Belén Viloria

TITULARES DEL FUTURO

Belén Viloria


Modelos de negocio ‘marino’

11/02/2022

Somos un país afortunado, lleno de riqueza, como decía el chef José Andrés, «el país más rico del mundo» exaltando la riqueza natural y gastronómica de España como lo que es, un país plagado de ingredientes y productos de calidad en «tierra, mar y aire». Estamos prácticamente rodeados de agua, lo que le llevó, además, a decir que «los bancos más importantes de España están en el mar, donde hay criaturas que son riquísimas». Una campaña que ha hecho sentirnos identificados y orgullosos a todos.
Menos del 1% de los océanos de todo el planeta están protegidos. Los estudios científicos recomiendan que al menos el 20% debieran estarlo para, así conservar su riqueza. La lucha frente al cambio climático a veces parece inabarcable e imposible, pero para un país como el nuestro, precisamente, y de manera particular, la protección de nuestros mares debiera ser una de las grandes prioridades, al igual que para la de todos los países del mundo como globalidad, la de todos los océanos. Enric Sala, ecólogo marino español promueve junto a National Geographic, la regla del 30x30 para 2030, 30% de la tierra y 30% de los océanos protegidos para lograr los objetivos de mantener la biodiversidad, el alimento y el carbono.
Hace casi 20 años, Michel André, científico bioacústico, creó en Cataluña el primer laboratorio europeo dedicado al estudio de los efectos de la contaminación acústica marina. Desarrolló el pionero sistema WACS, una tecnología empleada para detectar acústicamente y de forma pasiva a los cetáceos para prevenir colisiones con barcos. A día de hoy, su Fundación The Sense of Silence, ha logrado crear la primera cartografía mundial de contaminación acústica submarina producida por el ser humano, con un doble objetivo; limitar sus efectos, ya que ha demostrado que todas las especies marinas la sufren, y muchas mueren incluso en pocos días, y contribuir a que exista un desarrollo y convivencia de actividades marinas sostenibles.
Más de 10 años han pasado desde que se puso en marcha el Observatorio Submarino Expandible, un proyecto de la Universidad Politécnica de Cataluña  y el CSIC para conocer a tiempo real el estado de la contaminación acústica y de residuos de la zona, los movimientos de los sedimentos o el tránsito marino y además, detectar terremotos y tsunamis. Además en estas semanas, se ha creado el denominado el primer observatorio marino del cambio climático, desarrollado igualmente por el CSIC, y en este caso junto al Sistema de Predicción y Observación Costero de las Islas Baleares, para analizar la evolución del estado de las áreas marinas y evaluar sus tendencias y la creación de sistemas de alerta temprana ante catástrofes climáticas.
Pero nuestros mares son mucho más que eso, se están degradando a marchas forzadas como sabemos, y no sólo son un verdadero sumidero de CO2 y claves en nuestra alimentación, sino que lo son también por la cantidad de empleos y recursos económicos que proporcionan.  Se sabe y está demostrado, por tanto, que las reservas marinas proporcionan beneficios ecológicos, económicos y sociales. Por eso, en España, tenemos no sólo la oportunidad, si no la responsabilidad de ser capaces también de desarrollar modelos de negocio 'marinos' sostenibles que sean un ejemplo internacional, donde la conservación costera sea una combinación de estrategias económicas, políticas y sociales, y ser considerada como una inversión de hoy y de futuro.