Imelda Rodríguez

Punto cardinal

Imelda Rodríguez

Especialista en Educación, Comunicación Política y Liderazgo


El líder de la nieve

27/01/2024

Con aroma a tomillo, mousse de queso Entrepinares y miel de los Montes Torozos. Todo muy vallisoletano. Así es el 'Postre Especial Premios Goya' que acaba de presentar el Ayuntamiento, junto a la Asociación de Confiteros. Mucho mimo podemos ver en las actividades organizadas para acoger la 38 edición de los Premios Goya. Siempre es bueno defender el talento de esta tierra y sacar pecho por sus emprendedores, hosteleros o artistas. Pero es mucho mejor que esto no quede solo en algo puntual. Necesitamos que Valladolid sea más que la suma de sus eventos, que sea capaz de detectar y transmitir su carácter genuino. Una identidad que genere máxima satisfacción a sus vecinos y máxima atracción a los de fuera. Y para eso hay que trabajar sobre su imagen auténtica. Desde aquí se construye la confianza, el mayor propulsor de química social y de credibilidad. Cuando esto sucede, las ciudades crecen en interés y, por extensión, en beneficios económicos, empresariales y sociales. Su liderazgo aparece si tienen habilidad para generar, permanentemente, valor auténtico. Una autenticidad que, por cierto, hay a raudales en una de las películas más nominadas a los Goya (también a los Oscar): 'La sociedad de la nieve'. Aun conociendo la historia, me ha impactado profundamente. Y creo que no soy la única. Hace unos días, terminaba una de las clases en la Universidad explicando a mis alumnos qué es el liderazgo, a través de la hazaña de los supervivientes de aquel fatídico accidente aéreo en los Andes. Y pude comprobar que les impresionó. Creo que narra algo que concita la atención de todas las generaciones, porque expresa cómo los valores humanos son capaces de cimentar un nuevo tipo de sociedad donde, pese a la coyuntura inimaginable más adversa, lo que aflora es solo lo bueno. Donde, pese al horror del hambre, la enfermedad, el sufrimiento, la muerte, el abandono o el miedo, uno puede agarrarse a la fe en sobrevivir, a la generosidad del compañero que se ocupa de curar tus heridas, al que conversa contigo para que saques afuera tus temores, al que abraza tu cuerpo entumecido, al que te acompaña con la mirada en tus últimas horas… Al que utiliza el sentido del humor para animarte, al que cambia sus ideas en favor del bienestar del grupo. Al que te recuerda tu dignidad. Todos fueron fundamentales. Ese es el gran mensaje de liderazgo que nos regalan.
Esta es la sociedad de la nieve, una historia magistral que nos revela lo mejor del ser humano en el peor momento de sus vidas. Nos enseña que los milagros son posibles cuando el hombre se empeña en ellos, cuando la ternura no se detiene, cuando la compasión se impone, cuando se emplea la energía en construir y no en multiplicar el conflicto (casi nada en los tiempos que corren). Cuando se eleva la mirada para buscar una solución, cuando se trata de contagiar ánimo a los que se echan a morir, recordándoles que sus madres les están esperando. Aquel 13 de octubre de 1972 viajaban en el avión de la Fuerza Aérea Uruguaya 45 pasajeros, incluido un equipo de rugby. Solo sobrevivieron 16. Y lo hicieron porque fueron capaces de edificar, en aquellos 71 días y 71 noches, una sociedad del bien dentro de una circunstancia de horror humano. Perdidos, ilocalizables, a más de 30 grados bajo cero, sin alimento, maltrechos y rodeados de una penuria extrema. Allí prevaleció una mentalidad de resistencia, muy propia de los jugadores de rugby, acostumbrados a llevar su esfuerzo hasta el límite, sin desfallecer, para la victoria del equipo. La victoria de todos. Qué importante es este mensaje para comprender el liderazgo decisivo en las organizaciones. Ser líderes auténticos. Como uno de los supervivientes, Nando Parrado, con esa mirada poderosa, quien creyó que, pasados 61 días, era el momento de comenzar su travesía por las montañas, en busca de ayuda (con 45 kilos menos, sin equipo, sin comida, a más de 3.000 metros de altura, atravesando montañas y glaciares). Parecía una especie de locura o de suicidio. ¿O fue una de las manifestaciones de liderazgo más rotundas de la Historia? Entrenaba sus piernas todos los días, esperando el momento adecuado, aguardando al deshielo, motivado por su convicción en lograrlo. De lograrlo por todos. Llevaba algo más consigo, la confianza ciega que en él tenía su compañero de viaje, Roberto Canessa, no tan seguro de conseguirlo, pero que creía en la mirada de su amigo. Y por eso no dejó de caminar. Solo los líderes auténticos consiguen algo así: crear una sociedad del bien, incluso, en medio del horror. La esperanza vence al miedo. Qué maravilloso legado. Los supervivientes de los Andes lo hicieron. No se rindieron. Ocurrió de verdad.