«No hemos logrado que la sociedad reconozca nuestro papel»

Óscar Fraile
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Sonia del Olmo, Manuel Fernández y Lorena San José, profesionales de Enfermería, valoran el contacto diario con los pacientes como una de las cosas más satisfactorias de su trabajo

Sonia del Olmo, Manuel Fernández y Lorena San José. - Foto: J. Tajes

Sonia del Olmo: «No hemos logrado que la sociedad reconozca  nuestro papel»

Sonia del Olmo terminó la carrera en 1995 y desde entonces no ha dejado de trabajar. Los primeros meses, con contratos de sustitución, hasta que consiguió su plaza en la primera oposición a la que se presentó. De hecho, cuando estaba en el instituto ya sabía que se iba a dedicar a una profesión relacionadas con la sanidad. «En COU (antiguo curso de orientación universitaria) ya elegí la rama biosanitaria», recuerda. No le gusta el término 'vocación', pero reconoce que las personas que se decantan por este camino tienen que tener amor por la profesión. «Tengo la sensación de que las nuevas generaciones a veces entran en esto por otros motivos más prácticos, por ejemplo, porque es una carrera que tiene muchas salidas en la que no dejas de trabajar desde el principio, pero, aparte de eso, tiene que gustarte, porque es una profesión dura», señala.

Tan dura que te obliga, en muchos casos, a convivir con el dolor, la enfermedad y la muerte a diario. ¿Cuál es la fórmula para sobrellevarlo? «Hay una parte que son herramientas personales y hay otra de formación», señala. Y lo dice ella, que durante ocho años trabajó en Oncología en Madrid y en Valladolid estuvo en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), dos servicios «en los que la muerte está muy presente». Por eso recibió formación específica sobre el manejo de las emociones, para saber cómo gestionar momentos duros con los pacientes y sus familiares, y también para dejar aparcado el trabajo en el trabajo y no llevárselo a casa. «Es verdad que eso también te enseña mucho, porque te hace valorar muchas cosas, por ejemplo, que en un determinado momento te diagnostican una enfermedad como estas y todo se acaba, esto hace que valores más el tiempo y la relación con las personas que tienes alrededor», asegura.

Del Olmo considera que la parte 'humana' de su profesión es lo más satisfactorio. Entre lo peor está el poco reconocimiento que a veces tienen estos profesionales. «Creo que la sociedad tiene poco claro cuál es nuestro papel, cuando alguien viene al hospital sabe cuáles son las funciones de un médico, pero dentro de la enfermería mete a enfermeras, auxiliares e incluso a veces los celadores», señala.

Pese a todo, tiene muy claro que, si volviera atrás en el tiempo, estudiaría otra vez esta carrera.

Manuel Fernández: «La parte que más me gusta es el trato cercano con el paciente»

manuel Fernández siempre tuvo claro que quería ser enfermero y, de algún modo, seguir una tradición familiar ligada al mundo sanitario. Actualmente es Enfermero Interno Residente (EIR) en el centro de salud de Covaresa. «Desde pequeño me gustó la parte de la enfermería que supone el trato cercano con el paciente», señala. Por eso se está especializando en enfermería comunitaria. «Las personas a las que atiendes pasan casi a ser parte de tu familia, las conoces por el nombre, te preocupas por ellas...», añade. Su cabeza estaba tan centrada desde hace año en ser enfermero que ya conocía con detalle todo lo que se iba a encontrar cuando cambiara las aulas por los centros de salud. «Se han cumplido las expectativas, en el área oeste tenemos una unidad docente que funciona muy bien y en mi periodo como residente estoy encantado», dice.

De entre todas las especialidades que pudo elegir, Fernández se decantó por Enfermería Familiar y Comunitaria, es decir, atención primaria, precisamente por esa cercanía con el paciente que buscaba desde que empezó la carrera. Eligió el centro de salud Covaresa y allí estará durante dos años aprendiendo con una tutora, aunque también tiene rotaciones en hospitales para conocer diferentes servicios.

Otra decisión que tuvo muy clara dentro de su carrera fue la de especializarse. «Cuanto antes lo hagas, antes empiezas a formarte un campo específico; lo bueno de la Enfermería Familiar Comunitaria es que es muy variada, porque en atención primaria el seguimiento que hacemos de los pacientes crónicos te permite ver de todo, desde diabéticos, hasta hipertensos, pacientes con EPOC... y, además, en nuestra especialidad hacemos guardias, tanto en Urgencias de hospital como en atención primaria», explica.

Este enfermero es un entusiasta de su profesión, aunque reconoce que hay aspectos negativos. El más destacado: la inestabilidad laboral. «O apruebas una oposición o, a nivel de contratos, un día te toca trabajar en un sitio, al siguiente en otro...». Tampoco tiene problema en estar dentro de una profesión tan feminizada. «En la carrera tuve un profesor que nos dijo desde el primer día a los chicos que, a partir de ese momento, nosotros pasábamos a ser enfermeras, y a mí no me supone ningún problema», bromea.

Lorena San José: «La presión asistencial ha subido mucho desde la pandemia»

Aunque no tiene antecedentes sanitarios en su familia, Lorena San José también tuvo claro que iba a estudiar Enfermería. «Siempre me gustó la rama sanitaria y esta profesión está orientada al cuidado de las personas, por eso la elegí», reconoce. Cuando terminó sus estudios, en 2011, trabajó durante unos días en Castilla y León, preparó el EIR y se especializó  como enfermera familiar y comunitaria. En 2014 se tuvo que ir a Cantabria para tener más estabilidad laboral, y, luego, a Navarra, donde ya trabajó dentro de su especialidad. Volvió a Castilla y León en 2020, en plena pandemia.

Desde esos días tan convulsos, San José, que trabaja en el centro de salud de Arturo Eyries, tiene la sensación de que la presión asistencial ha aumentado considerablemente. «Cada vez estamos más saturadas porque la gente demanda más atención y hay que ver mayor cantidad de pacientes en menos tiempo», explica. Algo que, según ella, tiene que ver con el aumento de la esperanza de vida y, por ende, del impacto de las patologías crónicas. Esto también influye en los problemas de movilidad y en la necesidad de desplazamientos a domicilios particulares para atender a los pacientes. «Siempre ha habido momentos más complicados, pero yo creo que la pandemia fue un punto clave, desde entonces se nota mucha más presión asistencial», añade. Durante los primeros días de esa crisis ella estaba en Navarra. «Recuerdo el miedo y la incertidumbre porque no sabíamos qué iba a pasar, así que nos iban informando con protocolos cada semana para cambiar nuestra forma de actuar», recuerda. Respecto a la situación actual de la profesión, San José cree que es necesario un incremento de las plantillas de atención primaria, así como dedicar más tiempo a cada consulta y mejorar los recursos materiales. «En ocasiones podríamos utilizar cosas que no tenemos disponibles en las consultas», lamenta.

Pese a esas circunstancias adversas, esta sanitaria considera que lo mejor de su profesión es el agradecimiento de las personas a las que atiende. «Es lo que más me reconforta al acabar el día», asevera. Un reconocimiento que siente que está extendido a nivel social, sobre todo tras la pandemia. «En ese momento se vio que las que tuvimos que afrontar mayores retos fuimos las enfermeras», finaliza.