Alfonso González Gaisán

No perder ripio

Alfonso González Gaisán


Hijos del charol

24/02/2024

Buena parte de ustedes queridos lectores se preguntarán ¿de qué va esto? Poco a poco iré facilitándoles las pistas que rápidamente les permitirán identificarlos.
Son un grupo cada vez más minoritario, pues la vida en su puesto de trabajo hace que sus progenitores estén siempre a disposición de cualquier eventualidad que les obligue a colocarse las trinchas y manos a la operación. Oficialmente tienen ocho horas de servicio diario, pero la realidad es que viven en servicio permanente, listos para actuar, en cualquier momento y lugar.
Su hogar, ya señalado como su centro de operaciones, en más casos de los debidos presenta un aspecto deleznable y próximo a la indignidad, tanto por sus condiciones constructivas como por su insufrible habitabilidad. Así viven los 'hijos del charol'. A pesar de estas condiciones, equiparables a las chabolas de etnias y colectivos vulnerables, el ambiente en esta especie de gueto resulta un ejemplo de convivencia y buena armonía, con las consabidas excepciones que se exceptúan a la regla general. Como en cualquier colectividad.
Nosotros -hablo legítimamente en primera persona- 'los hijos del charol', ajenos a los trabajos de nuestros padres, teníamos nuestras pandas y organizábamos desde partidos de futbol hasta canteas o combates a pedradas con los rivales del barrio. En los tiempos a los que me remonto formábamos parte de la estructura urbana de pueblos y ciudades y nuestra vida se desarrollaba con perfecta interacción con el resto de habitantes del barrio. Incluso los locales de ocio eran compartidos por todo el distrito en perfecta armonía. Las fiestas de nuestra Patrona eran jaleadas y bailadas con todos nuestros vecinos.
Como ya habrán adivinado, me estoy refiriendo a los hijos de la Guardia Civil y sus familias, que tenemos nuestras vidas al margen de las 'correrías' o servicios permanentes de nuestros padres, aunque unidas de forma inexorable a su profesión.
El charol de sus tricornios fue, originariamente, el principal elemento disuasorio por su presencia inconfundible, incluso en la noche, gracias al reflejo de la luna. Este estilo luminoso dio paso al tricornio de color verde, fabricado en tela con siroquera de lona para las patrullas rurales.
Los cambios se han sucedido, alcanzando incluso a sus condiciones de trabajo y las de vida de sus familias en los pabellones o viviendas en las casas cuartel. Ni siquiera en la morada se puede perder el carácter militar del cuerpo para preservar el sentido jerárquico y disciplinario. En cambio sus estándares en condiciones de trabajo, sueldos, instalaciones o material, palidecen frente a los de cuerpos de seguridad de las autonomías.
Desde aquí solo pretendo rendir un recuerdo a todos los servidores del Orden y la Ley -como reza su himno- en estos días de necesario reconocimiento de la sociedad civil ante la actitud perversa de la mochufa, que jalea la intimidación de los criminales, hasta superar toda indignidad, con el trágico saldo de pérdida de sus vidas, como rezará en su expediente, en acto de servicio.
Ahora surgen las preguntas.
¿Con qué medios? ¿A quién? ¿Para qué?
Es evidente que los trabajos demandados a día de hoy necesitan algo más que trinchas, cinturón y tahalí. Los medios de que disponen están obsoletos y en clara inferioridad respecto a los de los delincuentes. Parece que esta cuestión es subsanable con más inversión y mejor formación en el manejo de las últimas tecnologías disponibles.
La cuestión más sensible se refiere a los medios personales, pero no a sus números, sino a sus mandos, y a su compromiso en defensa del trabajo de sus números. ¡Qué ironía! Parece que la propia expresión -número- sintoniza con el trato recibido. Los mandos, como miembros del cuerpo, deberían ser más activos en la defensa de las condiciones de trabajo de sus compañeros, visto el resultado de la autoridad competente, que prima por su incompetencia. Su escalafón no está basado en la antigüedad, el principal grado, ni en sus actos de servicio; quizás más en el clientelismo no se sabe de quién.
Los hechos de Barbate y sus correligionarios no pueden repetirse en un estado moderno, si es que lo somos. Los que no lo creen ya han apuntado maneras nada edificantes.
Por los hombres y mujeres del tricornio de charol vamos a rendir un homenaje con una gota de honor. El resto, hasta su vida, ya lo ponen ellos: es su principal divisa.

ARCHIVADO EN: Guardia Civil