José Antonio de Santiago-Juárez

Frente al diván

José Antonio de Santiago-Juárez


Mercadeando con delincuentes

17/11/2023

Con ese ritmo acelerado que solo sabe marcar el tiempo, nos acercamos al final de un año tenso y convulso para la política española. Al contrario que en las Bodas de Caná, lo peor se está dejando para el final. El 24 de octubre los partidos perdedores y socios del gobierno en funciones (PSOE y Sumar) firmaron, tres meses y un día después de la derrota que celebraron vehementemente, un pacto para un posible nuevo gobierno que llaman 'de progreso' y que contará con el apoyo de la derecha independentista y corrupta catalana.
Durante la escenificación, muy cuidada, del acuerdo, no aceptaron preguntas de los periodistas. De nuevo, la mal llamada «discreción negociadora» arrinconó a la información y a la trasparencia. Entre las 230 medidas del pacto, no aparece la palabra amnistía, seguramente también fruto de la «discreción negociadora». El acuerdo fue acogido con cierto recelo y rechazo por sus necesarios socios, los partidos nacionalistas, quienes temen una posible invasión competencial. El gobierno de la Comunidad Autónoma de Cataluña lo calificó de papel mojado y Podemos, que forma parte del gobierno en funciones y de Sumar, expresó sus reservas al no conocer el contenido de lo acordado. Como ven, todo muy armónico, brillante, sensato y acompasado.
Que los protagonistas de la firma, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, no aceptasen preguntas es de agradecer en esta verbena de mentiras prenavideñas. Su palabra tiene menos valor que la colección de cuadros de Berlusconi.
El sábado de esa semana, Sánchez defendió públicamente la amnistía ante el Comité Federal Socialista, aclarando que «hay que hacer de la necesidad virtud». Se nos ha vuelto estoico el presidente, yo le hacía más cercano a los epicúreos. Seguramente tiene el yo dividido y, dependiendo de las circunstancias, alterne las dos corrientes filosóficas. La congruencia no es una de sus principales virtudes.
El 30 de octubre, conocíamos que, enviados de Sánchez, entre ellos el número tres del partido, se reunieron afablemente con Puigdemont en el Parlamento Europeo, rindiéndole pleitesía y trasladando que el acuerdo para la investidura estaba encarrilado. La información se acompaña de un video-comunicado mudo realizado y distribuido por el Partido Socialista. Supongo que este hecho también obedece a la «discreción negociadora». Las caras de los emisarios del presidente y el silencio, plomizo y espeso, reflejaban la humillación del Gobierno de España ante el prófugo de la justicia española. El camino de la cesión y la ignominia se hace irreversible. Al día siguiente, en el Palacio del Congreso de los Diputados ante las Cortes Generales, la Princesa de Asturias juró guardar y hacer guardar la Constitución, vestida de blanco con todo lo que significa y simboliza ese color, sometiéndose a la soberanía nacional y pasando a ser la heredera. Además de la posible contraprogramación con la foto de Puigdemont, 57 diputados, tres ministros y seis partidos políticos con representación parlamentaria dieron la espalda a la Corona y a la Constitución, que es con la que tienen el conflicto y la que quieren demoler. Se demostró una vez más que la responsabilidad institucional de algunos parlamentarios escasea o no existe. Nadie les echó en falta.
Después de un discurso vulgar de la presidenta de las Cortes, que es mejor olvidar, y tras el juramento de la Princesa, ésta recibió una de las ovaciones más largas que se recuerdan en el Congreso. Fueron cuatro minutos de aplausos redondos, rítmicos, limpios, compactos, sinceros -quiero creer que de la mayoría de los asistentes-, respetuosos, cargados de unidad y emoción. Quiero pensar que tenía el ritmo y la letra de 'Nunca caminarás solo' que, desde 1963, es el himno del Liverpool F.C. Les animo a comparar el aplauso limpio y de unidad a la Princesa con el silencio humillante y espeso del vídeo mudo de la reunión del PSOE con Puigdemont.
Esa misma tarde, después de que Sánchez prometiese a la futura reina «lealtad, respeto y afecto», en un ejercicio de hipocresía difícil de superar, se cerró el acuerdo con ERC. Lo firmaron el ministro Bolaños y el inhabilitado por malversación agravada y líder de los republicanos catalanes, Oriol Junqueras, en el que, entre otras muchas cesiones, se garantiza, por primera vez, la amnistía.
Desde entonces, el PSOE ha esperado la fumata blanca en Waterloo para conseguir los siete votos necesarios para sacar adelante la investidura y firmar un nuevo acuerdo con un prófugo de la justicia española. Este blanco de la fumata fue sucio y roto (de ruptura), nada que ver con el color del traje de la Princesa.
Puigdemont ha retrasado la firma y burreado a Sánchez, buscando la última foto, que la amnistía sea total, al gusto del consumidor, a la carta, a la medida de los interesados, que nadie quede fuera, que se admita la persecución judicial por razones políticas (el concepto lawfare), que aparezca con claridad la negociación del referéndum, romper con el principio de solidaridad constitucional, la creación de un verificador internacional, cambiar radicalmente la historia del procés y del llamado conflicto catalán, no aceptar ninguna culpa o mostrar arrepentimiento, ni ceder ni renunciar en nada y ser él quien apague las últimas luces de la verbena prenavideña. No para pagarla, eso lo haremos entre todos. Es un asunto de egos y protagonismos independentistas, por ver quién es el que más humilla al gobierno español, especialmente a su presidente en funciones y a la imagen de España en el exterior. La firma se materializó en Bruselas, detrás de una cortina, casi a escondidas, el día de la Almudena. Podían haberla retrasado dos días más haciéndola coincidir con el día de San Martín. Me abstengo de reproducir el famoso refrán.
En plena negociación, la Audiencia Nacional ha imputado al prófugo por posible delito de terrorismo. El presidente de la Generalitat se ha reunido con el Papa, no se sabe si para hablar de Messi o para ofrecerle el puesto de mediador, supervisor, verificador, relator o acompañante, parece que no terminan de encontrar al adecuado. Puigdemont, para no ser menos, ha mantenido un encuentro en Bruselas con el prior de la Abadía de Montserrat, quizás sea para lo mismo.
Cada acuerdo que firman el PSOE y los independentistas montan una mesa, parecen operarios de Ikea, y después realizan una consulta a la militancia. La pregunta que deberían responder es: ¿Cuántos cargos del PSOE dependen de la amnistía?, quizás ahí está la respuesta a todos estos movimientos vergonzosos.
Estamos ante la situación más incierta de las últimas cuatro décadas. El lunes, el PSOE presentó en solitario la proposición de Ley (¿por qué no la firmaron ERC, Junts y Sumar?). Hoy Sánchez será investido presidente. Dentro de nada tendremos un gobierno Black Friday, mercadeado con delincuentes, muy débil, deformado por los fórceps, con serias dificultades para sobrevivir y aunque no guste, es democrático y legitimo. Todavía no se ha partido ni roto nada, aunque la convivencia y la concordia entre españoles está muy dañada. La paciencia en política suele ser buena consejera, la humillación y la indignación se deben detener en las urnas. La calle cada día está más ruidosa, las manifestaciones serenas, pacíficas y ordenadas contra la amnistía son procedentes y legítimas, sin olvidar que la calle es de todos y que hay sitios más adecuados para realizarlas que la sede de los partidos políticos. Mientras tanto, siempre nos quedará el hermano gemelo de García- Page y cantar con la tuna 'Ay Portugal ¿por qué te quiero tanto?'.
P.D: Al PNV le volverán a utilizar como un Kleenex. Tiempo al tiempo.