Imelda Rodríguez

Punto cardinal

Imelda Rodríguez

Especialista en Educación, Comunicación Política y Liderazgo


El banquete de las consecuencias

29/07/2023

Semana de análisis después de una convocatoria electoral con resultados sorprendentes. O no tanto. La verdad es que es difícil que una encuesta electoral pueda predecir con exactitud qué van a votar los ciudadanos porque las sociedades actuales son ondulantes. Fíjense en cómo ha cambiado el voto, en un corto plazo, a partidos como Vox o Ciudadanos en comunidades como Castilla y León. Hace décadas, era casi impensable que quien sintiera simpatía por un partido modificara su voto sin que mediara un hecho decepcionante grave. Ahora no ocurre así. Son las emociones las que dominan buena parte del proceso de toma de decisiones, algo que se ha multiplicado después de las crisis encadenadas que vivimos. Decía el sociólogo Gustave Le Bon, uno de los mayores expertos en la psicología de las masas, que los hombres se gobiernan por sentimientos y no por ideas. Sentimientos que sean capaces de despertar pasiones, algo más poderoso que los argumentos. Apuntaba también que las masas convierten a sus propios líderes en demonios o héroes según lo que vaya aconteciendo en cada momento. Por eso el pensamiento social actual es inconstante y va modificando su opinión con facilidad, pudiendo amar y odiar la misma cosa en un breve periodo de tiempo. Una visión de mucha actualidad, ante un momento político decisivo de nuestra historia. Estamos a punto de conocer si los partidos políticos de nuestro país van a tomar decisiones a favor del deseo de concordia expresado por los ciudadanos en las urnas o hacen lo contrario.  Porque estos resultados apuntan a la exigencia de un entendimiento entre las distintas fuerzas políticas, algo que incluye también al PP y al PSOE entre ellos. Lo que resultaría inadmisible es que se tomaran decisiones sobre pactos de gobierno en contra del interés nacional. Hay puentes que no se deben cruzar porque no tienen retorno.

De hecho, en estas pasadas elecciones era importante que los partidos supieran hacia dónde se dirigían y con qué compañeros de viaje. Ante esto, el bloque de izquierdas ha conseguido posicionarse mejor como tándem de liderazgo y el de las derechas se ha quedado atascado en la indefinición. Tres han sido las emociones que han orientado el voto: el miedo, la incertidumbre y la simpatía. El miedo de los votantes socialistas a un posible pacto del PP con Vox (lo que hizo que muchos de ellos se levantaran de la silla en la que se quedaron sentados en las elecciones municipales). Un miedo sobre Vox que, en ningún momento, el PP se afanó por eliminar. Le faltó claridad. Al final, Vox ha resultado útil a todos los partidos, a los de la izquierda y a los nacionalistas, para infundir el relato del miedo. A todos, menos al Partido Popular. Por eso la incertidumbre en el bloque de derechas comenzó a dominar el ambiente. No se sabía bien qué podía ocurrir con dos partidos que se necesitaban para gobernar y que, de hecho, ya estaban realizando coaliciones de gobierno en distintas regiones. Pero daba la impresión de que se hacía y luego se escondía. Algo muy diferente al pacto Pedro-Yolanda, que ellos expusieron con optimismo y orgullo. La tercera emoción que ha estado presente es la simpatía, que nace de la percepción social del entusiasmo, la empatía y la alegría. Aquí ha ganado por goleada la comunicación política de los partidos de la izquierda. Todo ello reforzado por esa última semana de campaña donde el triunfalismo del Partido Popular, a tenor de las encuestas, le llevó a dejar de comunicar -y, por lo tanto, de movilizar- frente a un Pedro Sánchez más abatido, que generó ese «efecto del candidato perdedor» que sirvió de estímulo para sus militantes y simpatizantes. El PP subestimó el poder de la comunicación cuando se sintió vencedor y confundió, a lo largo de toda la campaña, la publicidad política con la comunicación política. Por eso debe gestionar mejor la comunicación de la realidad y del futuro, más allá de ese eslogan 'Feijóo o bloqueo'. Los líderes tienen que abandonar las tácticas de campaña y practicar la política como la ciencia del bien común. Los españoles quieren que los partidos sean capaces de entenderse, dejando a un lado el enfrentamiento devastador. Hay que cambiar el paso. Es el momento de buscar una nueva vía para formar gobierno, capaz de recoger la pluralidad de este país, pero sin perder ni un ápice del sentido de Estado. Ahora toca poner todas las estrategias, la inteligencia y la generosidad políticas al servicio de la tranquilidad social. Y conviene hacerlo sin meditas tintas, porque decía el escritor Robert Louis Stevenson que todo el mundo, en un momento dado, se sienta a un banquete de consecuencias.