Alfonso González Gaisán

No perder ripio

Alfonso González Gaisán


Repoblación

22/07/2023

Uno de los mayores desafíos de nuestra Comunidad, el mayor quizás, es culminar una repoblación en el más amplio sentido de la palabra. Hemos tocado fondo, no podemos caer más bajo en este desplome. Sirvan como ejemplo algunas áreas de Soria cuyos índices de población han caído por debajo de los del desierto.
Las cifras son aterradoras: siete de cada diez municipios cuentan con una densidad de población inferior a los diez habitantes por kilómetro cuadrado. Estos parámetros codifican la calificación de 'desierto demográfico'.
En nuestra Comunidad, la densidad de población es de unos 25,67 habitantes por Km2; una nimiedad frente a los 92 del conjunto de la nación. Valdeprado en Soria se lleva la palma con 0,25 habitantes por Km2 alcanzando la provincia, nada menos que los 8,6.
En nuestra historia esto no constituye una novedad: allá en los inicios del siglo XIX, nada más terminar la Guerra de la Independencia, el Bonaparte diezmó la población de Castilla de forma significativa; por ejemplo Lerma , según cuentan las crónicas, terminó la contienda con unas cuarenta familias, siendo repoblada por vascones.
Esta necesaria repoblación debe ser integral, su incidencia en la población, más que como causa debería recaer como consecuencia; resultaría utópico llevarla a buen puerto si no va precedida de actividad de todo tipo y condición que redunde en la fijación de la población existente e incluso su incremento.
Parece inviable mantener la estructura de asentamiento de la población en nuestra geografía, pero quizás el punto de partida es reforzar la actividad económica de las cabeceras de comarca.
Algunos detalles conducen a la esperanza: algunas pequeñas empresas vinculadas a la industria agroalimentaria han tomado la determinación de asentarse en el mundo rural. También pequeños talleres industriales se hacen notar, pero actúan sin acompañamiento ni dirección; deberían ser auspiciados por planes de gestión de asentamientos industriales formulados por las administraciones, regionales, provinciales o por los propios municipios. Deberían tener la oportunidad de tramitar su ventana de oportunidad de una forma sencilla y ágil, disponiendo para ello de suelo urbanizado. La actividad económica debe actuar como cabeza tractora de la fijación de población sobre el propio territorio que debe disponer de servicios y dotaciones dignos y de calidad, de forma que la vida rural y la urbana no continúen con diferencias tan significativas.
La otra cara de la misma moneda sería el abordaje de este fenómeno en la vertiente natural. Los planes de repoblación forestal son urgentes para recuperar la masa que todos los años perdemos con los pavorosos incendios, el continuo y depredador goteo de actividad humana y la progresiva actividad agrícola.
El paisaje rural ha perdido buena parte de sus recursos de lectura. La agricultura intensiva procedente de las concentraciones parcelarias ha tenido mucho que ver en ello, obsequiándonos con la pérdida de algunos cultivos como pequeños majuelos o zonas de huertos recogidos entre frutales. Incluso nuestras carreteras, caminos, arroyos lavajos, charcas, y cauces se han visto privados de los chopos y otras especies que jalonaban su recorrido y los hacían frescos y transitables en los agobiantes días de calor.
Entre otros beneficios, la repoblación forestal nos ayudaría a reponer las carencias de agua, ya tan perentorias. Con una herramienta bien curiosa: la evotranspiración, proceso que combina, a su vez, otros dos: la evaporación desde el suelo o superficie cubierta por plantas y la transpiración desde las hojas de las plantas. ¿Resultado? El agua líquida contenida en la superficie de la tierra regresa a la atmósfera en forma de vapor. ¿Consecuencia? Incremento de lluvias. La pescadilla que se muerde la cola.
Debemos empeñarnos en repoblar nuestra piel de toro del arbolado que en su momento existió. Las ardillas no se apeaban de los árboles para ir de un mar a otro. Parece ser que Isabel II, con su afán de modernidad confiado al ferrocarril, acortó los desplazamientos atrayendo un notable progreso, aunque solo momentáneo. Pan para hoy, hambre para mañana. Así condenó al olvido al Canal de Castilla, ejemplo de intervención vertebradora del territorio y salvaguarda medioambiental dentro del secarral en que han devenido los campos de Castilla.
La tala de la guía paisajística de nuestros caminos y carreteras en aras de una supuesta seguridad vial ha destruido buena parte de nuestros referentes de ubicación hasta dejarnos desubicados. Todo es reversible; precisamente porque ante existió, puede volver a su pasado y ser repoblado.
Solo me resta recetar para la prevención de los rigores del verano, el fresco natural de la bodega, un buen libro, y tirarse al gaznate un trago largo y alto del porrón. De todo esto tenemos para regalar, adoptemos algún visitante y que se haga residente. La repoblación ha comenzado.