Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Hay Gobierno

20/11/2023

Todas las veces en que estos días he tenido que opinar sobre el resultado final del proceso de investidura y la formación del Gobierno, y han sido muchas, he dicho lo mismo. Que está bien que haya Gobierno, que el que se ha formado es inequívocamente legítimo, ya que tiene el respaldo mayoritario del Congreso de los Diputados, que es donde está sentada la representación de los ciudadanos elegida en unas elecciones libres; que también está bien que se haya evitado una repetición electoral, que nos hubiera tenido en tensa campaña política hasta mediados de enero, Navidades incluidas, seguida luego por proceso de investidura, de incierta duración en virtud del resultado que se produjera; que incluso está bien que en el contexto del debate de investidura hayamos conocido con más detalle aspectos de las propuestas políticas de cada uno, que tal vez hubiéramos debido conocer antes de las elecciones.

También he dicho que este grado, cierto y verdadero, de satisfacción relativa no me impedía manifestar preocupación, como ciudadano, por la situación que percibo en nuestro país. En parte no es nueva; la creciente polarización viene dominando el panorama de la política española desde hace ya tiempo. Pero en esta etapa más reciente esa polarización se ha radicalizado de forma notable. Los factores son bastante visible: el resultado electoral y la obvia frustración del principal partido de la oposición, que no alcanzó objetivos que consideraba cantados; la forma en que se han desarrollado las negociaciones para configurar una mayoría plural y variopinta, las materias afectadas, especialmente la amnistía, los sujetos intervinientes, especialmente los partidos independentistas; y otras circunstancias más.

Contemplo y recibo múltiples testimonios de esta preocupación que comparto. Es como si todo ese proceso político haya bajado hasta la sociedad, causando una fractura bastante profunda y expandiendo fogonazos de odio. Y no son solo esos estallidos de violencia, acoso o insulto, absolutamente condenables y visiblemente minoritarios. Es un clima más amplio de mal cuerpo y de mala sensación, por lo acordado, por lo hecho y por lo que pueda venir a la vista de la posible precariedad de la mayoría formada.

Toca, pues, sosegarse y observar. De momento, no hay otra.