La jubilación puede esperar

Óscar Fraile
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El número de trabajadores de 65 o más años se ha duplicado en un lustro en Valladolid para superar los 4.200 como consecuencia del retraso en la edad de retiro y los incentivos para seguir en activo

El arquitecto Diego González, el médico José Luis Almudí y el hostelero Alfonso García. - Foto: J. Tajes

Las calles de Francia han sido un hervidero en las últimas semanas, especialmente el 1 de mayo, por la decisión del Gobierno de retrasar la edad de jubilación de los 62 a los 64 años. En el año 2013, España tomó una decisión similar para alargar la vida laboral hasta los 67 años, aunque es un cambio que se está llevando a cabo de forma progresiva y que estará completamente implantado en 2027. Cada nuevo año, se retrasa dos meses, de modo que en el actual la edad de jubilación está fijada en los 66 años y cuatro meses si el trabajador no llega a los 37 años y nueve meses cotizados. Por encima de esa vida laboral, es posible jubilarse a los 65.

Además, hay que tener en cuenta que el Gobierno ha aprobado una serie de incentivos para que los profesionales alarguen su vida laboral de forma voluntaria. Desde el año pasado los trabajadores pueden recibir un pago único anual que puede ir desde los 4.400 a los 12.400 euros, en función del periodo cotizado y del importe inicial de la pensión. O también se puede optar por un incremento en la percepción mensual cada año de retraso de jubilación que puede ir entre los 24 y los 113 euros.

Todos estos factores han hecho que las personas con 65 años o más que permanecen activas en Valladolid se hayan disparado en los últimos años. Si hace una década eran 1.367, esa cifra pasó a ser 2.217 hace un lustro y, desde entonces, casi se ha duplicado hasta los 4.218 en abril del presente ejercicio, según los datos de la Seguridad Social. Ambas medidas tienen como objetivo avanzar en la sostenibilidad de un sistema de pensiones ahogado por el incremento de beneficiarios, con una esperanza de vida cada vez más larga, frente al limitado aumento de cotizantes y unos índices de natalidad que tampoco hacen prever muchos cambios a medio plazo.

Y parece que el Gobierno tiene previsto seguir con esta política en los próximos años. De hecho, el ministro  de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, ya ha avanzado que el próximo año será crucial para potenciar las jubilaciones parcial y activa. Escrivá aportó más datos en una comparecencia en noviembre del año pasado y dijo que las jubilaciones anticipadas han caído un 12%, mientras que los retiros con más de 65 años habían caído un 7%.

Bien es cierto que, aunque la conocida jubilación demorada ha avanzado muchos en los últimos años, sigue siendo una opción minoritaria. Los 4.218 trabajadores con 65 años o más solo representan el 3,4% de ese tramo de población en la provincia.

Diego González (arquitecto de 71 años): «Mis amigos jubilados no dejan de buscar ocupaciones, y yo ya la tengo: mi profesión»

Diego González tiene 71 años y ninguna intención de jubilarse. Dice que ha tomado esta decisión en parte por necesidad y en parte por devoción, porque él es un enamorado de su profesión. «La crisis nos arruinó a muchos y hemos pasado diez años sin ninguna ayuda de nadie, aunque fue generada por el Estado con su política fiscal», sostiene. Así que ahora toca recuperar el terreno perdido. Pero no solo se trata de una cuestión económica. A Diego le gusta mantener la cabeza activa y aprovechar a esta edad todos los conocimientos y la experiencia acumulada en su carrera, que es mucha. «Estoy rodeado de amigos jubilados que no dejan de buscar ocupaciones, y yo ya la tengo: mi profesión», explica.

Además, a diferencia de la anterior crisis, ahora disfruta de un buen momento profesional junto a su socio Jesús Gigoso. Ambos forman GG Estudio de Arquitectura, una empresa dedicada fundamentalmente al sector residencial. «Hemos tenido suerte y nos ha ido bastante bien, aunque yo veo a muchos compañeros que no pueden decir lo mismo», señala. Por otro lado, González reconoce que el hecho de compartir trabajo con una persona más joven le ayuda a mantenerse en activo. «Si estuviera yo solo, seguramente me hubiera aburrido y no hubiera aguantado tanto» asevera.

Por el momento, los cantos de sirena de pasar a una vida más contemplativa no le seducen. Aunque todavía está por ver si eso sería así al jubilarse. «La verdad es que yo veo a mis amigos jubilados más ocupados que yo, con multitud de cosas que hacer», ironiza. Pero él quiere mantener su mente en su vida profesional y no ocuparse solo «en cosas de la salud». Un aspecto que, por ahora, le respeta y le permite seguir al pie del cañón, aunque tenga «alguna gotera». «Es verdad que la mía también es una profesión que en un momento dado te permite descansar, yo siempre digo que trabajamos cuando queremos, incluso sábados, domingos o por la noche; pero, por otro lado, podemos ajustar los tiempos como queremos», explica.

A sus 71 años, no tiene una edad fijada a la que haya decidido jubilarse. «Hasta que el cuerpo aguante», es su filosofía. Aunque ahora su trabajo es «mucho más latoso», por el incremento de los trámites burocráticos, algo que no tiene nada que ver con la edad.

Aunque ahora está más centrado en el sector residencial, González tiene una vasta experiencia en urbanismo. De hecho, participó en la elaboración del PGOU de la ciudad a principio de los 80 y en la reordenación del barrio de Huerta del Rey.

José Luis Almudí (médico de 67 años): «Me gusta la consulta y me encuentro en plenas facultades para seguir» 

José Luis Almudí podría haberse jubilado a los 60 años, al ser funcionario del cuerpo de facultativos de Asistencia Médica Domiciliaria (APD) y tener tres décadas cotizadas a la Mutualidad General de Funcionarios Civiles del Estado (Muface), pero decidió no colgar la bata blanca por varios motivos. El primero, el amor que siente por su profesión. «Me gusta la consulta, que es lo que estoy haciendo, y me encuentro en plenas facultades para seguir; en el momento en el que yo vea que no soy capaz de dar una respuesta adecuada a las necesidades de mis pacientes, el primero que abandonaré la consulta seré yo», asegura.

Almudí ha hecho todo su recorrido profesional en el centro de salud de Peñafiel, por lo que la vinculación que tiene con sus pacientes es muy estrecha. «Les llevo atendiendo desde hace casi 30 años», añade. Es decir, que hay una relación de confianza muy consolidada, algo que valoran los propios ciudadanos. «La verdad es que eso me produce mucha satisfacción», reconoce.

El sanitario, que es presidente del Colegio de Médicos de Valladolid, tiene ahora 67 años.Es decir, que lleva siete prorrogando su carrera profesional. Lo hace año a año, puesto que lo tiene que solicitar específicamente a la Consejería de Sanidad. «Nunca me planteé jubilarme al llegar a los 60 años, porque estaba en plenas facultades; luego llegaron los 65, cuando ves que algunos compañeros de tu promoción lo van a hacer, y yo me seguía sintiendo motivado para seguir», indica.

Y ahí entró otro factor que reforzó su decisión: la situación en la que se encuentra la Atención Primaria. «Es sobradamente conocido que faltan profesionales, porque no es una especialidad que esté muy arriba en el ranking de elección de los médicos que empiezan su formación vía MIR, de modo que los que se incorporan son insuficientes para cubrir a los que están abandonando el sistema por jubilación, y eso está creando muchos problemas en todas las comunidades», explica. Especialmente en las zonas rurales.

Evidentemente, la parte personal también tiene peso al tomar esta decisión. Almudí reconoce que su familia le suele pedir que dé un paso al lado para descansar y disfrutar de su nieta. «Y a veces me lo pienso, pero respetan mi decisión porque saben que me gusta mi profesión», dice. A Almudí le quedan, como mucho, tres años de vida profesional por delante, ya que a los 70 la jubilación es obligada. Pero, hasta entonces, seguirá disfrutando del contacto diario con sus pacientes.

Alfonso García (hostelero de 67 años): «Como dijo Clint Eastwood, yo siempre dejo al abuelo en casa cuando voy a trabajar» 

El próximo 10 de mayo, Alfonso García, responsable del restaurante Don Bacalao, soplará 68 velas. Y lo hará al frente de un negocio que está a punto de cumplir cuatro décadas dando de comer a los vallisoletanos. ¿Por qué lo hace? Responde con una pregunta: «¿Conoces a Clint Eastwood? Cuando le preguntaron por qué seguía al pie del cañón dijo que dejaba al abuelo en casa cuando iba a trabajar... y yo hago lo mismo», señala. La cita no es exacta, porque Eastwood dijo textualmente en 2014 que él no dejaba «entrar al viejo en casa», pero la filosofía es la misma: afrontar la vida y el trabajo con independencia de la edad que marque el DNI. «Es muy sencillo, pertenezco a una generación formada por personas de la vieja guardia, de los que están constantemente en un negocio y no miran horas porque están a gusto, igual que están a gusto los clientes», asegura.

Para García, el trabajo es un motor de vida. «Hay que estar activo continuamente; si no, ya sabes lo que pasa, te aletargas y envejeces... el trabajo es una forma de vida que todo el mundo debe tener», opina. Bien es cierto que ahora tiene mucha más libertad que antes para llevar el negocio, fruto del colchón económico que ha conseguido después de tantos años detrás de los fogones. Ahora se permite ciertos cierres por descanso, además de que el restaurante no abre dos días y medio a la semana: lunes, martes y parte del domingo. «Mi cuerpo lo necesita, y la gente que está conmigo, también, porque el ocio y estar con la familia también es muy necesario», sentencia.

Pese al entusiasmo, los años pesan. Y más en una profesión que tiene un nivel de exigencia física considerable. «Claro que cuesta mucho más que cuando tenía 45 años, pero a estas alturas ya tienes la cabeza bien amueblada y experiencia, que es la madre de la ciencia, así que ya sabes cuándo parar», sostiene. García no hace planteamientos a largo plazo. Como diría Simeone, partido a partido, y su próximo partido es el Día de la Madre, una jornada en la que volverá a tener lleno el comedor. Y si tuviera cuatro comedores, también los llenaría. Pero es muy consciente de que, detrás del frenesí del día a día, llegará el momento del retiro. Y su ilusión es que alguien tome el relevo de este negocio, aunque sea con otro nombre. Eso sí, es imprescindible que lo haga con un alto nivel de profesionalidad. Alguien que, de algún modo, continúe con el legado que él ha contribuido a construir durante las últimas cuatro décadas.