Alfonso González Gaisán

No perder ripio

Alfonso González Gaisán


Cachivaches

04/11/2023

Nuestro discurrir por las calles de Valladolid cada vez se hace más complicado a pesar de todos los planes de peatonalización. El espacio urbano ha sido colonizado, o mejor invadido, por todo tipo de cachivaches que hacen más complicado el libre uso del espacio público y el discurrir con un cierto dominio sobre el plano horizontal.
Podemos empezar por la dispersión de las terrazas de nuestros sacrificados hosteleros que, según ordenanza, deben presentar, en lugar visible, plano de disposición de las mesas; algo que parece resistirse a su cumplimiento. Aparcar en zona de terraza puede tener serias dificultades para abrir la puerta sobre la acera donde se ubica la terraza. Además, el mobiliario, en disposición de uso o, incluso, recogido, puede imposibilitar el acceso a la acera, no sólo a quien padece movilidad reducida.
La ordenanza hace mención a la necesidad de presentar un «fotomontaje del elemento a instalar sobre una imagen real de la zona, que permita valorar el resultado final de conjunto». Su presencia en el paisaje urbano, con multitud de morfologías, en la mayoría de los casos de dudoso gusto y soporte de publicidad de bebidas alcohólicas, contribuye sobremanera a la degradación de aquel.
Podemos continuar por los elementos de control de los semáforos, una especie de cacharro de mortero con caja, que preside buena parte de las zonas más visibles en muchos de los cruces regulados por semáforos. Es, sin duda, un elemento del mobiliario urbano que merece mayor cuidado en su formalización.
Según el art. 37 de la Ley de Carreteras, fuera de los tramos urbanos de las carreteras queda prohibido implantar publicidad en cualquier lugar que sea visible desde las calzadas. Ya, y en los tramos urbanos ¿no produce la misma distracción en los conductores cuando el requerimiento de atención es, quizás, muy superior? O ¿va a resultar que como en territorio urbano se concentra mayor número de asediados por la publicidad, la tan preconizada seguridad vial debe ceder la preferencia a la cuenta de resultados de los anunciantes?
Sigamos pasando revista a nuestro mobiliario urbano y detengámonos en la iluminación. Las farolas urbanas responden a una estructura que aúna eficacia y función: son potentes báculos capaces de responder a solicitaciones frente a vientos e incluso a algún que otro impacto pero... un cachivache más, al fin y al cabo, con que desdibujar las aceras, y que ciudadanos poco comprometidos aprovechan como soporte de una publicidad tan pedestre como efectiva, dada su cercanía al viandante. Los pises de nuestros canes, sin que estos merezcan reproche alguno, contribuyen al deterioro de este elemento que, en esta configuración, es una pieza del mobiliario en continua degradación y que bien podría ser sustituida por una farola de fachada e, incluso, colgada (véase calle Teresa Gil).
Y aunque los perros no forman parte del mobiliario, sí merecen una mención: parece necesario, por su incremento poblacional, un sistema de gestión de sus deposiciones que garantice la necesaria higiene de las vías públicas. Esos viajes por todo lo largo y ancho de este mundo (El capitán, tan, dixit) nos muestran modelos a seguir, como los imbornales, con salida vertical incorporada para restos sólidos que conceden la posibilidad de su recogida de una forma sensata. Las calles de Paris son un ejemplo a seguir. Constituye una necesidad imperiosa y parece más sencilla que el imperativo carril bici, también imprescindible. Por cierto, aquí tenemos pendiente la necesidad de aclarar su trazado en los cruces, donde más vulnerable es el ciclista y donde, justamente, desaparece su trazado. Importante laguna en la señalética de ordenación del tráfico.
Destaca, en el actual diseño urbano, específicamente en nuestro Paseo de Zorrilla, el alcorque, que acompaña a buena parte de los plátanos dispuestos en sus aceras. Este elemento, que en su esencia es un hoyo en el suelo para retener el agua de la lluvia o del riego, deviene, por obra y gracia de los 'diseñadores', en pretendido banco (o así parece por su altura, que no por su materialidad). Ahora no pasa de desafortunado contenedor para un arbusto dispuesto en la base del tronco del árbol, de estética dudosa y soporte de las meadas de perros, de cuatro, y también de dos patas. Su deterioro y complicada limpieza hacen necesaria su vuelta a la correcta definición de alcorque.
Una vez más invito a esta reflexión para la regeneración del espacio público como soporte de la vida ciudadana.