José Antonio de Santiago-Juárez

Frente al diván

José Antonio de Santiago-Juárez


Con sentidiño

23/02/2024

El pasado 13 de enero, con la celebración de elecciones en Taiwán, se inició una epidemia electoral que, al tratarse de una fiebre de urnas mundial, la convierte en pandemia. Durará todo el año y se realizarán elecciones en 76 países en los que viven alrededor de cuatro mil millones de personas -la mitad de la humanidad-, de los cuales tienen derecho al voto cerca de dos mil millones. Algunos politólogos definen las elecciones como «una guerra civil civilizada» que no siempre es síntoma de una buena salud democrática. El mejor ejemplo de esto último es que una tercera parte de los votantes de este año (cerca de 700.000) no tendrán unas elecciones libres y justas. Lo que sí parece evidente es que algunos resultados podrán cambiar el curso de la historia (EEUU, India, Rusia, Parlamento Europeo…). Mientras las dos guerras escalan, como ocurre siempre que se prolongan, y los desafíos de Putin a la OTAN y Trump invitándole a que intervenga en los países que no gastan lo suficiente en defensa, algunos irán a votar entre tanques y buscando drones en el cielo.
En nuestro país, todavía tomando paracetamol para recuperarnos de la resaca electoral del pasado año, este ardor de urnas se inició en Galicia hace cuatro días, el pasado 18 de febrero. En la precampaña y campaña ha habido de todo: se  llevó a cabo entre la rabia del campo y la caballería de tractores, a los que se han subido los fiscales del Tribunal Supremo y algunos jueces, dos guardias civiles asesinados en Barbate, off the record divulgados, Puigdemont presente permanentemente y para todos, amnistía integral para el que quiera aunque solo sea «para ahorrar trabajo a la justicia», los mejores mítines en las ruedas de prensa del Consejo de Ministros, contactos veraniegos sombríos con los independentistas catalanes, tiros en el pie, granadas de mano sin espoleta en los bolsillos, ensalada de mentiras bien sazonada ya que la batalla de la verdad se perdió hace tiempo e irá a más con la Inteligencia Artificial, el «se sabrá todo» del líder de Junts para emponzoñar más la situación, olvido repentino de los pellets de plástico de la costa gallega de la precampaña que, según algunos, anunciaba un nuevo Prestige y que se fueron con la ola de la crispación, García-Page en el extrarradio socialista pero con mayoría absoluta, Óscar Puente en el exabrupto y Zapatero cada día más místico (terminará dando mítines en un púlpito) y menos socialista, empujando toda la no 'fachosfera' del presidente del Gobierno y en ocasiones con la ayuda de VOX al BNG, 'pontonizando' así la campaña (Ana Pontón es la candidata del BNG), siendo el objetivo de todos el fracaso del Feijoó, el PSOE de Sánchez encantado de perder y conseguir el tercer puesto,  mucho griterío político donde la palabra más repetida ha sido «hipócrita», elogiando a Milei (hay más de 165.000 gallegos en Argentina que pueden votar) y el exministro comunista Garzón pillándose los dedos en una puerta giratoria y culpando a sus camaradas… Como ven, un ambiente idílico. Deberían haber adelantado las elecciones al 14, día de San Valentín.
En esta ocasión las encuestas no fallaron, excepto el CIS de Tezanos. Los últimos tres días de campaña, algunos politólogos y opinadores, especialmente madrileños («donde el deseo viaja en ascensor») y catalanes, empezaron a preparar el entierro político de Feijóo. Veremos cómo se contorsionan ahora para desdecirse, recomponer la figura y qué hacen con las coronas funerarias.
El resultado es bien conocido, ganó Alfonso Rueda de forma aplastante, inapelable, con holgura y mayoría absoluta. Este político gallego de Pontevedra que no hizo caso al consejo de su padre, también político, al recomendarle, «con sentidiño», que no se dedicase a la política por lo ingrata que es. Lo que ha hecho no es nada fácil: resolver el relevo de un hiper liderazgo sin conflictos, ganar por mayoría absoluta en su debut como candidato y combatir contra el sanchismo en bloque. Ha superado en votos a Feijóo. Se ha impuesto en 295 de los 313 municipios gallegos. El PSOE de Sánchez sufre una derrota humillante, una hecatombe, el peor descalabro de su historia y queda como tercera fuerza política. El BNG (nacionalistas de extrema izquierda) obtiene un buen resultado, quedando como segunda fuerza a 16 puntos del PP y 15 escaños. Sumar cada día suma menos en la tierra de Yolanda Díaz y no consigue ningún escaño, ella en Fene, su pueblo natal, solo logra un 4% de los votos (300 votos) y obtiene peor resultado que VOX, ¿se irá a consultarlo con el Papa? Podemos saca menos votos que el PACMA, está consiguiendo rápidamente su objetivo que no es otro que desaparecer. VOX no se come un colín, queda fuera del parlamento al que pretendía entrar subido en los tractores y los pesqueros y, por último, los populistas excéntricos de Democracia Ourensana llegan a Santiago con un diputado. 
La lectura en clave nacional, que los perdedores nunca quieren hacer, deja algunas cuestiones claras: Feijóo consolida, aún más, su liderazgo nacional y su posición en Génova; el PSOE se desangra en las comunidades y pierde prácticamente la vida territorial; el eje periférico soberanista que pretendía Sánchez no se ha producido; se ha roto el mito de que la mayor participación perjudica al PP; la acción del Gobierno de España potenciando la desigualdad de los ciudadanos y los territorios tiene su cuota importante de responsabilidad; los partidos extremistas, de derecha o izquierda, son cada día más irrelevantes y, por último, los dos partidos que conforman el Gobierno (PSOE y Sumar) obtienen un fracaso estrepitoso y piden a gritos un diván. Me temo que ni reviviendo a Freud se enderezará la situación, ya que el presidente está recogiendo los frutos del chalaneo con unos golfos a los que no les preocupa nada el país.
En España nos quedan por delante, como mínimo, dos procesos electorales este año:  el del País Vasco y el del Parlamento Europeo. Se podría animar alguna otra comunidad autónoma que entienda que ha llegado su momento para romper la coalición de gobierno con ultras provocadores que solo aportan tensión gratuita y mala imagen. La receta se la deberían pedir a Alfonso Rueda. 
En el País Vasco todo indica que podrían celebrase en abril, puesto que  si agotan el mandato hasta el 12 de julio se votaría en agosto, lo que no parece deseable por ninguno de los partidos que concurrirán y tampoco ven con buenos ojos acercarlas a las europeas. En el último pleno del Parlamento Vasco, el 16 de este mes, olía a despedida de Urkullu, el 21 de abril podría ser la fecha. El enigma está en el tirón de Bildu y si superará al PNV, a quien aupará el PSOE a la Lehendakaritza. Si yo fuese del PNV empezaría a recoger despachos. Las europeas en España (9 de junio) se convertirán en otro plebiscito sobre Sánchez.
En Cataluña, tan amigos de adelantarlas -llevan 14 años sin agotar legislatura-, se podrían convocar en el segundo semestre del año. La actual legislatura está en coma y todo apunta a que eso puede suceder. Si esto ocurre, será una de las claves del posible adelanto electoral de Sánchez. Demos tiempo al tiempo, todavía hay demasiadas curvas en el camino.