Las caras de la crisis

Óscar Fraile
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Empresarios y trabajadores de los principales sectores económicos de Valladolid han vivido la crisis de los últimos tres años con situaciones que van desde la avalancha de trabajo hasta caídas bruscas de la actividad

Las caras de la crisis.

Francisco Capellán (constructora Capellán): «La pandemia no afectó demasiado, lo llevamos mejor de lo esperado al principio»

Francisco Capellán, de la Constructora Capellán, reconoce que su sector logró salvar la crisis con más solvencia de lo que esperaba cuando se declaró el primer estado de alarma. «Las obras no pararon casi nada al principio, seguimos trabajando a un ritmo inferior, pero lo llevamos mejor de lo esperado», reconoce. Es más, esta situación contribuyó meses después de declararse la pandemia a que muchas familias acometieran reformas en sus hogares, dado que se vieron obligadas a pasar allí muchas horas. Además, la construcción de vivienda nueva ha mostrado un buen nivel de dinamismo durante estos tres años, en comparación con otros sectores, pese a que en 2022 el número de viviendas de obra nueva visadas cayó un 22,5 por ciento en Valladolid para quedarse en 1.327. «Pero no se ha dejado de trabajar», señala Capellán. Este profesional de la construcción asegura que la reciente crisis de precios de los materiales por la guerra en Ucrania está haciendo más daño que la propia pandemia, aunque ni siquiera esto ha podido con un sector que vive un buen momento. «Este tema ha retrasado proyectos y ha hecho que se tengan que ajustar costes, incluso algunas reservas se han anulado por este motivo, pero la actividad no ha parado». Respecto al futuro, Capellán sostiene que ningún sector puede hacer previsiones a largo plazo. «Hay que ir día a día, con sentido común», concluye.

Ángel García (director general de Industrias Maxi): «Nos hemos ido recuperando y en 2022 ya hemos tenido más pedidos que en 2019»

Idustrias Maxi pudo abrir durante la fase inicial de la pandemia al tratarse de un negocio esencial, encargado de diseñar y proveer de maquinaria a industrias de todo tipo, desde la automoción hasta la alimentación. «Han sido unos años marcados por la incertidumbre, porque la pandemia paró la economía y nosotros vivimos de las inversiones que hacen las empresas», explica el director general, Ángel García. Muchos de los proyectos para los que estaban trabajando por entonces se pospusieron o directamente se cancelaron, así que los empleados tuvieron que entrar en un ERTE y hubo que prescindir de la plantilla temporal durante los años 2020 y 2021. Afortunadamente para esta empresa, su cartera de clientes está muy diversificada. Aunque muchos están dentro de la automoción, que sí que sufrió un parón más prolongado, hay otros, como los de la alimentación que siguieron trabajando a un mayor ritmo, aunque por entonces la preocupación de estas empresas era atender la gran demanda de pedidos y no tanto realizar inversiones. Con el paso de los meses, la actividad de Industrias Maxi se ha normalizado, hasta el punto de que en 2022 ya ha tenido más pedidos que en el último año antes de la pandemia, algo que se verá reflejado en la facturación en 2023. Y todo ello pese al impacto de la crisis energética y la incertidumbre generada por la guerra de Ucrania.

Pilar del Río (médica de familia): «Algunos compañerospasaron de la obligación a la heroicidad durante esta crisis»

Pilar del Río es médica de familia en el centro de salud de Huerta del Rey y, como la mayoría de sus compañeros, recuerda la pandemia como un periodo de mucho trabajo, en el que hubo que conjugar la incertidumbre y la confusión con el miedo, dentro de una situación de cierto caos. «Como decía Mafalda, al principio lo urgente no dejaba tiempo para lo importante», sostiene. Del Río considera que España no acabó de creerse lo que se avecinaba cuando empezaron a llegar noticias preocupantes de China e Italia. Hasta que se dio de bruces con la realidad. «Parece que no nos creíamos que un país civilizado tuviera que volver a tomar medidas medievales... que no fueron efectivas, aunque tuviéramos la fantasía de que podíamos controlarlo», señala. Esta sanitaria también recuerda la falta de recursos que sufrieron en los primeros meses. «No había equipos de protección individual y normalmente tú no envías a un bombero a apagar un fuego sin el correspondiente equipo de protección, porque en una catástrofe lo primero es la seguridad del rescatador», señala. Pero muchos compañeros arriesgaron su propia integridad. «Pasaron de la obligación a la heroicidad», dice. En términos generales, Del Río opina que en la pandemia «se hizo lo que se pudo», porque nuestro sistema sanitario «no tolera la incertidumbre». En lo personal, fueron meses «muy malos», cargados de miedo por la posibilidad de llevar «el bicho a casa».

Rubén Esteban (agricultor): «Los costes nos han subido mucho, el abono cuesta más del doble que antes»

Rubén Esteban es un agricultor de Viloria del Henar que se ha tenido que enfrentar a varias dificultades en los últimos tres años. La primera, la pandemia. Aunque los primeros meses el trabajo no faltaba, sí que se vio obligado a sortear problemas logísticos, puesto que las empresas que trabajaban para él recogiendo la patata y otros productos tenían muchas dificultades para cumplir con sus compromisos. A eso se sumaba la situación personal, con los hijos que no iban al colegio y necesitaban más atención en casa. «Durante un tiempo tuve que levantarme a las dos de la mañana para preparar la patata y la remolacha, porque a las once tenía que estar en casa para atender más compromisos familiares», señala. Además, durante 20 días tuvo que estar encerrado, sin vigilar su explotación, al dar positivo tanto él como su mujer. Este profesional acumula 25 años de experiencia y actualmente siembra cereal, patata, remolacha y legumbres. Una vez superada la pandemia, ahora se enfrenta a una segunda crisis que está siendo más dura para él que la anterior: la del incremento de precios por la guerra en Ucrania. Por ejemplo, asegura que el abono se ha incrementado más del doble respecto a antes de la crisis inflacionista. Y la misma tendencia ha seguido el combustible y las materias primas.

Adolfo Lorenzo (dueño del bar Caycabone y del Selvático): «El primer año perdí más de 50.000 euros y luego la recuperación ha sido lenta»

Como a tantos negocios de hostelería, la pandemia puso contra las cuerdas a Adolfo Lorenzo, dueño del bar Caycabone y del complejo hostelero Selvático, aunque este segundo abrió en octubre de 2021. Su bar estuvo cerrado más de cuatro meses, una situación casi insostenible que pudo salvar gracias a que su casero le tendió la mano cuando más lo necesitaba y le perdonó el alquiler durante todo ese tiempo. «Se lo agradeceré toda la vida», señala. Pese a esta gran ayuda, hay otras facturas que seguían llegando, como la de la luz, y mucha materia prima que hubo que tirar. Según él, las pérdidas acumuladas en 2020 rebasaron los 50.000 euros, una situación que pudo afrontar gracias al salario de su mujer y a sus ahorros. Entre marzo y junio, sus cuatro empleados estuvieron dentro de un ERTE, cobrando el 70% del salario. Superado el año 2020, la actividad empezó a remontar, pero lo hizo de forma «muy lenta» por «el miedo y la incertidumbre» de la clientela. Es más, este hostelero sostiene que a día de hoy la gente todavía no sale entre semana al mismo ritmo que lo hacía antes. El año pasado, ya con el Selvático abierto, el negocio se ha tenido que enfrentar a una inflación desbocada. «Es difícil explicar a la gente que tienes que subir la cerveza, el café o el menú del día porque piensan que lo haces para ganar más, pero nuestro margen neto ha bajado un diez por ciento», explica.

Jaime Curiel (dueño de tiendas Solera y Zapatos Armonía): «Apostamos por la venta 'online' y la facturación de este canal creció un 500 por ciento»

que tuvo que afrontar el comercio durante la pandemia fue tener que seguir pagando el alquiler del local, entre otros gastos, cuando el negocio tenía que estar cerrado. Una situación que afectó especialmente a Jaime Curiel, dueño de la marca Solera, que cuenta con 23 tiendas en todo el país, y de Zapatos Armonía. «Tuvimos que cerrar todas y meter a los 46 empleados en un ERTE», recuerda. Las facturas de luz, agua y teléfono también seguían llegando, por lo que la empresa tuvo que recurrir a los créditos ICO para subsistir. Por entonces, en marzo de 2020, «la incertidumbre era total». El cese de actividad teóricamente duró tres meses y medio, pero en realidad fue más largo. «Cuando abrimos casi no había actividad, la gente no entraba en las tiendas porque había mucho miedo», asegura. No obstante, esta experiencia trajo algo muy positivo para esta empresa: la obligación de apostar por las ventas online. Después de invertir en una serie de herramientas informáticas, y tras un primer mes con pocos pedidos, la facturación en este canal llegó a crecer un 500 por ciento y hoy en día las ventas telemáticas ya alcanzan un volumen similar al de cinco tiendas físicas. «En los últimos dos años la inversión que hemos hecho ha sido muy grande», señala Curiel. La empresa ya ha recuperado las cifras de 2019 y tiene incluso más trabajadores que entonces.

Javier Clares (transportista): «Hemos sido tan determinantes como los sanitarios y el sector de la alimentación»

Las cifras dicen que, en términos de empleo, el transporte por carretera no ha notado la crisis. Es más, su actividad se vio multiplicada durante los primeros meses. Así lo confirma Javier Clares, un profesional con más de 30 años de experiencia que durante esos meses transportó desde azúcar hasta distinta maquinaria. «Respecto a mi trabajo, la verdad es que no hubo mucha diferencia entre la situación previa a la pandemia y la de esas primeras semanas, aunque recuerdo que el panorama era desolador, con las carreteras vacías y todo parado», explica. El cambio más sustancial cuando se declaró el estado de alarma es que tuvo que trabajar con mucha más presión. «Recibía muchas llamadas para interesarse sobre cuándo iba a llegar la mercancía, todo el mundo tenía mucha prisa», sostiene. Ahora, visto con un poco de perspectiva, Clares opina que el papel que jugó su sector durante esos meses «fue tan determinante como el de los sanitarios y la alimentación». Cuando la situación se estabilizó, Clares tuvo que afrontar la subida de los combustibles por la guerra de Ucrania, una situación límite que hizo que el sector se manifestase. «Lo he pasado bastante mal, he estado al límite porque los gastos mensuales llegaron a incrementarse en más de 2.000 euros», explica. Según él, el sector no ha tenido el reconocimiento que merece por parte de la Administración, pero sí entre la población.

Patricia Gordillo (profesora de Infantil y Primaria): «La pandemia hizo aflorar carencias del sistema que todavía no se han resuelto»

El sector educativo tuvo que hacer encaje de bolillos durante la pandemia para seguir haciendo su trabajo con todas las restricciones impuestas. Y en este contexto, las nuevas tecnologías ganaron un protagonismo especial. En marzo de 2020 Patricia Gordillo estaba dando clases en el colegio de Mayorga. «Esto nos pilló de sorpresa, un viernes nos fuimos a casa y el lunes ya no pudimos volver», recuerda. Tras la incertidumbre inicial, comenzó el trabajo a distancia. Tareas que se enviaban por correo electrónico, llamadas telefónicas para comprobar los progresos, fotos de los ejercicios resueltos... mucha improvisación dentro de un panorama que nadie sabía cuánto iba a durar. Para más inri, en un entorno rural, donde la conexión a Internet no destacaba por su calidad. «La pandemia hizo aflorar carencias del sistema que todavía no se han resuelto», señala Gordillo para referirse a la escasa formación que tenían los docentes en el manejo de estas herramientas, un problema que, según ella, se volvería a repetir si llegase otra pandemia. A nivel personal, esta profesora de Infantil y Primaria reconoce que fueron unos meses muy «duros», con mucha carga de trabajo que hubo que compatibilizar con el impacto personal de una situación tan extraña. Aunque también le sirvió para aprender a manejar herramientas que hoy le son muy útiles. Actualmente Gordillo trabaja en el colegio de Mucientes.