La vocación es lo primero

Óscar Fraile
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Orientadores de los institutos de Valladolid aconsejan a los alumnos que se dejen guiar por su pasión al elegir carrera antes que por las perspectivas económicas y laborales o por la presión de sus familias

Alumnos de Medicina en clase. - Foto: Jonathan Tajes

Miedo a equivocarse, presión familiar, dudas sobre las propias capacidades, desinformación... estos son algunos de los factores que pesan sobre los alumnos de Segundo de Bachillerato que tienen que decidir sobre su futuro. En esa etapa de la vida, cualquier ayuda es poca, siempre que esas sugerencias no se conviertan en intromisiones en una decisión que, en último término, debe tomar el interesado. Y para esos existen los diferentes departamento de orientación en los institutos.

Más allá de las consideraciones de cada caso, en lo que coinciden los profesionales que trabajan allí es que la vocación debe estar por encima de cualquier otro factor. Y no siempre es fácil detectarla. «La mayoría tiene dudas, es habitual que te respondan 'no sé' cuando les preguntas qué quieren hacer», señala Jaime Foces, del departamento de orientación del IES Núñez de Arce. Y es normal que no sepan muy bien qué quieren, pero la mayoría de ellos sí que sabe lo que no quiere, y ese puede ser un buen punto de partida. De hecho, la elección de la modalidad del Bachillerato ya dejó entrever por dónde van a ir los tiros.

Foces recomienda apostar por la vocación y no dar tanta importancia a las salidas profesionales que pueda tener una carrera, o al dinero que, supuestamente, se pueda ganar en esa profesión. «Primero tienen que elegir lo que les guste porque... ¿qué sabemos nosotros de lo que va a tener salida dentro de cinco o seis años?».

Evidentemente, también hay que medir las limitaciones (y fortalezas) personales. «Tuve una aluma que estaba repitiendo Segundo de ESO, con siete suspensos, y me dijo que quería ser médico, en ese caso tienes que explicar que es una carrera compleja», añade. Hay que ser realista, y eso no siempre es fácil.

Otro factor importante es tener la personalidad suficiente como para tomar la decisión que uno quiere por encima de presiones externas. Unas presiones que, en muchos casos, vienen del propio entorno familiar. Hay padres que quieren imponer el futuro profesional a sus hijos, ya sea porque consideran que es lo mejor para ellos desde el punto de vista económico, o por mera tradición familiar. Incluso hay casos en los que 'prohíben' a los hijos irse a otra ciudad, una imposición que, según los orientadores, puede ser comprensible si es por motivos económicos, pero no tiene ningún sentido si es por apego o por miedo.

Bien es cierto que, según asegura Foces, la «intromisión familiar» suele ser más frecuente en familias que están mucho más implicadas en la educación de sus hijos, aunque esto no es positivo si se rebasan determinados límites.

Otro de los consejos de los orientadores es perder el miedo a equivocarse. Elegir una carrera y cambiar a otra el primer año es más habitual de lo que muchos piensan. Y no pasa nada. Todo suma. Lo importante es detectar el error y corregirlo, en lugar de dar una patada hacia adelante y resignarse a un futuro con muchas posibilidades de frustración profesional. «Nosotros les comentamos que si el próximo año no están contentos y desean cambiar de estudios, no deben entenderlo como un fracaso puesto que, salvo casos contados, es habitual recorrer un camino de madurez hacia el autodescubrimiento», explica Laura Román, orientadora del colegio El Pilar, quien añade que «por eso, muchos optan por grados generales y luego, pasados los cuatro años, centran sus miras en estudios de posgrado específicos».

Conocerse a sí mismo

Raquel Catalina, orientadora de ESO del colegio Nuestra Señora de Lourdes, opina que es muy importante el autoconocimiento antes de tomar esta decisión. Sobre todo, en lo que se refiere a las capacidades y limitaciones. «A mí puede que me guste mucho la ingeniería aeronáutica, pero es que igual no tengo aptitudes matemáticas y numéricas, y eso tengo que saberlo», dice. Su consejo es detectar la pasión que mueve a cada uno. «Yo digo a los alumnos que piensen que van a ser protagonistas de la próxima serie de Netflix y tienen que decir a qué quieren que se dedique su personaje, qué le gusta, qué habilidades tiene, y de ahí extraer lo que realmente les gusta, porque pensar en una profesión es bastante complicado, ya que ellos no conocen qué se hace en cada una de ellas», señala. Y en este punto, son los departamentos de orientación los que tienen que ponerse a trabajar. Y así lo hacen, con jornadas a las que acuden profesionales de diferentes ámbitos para contar cómo es su día a día y qué han estudiado para llegar allí. «Yo siempre digo a los alumnos que tengan en cuenta sus limitaciones, sus cualidades más fuertes y, por supuesto, sus intereses», añade.

Algunas de las dudas que expresan los estudiantes que recurren a los departamentos de orientación tienen que ver con el prestigio de las universidades a las que quieren ir, el miedo a equivocarse y cómo se tendrán que especializar después de la carrera para dedicarse a lo que quieren.

Para Jesús Niño, del departamento de orientación del IES Arca Real, en Las Delicias, lo más importante para elegir es detectar lo que más feliz va a hacer a cada cual, aunque puntualiza que la labor del orientador se hace «desde el principio», no solo en Segundo de Bachillerato. «Es un proceso en el que también están implicados los tutores, el resto de profesores y las familias», asevera.

Mezcla de factores

Aunque él también apuesta por elegir lo que a cada uno le gusta, también recomienda tener en cuenta otros factores, en su justa medida. «Hay que saber lo competente que eres, en qué hay más posibilidades de trabajo, lo que dice la familia, los amigos, etcétera», sostiene.

Para él, es importante sentirse bien con lo que uno hace, aunque en principio ese camino no parezca ser el más atractivo desde el punto de vista laboral o económico. Y si eso para por optar por una formación profesional, adelante. «No todo el mundo quiere ir a la universidad, algunos prefieren hacer un grado superior», añade.

También aboga por escuchar a las familias, que suelen ser más prácticas que los alumnos, aunque sin dejar de ser consciente de que la elección corresponde al estudiante. «Los chicos hacen más caso de lo que pensamos a los padres, porque son referentes», dice.

Solo uno de cada cinco estudiantes tiene claro qué carrera va a estudiar

Solo el 19% de los estudiantes vallisoletanos de Bachillerato tiene claro qué carrera va a estudiar. Esta es una de las conclusiones de un estudio realizado por la consultora Círculo Formación al término del Salón de Orientación Universitaria Unitour. Los jóvenes que este año se enfrentan a la EBAU lo hacen con un gran nivel de incertidumbre. A los resultados de la evaluación, que determinará si pueden acceder al grado que quieren estudiar, se añade otra incógnita: ¿saben con seguridad los estudiantes qué titulación quieren cursar? El confinamiento y la especial situación educativa (con falta de contacto y carencias de información) que vivieron en sus últimos cursos de ESO y bachillerato ha provocado una situación de desconcierto generalizado.  Un 43% tiene dudas entre tres carreras; un 29%, entre dos. A pesar de que muchos alumnos no tienen claro qué quieren estudiar, el 55 por ciento de los estudiantes encuestados en Valladolid afirma que elegirá su carrera por vocación, mientras que el 37 por ciento tendrá en cuenta las salidas profesionales que le ofrezca su futuro grado. La mayor parte de los jóvenes se ve desarrollando su carrera profesional en una empresa privada (37 por ciento), mientras que a un 33 por ciento le gustaría ser funcionario, y un 24 por ciento tiene pensado montar su propio negocio. Por otra parte, un 6 por ciento de los estudiantes entre los que se realizó el estudio desarrollaría su carrera en el ámbito de una ONG.