como dicen «la política me da igual» o «es cosa de otros», y muchos de los que dicen esto son jóvenes. 
Sin embargo, situaciones de este tipo en vez de desalentarnos debería animarnos a ser más activos en el pensamiento y valoración de la política, y en los asuntos que nos conciernen a todos. Con esto no quiero decir que todos nos convirtamos en activistas o en expertos políticos, para nada, pero sí que todos deberíamos preocuparnos, informarnos y formarnos sobre lo que nos afecta como individuos y como sociedad, los llamados asuntos políticos locales y globales, al igual que nos afectan los temas personales y familiares. Pero esto no surge por generación espontánea o caído del cielo, como todo, hay que desarrollarlo y ejercitarlo.
¿Dónde y cuándo empezar a desarrollarlo? ¿Hay una edad, momento o entorno adecuado? ¿Se es alguna vez demasiado joven para tratar estos asuntos?. 
Para la activista libanesa Hajer Sharief que promueve los derechos humanos, la igualdad de género y la participación e interés político y es cofundadora de la Fundación Together We Build It, una organización que trabaja con las distintas generaciones para construir la paz, la respuesta es muy sencilla y además la clave no está en los centros educativos, escuelas o universidades, sino en las casas. 
Para ella los padres pueden enseñar a sus hijos sobre «política» dándoles voz y voto sobre cómo se gestionan sus hogares, en forma de reuniones familiares sinceras donde todos puedan expresar sus opiniones, negociar y comprometerse.
Su familia introdujo un sistema llamado ‘Reuniones de Democracia los Viernes’. Todos los viernes a las siete de la tarde, su familia se reunía para discutir los asuntos familiares actuales, facilitadas cada vez por uno de los padres, e incluso anotaban las conclusiones. Tenían dos reglas; la primera hablar abierta y libremente y que a los niños se les permitía criticar a sus padres sin que fuera considerado irrespetuoso o grosero, y la segunda que todo lo que se dijera en la reunión se quedaba en la reunión. Temas tan variados y sencillos como qué comida querían comer, la hora a la que irse a la cama, cómo resolver las peleas entre hermanos, … las cosas más cotidianas de una familia. Al final de cada reunión, llegaban a decisiones y acuerdos, hasta el viernes siguiente. 
De esa manera, en un entorno de confianza, la familia, como si fuera un mini sistema político, aprendían a desarrollar y ejercitar el tener la oportunidad de contribuir al proceso de toma de decisiones e influir en las decisiones que afectarían a sus vidas directa o indirectamente, … al menos durante 7 días.
Un simple pero profundo ejercicio de aprendizaje en edades tempranas de escucha, debate, negociación y construcción de alianzas, que puede ser un buen ejemplo y que, si se ejercitara en todas las familias del mundo, nos podría llevar a una sociedad de individuos; políticos y ciudadanos, verdaderamente comprometidos y dispuestos a tratar los temas de todos, con más objetividad, y un verdadero y firme propósito de aportar valor para el bien común.