Imelda Rodríguez

Punto cardinal

Imelda Rodríguez

Especialista en Educación, Comunicación Política y Liderazgo


Estirando el chicle

07/10/2023

Hace unos días, la física francesa Anne L´Huillier estaba en clase con sus alumnos cuando le comunicaron que había ganado el Premio Nobel. Después de la llamada, retomó su clase. Qué humildad tienen los verdaderamente grandes. Los que no necesitan hacer ruido para mostrar su brillantez y cuyo único interés es poner su granito de arena para que la sociedad avance. Un día después, los estudiantes, agrupados en los pasillos de la Universidad, aplaudían su éxito. Ella respondía poniendo la mano en el pecho para dar las gracias, entre abrumada y emocionada. Me parece un símbolo perfecto de lo que significa el liderazgo. Y también una lección de vida, porque nuestros jóvenes, entre tanta crispación, necesitan tener presente qué significa el mérito. Y lo necesitan hoy más que nunca, porque esta tendencia política a dar golpes de efecto permanentes, para tener hipnotizada a la gente, no da para más. No hay día que nuestros políticos no nos den la matraca con sus enfrentamientos. Y, cuando ocurre lo contrario, se convierte en noticia, como hemos visto estos días con Juanma Moreno y la ministra Teresa Ribera quienes, después de lanzarse descalificaciones varias durante el periodo electoral, en ese pulso por el agua de Doñana, han llegado a un acuerdo. Si esta cordialidad política resulta llamativa, no cabe duda de que estamos en un momento delicado. 
Esta tendencia a convertirlo todo en espectáculo, a repetir el mantra que dictan los partidos, ha contagiado también el debate sobre el estado de Castilla y León, donde se ha hablado demasiado de amnistía, de Sánchez, de Feijóo, de fascismo y hasta del acoso que sufrió Óscar Puente en el tren. ¿Hasta cuándo van a estirar estos temas?  Ni el presidente de la Junta ni el líder de la oposición se han puesto de acuerdo en nada, solo en mostrarse más distantes que nunca. Sería bueno que Mañueco y Tudanca -así como los procuradores del resto de formaciones- tuvieran presente que la revolución política de este tiempo es el consenso, la alianza, la colaboración entre los que piensan distinto, pero quieren llegar al mismo fin. Esa es una estrategia inteligente para impulsar su liderazgo político y, sobre todo, para el progreso de esta tierra. El debate de la Comunidad era un momento clave para centrarse más en la cortesía y menos en la amnistía. Hablo de la cortesía de presentar más soluciones y menos problemas, con un espíritu de cooperación, que es la forma de hacer política que más convence a los votantes en la actualidad. El debate tenía que haber estado encendido en torno a la situación sanitaria, educativa o rural de lo largo y ancho de este territorio, y no en torno a los reproches. Más cortesía y menos amnistía tocaba en esta ocasión, porque este delicado asunto, cuando llegue, ya habrá tiempo de confrontarlo. Ahora era el momento de mostrar qué se está haciendo y qué se puede hacer mejor. 
A la gente no se la puede someter a un estado de indignación permanente porque tiene consecuencias nefastas, sobre todo, en el ánimo de las generaciones más jóvenes y menoscaba el derecho a la ilusión que tenemos todos los ciudadanos. La opinión pública está cansada de aguantar los aluviones de regañinas entre unos y otros, que acaban solapando cualquier propuesta de mejora. Más soluciones y menos aluviones, eso es practicar la buena política. Y quien piense que pedir moderación es poco menos que ciencia ficción, que eche un vistazo a los casos que demuestran lo contrario. Hay unos cuantos, protagonizados por dirigentes de la talla de Angela Merkel, que gobernó a golpe de concordia.  En definitiva, que un parlamento no puede servir para estirar el chicle, porque la crítica por la crítica está haciendo insostenible la situación política y social de nuestro país, amén del deterioro de la conveniencia que está provocando. Hay un gran hartazgo de tanta superficialidad. Lo advertía también esta semana el escritor Juan Soto Ivars en la mesa de tertulia del programa 'Espejo Público', cuando Susana Griso le invitaba a opinar sobre el trágico incendio en las discotecas de Murcia. Entonces, Soto Ivars se revolvió en su silla -en un arranque de sentido común y valentía- y dijo no ser experto ni en incendios ni en fuego, mientras pedía no hacer sangre con las informaciones. ¡Menudo revolcón de ética! Estaba reclamando responsabilidad o, lo que es lo mismo, actuar de la manera correcta. Eso es, justamente, lo que significa el liderazgo. Por eso hay que dejar de estirar el chicle. Y anteponer los principios a las tácticas vacías. Es tiempo de sensatez porque, como anunciaba otro Premio Nobel, Rabindranath Tagore, tener que dar importancia a cosas que no la tienen, es el verdadero azote de la vida moderna.