«El ictus me impidió hasta cortarme las uñas»

Óscar Fraile
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Carlos Pardo pertenece a la sexta parte de la población que a lo largo de su vida sufrirá esta enfermedad. Llegó a estar en coma en 2016 y hoy sigue su lucha por 'reaprender' a vivir

Carlos Pardo, durante una sesión para recuperar fuerza en la mano y poder así volver a escribir como lo hacía antes. - Foto: Jonathan Tajes

Las paredes de la sala de terapia ocupacional donde acude puntualmente Carlos Pardo los martes y los viernes  regalan lecciones de vida. ‘Limpia tu mente del no puedo’, dice un austero folio para recordar a los que acuden al centro Ictia de Aspaym que rendirse no es una opción. En estas instalaciones trabaja la unidad especializada de rehabilitación de daño neurológico, donde se atiende a personas que padecen alteraciones sensoriales, motoras, cognitivas, emocionales, sociales y comunicativas a consecuencia de algún tipo de daño cerebral. Y el ictus es el más frecuente. De hecho, según la Sociedad Española de Neurología (SEN), una de cada seis personas sufrirá este problema a lo largo de su vida. Por eso cada 29 de octubre se celebra el Día Mundial del Ictus, una jornada para concienciar a la población de la importancia de actuar con rapidez ante estos accidentes y para reclamar recursos públicos que mejoren los procesos de recuperación.

A Carlos le tocó el 19 de septiembre de 2016. Sin avisar, como llegan la mayor parte de los accidente cerebrovasculares. Estaba sentado en una silla preparando una visita que tenía que realizar al día siguiente junto al director comercial de la empresa en la que trabajaba, dedicada al sector de la calderería. «De buenas a primeras dejé de tener fuerza en la pierna y en el brazo», señala. Intentó levantarse y comprobó asustado que no podía, aunque acertó a llegar a tumbarse. Lo siguiente que recuerda es que se despertó en una habitación del Hospital Clínico Universitario, de la que no salió hasta diez días después para ir al Río Hortega, donde pasó otra semana. Si sabe que fue el Servicio de Emergencias 112 el que le trasladó, es porque se lo ha contado su mujer, que fue la que llamó, no porque él lo recuerde.

Este fatídico lunes Carlos comenzó su otra vida. La de empezar a recuperarse de las secuelas del ‘latigazo’, que afectaron a la parte derecha de su cuerpo y le dejaron en coma inducido. Y sin perder un minuto. Salió del hospital un viernes sentado en una silla de ruedas y el lunes ya tenía cita para empezar el tratamiento en el centro de salud de Arturo Eyries.

Como le sucede a la mayor parte de las 120.000 personas que cada año sufren un ictus en España, el trabajo diario con los fisioterapeutas fue dando sus frutos en pequeñas dosis. Cada conquista de lo que el ictus le había negado era un motivo de orgullo. Esas pequeñas cosas a las que uno no da importancias hasta que no puede hacerlas. Abrocharse un botón, cortarse las uñas o planchar. «Era algo que a mí me relajaba mucho», recuerda Carlos, nacido en Barcelona, pero residente en Valladolid desde hace más de medio siglo. Ahora ya ha recuperado esa habilidad y otras muchas para hacer las labores domésticas. «Al principio no podía ni fregar unos vasos», añade. En estas circunstancias, su carácter optimista y luchador es la mejor medicina: «hay que tirar hacia delante, salga el sol por donde salga».

volver a manejarse solo. Recuperar el mayor grado de autonomía posible es el principal objetivo que persiguen los afectados por un ictus. Carlos, por ejemplo, ya es capaz de ir en autobús al centro de Aspaym donde le están tratando. Unas instalaciones que han sido una bendición para él. «No solo por la labor de todas las profesionales, también por su trato personal», señala. El de Natalia, su fisioterapeuta, y el de Elena, terapeuta ocupacional. La primera le ayuda a recuperar movilidad en brazo y pierna y la segunda, a ‘aprender’ de nuevo a hacer las pequeñas cosas, como doblar una toalla o escribir.

«La parte de terapia ocupacional está orientada a las actividades de la vida diaria, para que puedan recuperar al máximo su vida anterior», explica Marta Sanz, fisioterapeuta en Ictia. Esta profesional explica que Carlos tiene una hipertonía muscular en el brazo que no le permite relajarlo. Una de las múltiples sintomatologías asociadas a los ictus.

La recuperación en el centro de Aspaym es consensuada. Pese a que los pacientes reciben toda la información de los profesionales, ellos pueden decidir si quieren enfocar más el trabajo en la recuperación de una parte de la movilidad de su cuerpo. Eso sí, siempre con el visto bueno del personal del centro. Carlos se dejó aconsejar por ellos y su evolución ha sido más que positiva. Antes de empezar una terapia para ‘reaprender’ a escribir, reconoce que entre sus objetivos a medio plazo está volver a conducir. Vista su fuerza de voluntad, solo es cuestión de tiempo.