Los ciudadanos son soberanos a la hora de elegir cuándo y dónde realizar sus compras. Este es uno de mis principios básicos, basado sobre todo en la libertad de los consumidores y de los comerciantes. Según publicamos este fin de semana en El Día de Valladolid son más de siete de cada 10 vallisoletanos los que acuden a las grandes cadenas de supermercados en detrimento de unos establecimientos de proximidad, las denominadas tiendas de barrio, cuya supervivencia está en peligro si no cambian de rumbo y se acercan a las necesidades o hábitos de los consumidores. La situación es clara y lo ve cualquiera que tenga ojos: cada vez abren más medianas o grandes superficies con amplios horarios, que ya en algunos casos traspasan la medianoche (Alcampo del Mercado del Val) y casi siempre hay una buena afluencia de clientes.
Este debate siempre genera polémicas y los defensores del pequeño comercio defienden, muchas veces, la prohibición como medida de supervivencia. Pero, en mi modesta opinión, se equivocan. Las tiendas de barrio deben buscar su futuro en la adaptación a sus clientes. Quizás su horario de apertura no deba limitarse al denominado horario comercial y sí ajustarse a los tramos que mejor vengan a las personas de su entorno, quizás deban poner en marcha servicios como la compra por whatsap o llevar el pedido a casa… seguramente cada uno tenga unas exigencias por parte de sus clientes, a quienes deben facilitar la vida y poner las cosas más sencillas. Es su única opción, dado que en precios es inviable poder competir con las grandes cadenas de supermercados.
Todos debemos ser conscientes de que vivimos en el siglo XXI, un momento en el que la tecnología es protagonista de casi todos los aspectos de nuestra vida. No se pueden poner puertas al campo y es complicado querer limitar los horarios de apertura de los supermercados, grandes superficies o comercio en general cuando cualquier persona puede tornarse consumidor y comprar cualquier producto a cualquier hora a través de internet. Esto cambia nuestro paradigma como clientes y también debe cambiar el de las empresas del sector de distribución, que deben amoldarse a los nuevos hábitos, horarios y costumbres de los clientes. Craso error los que defienden que son las personas los que deben acoplarse a los horarios de apertura… no les auguro un buen futuro.
No es sencillo ni tampoco bueno que los pequeños comercios de barrio, con una clientela fija y fiel, desaparezcan, pero cada vez existen menos y la tendencia no parece que vaya a revertir en los próximos años. No existen soluciones mágicas ni decisiones seguras, pero lo que es claro es que algo tienen que cambiar, continuar haciendo lo mismo que hasta ahora solo les va a llevar a un precipicio del que no podrán salir, pues no podrán competir en precios ni en horarios. Hay ejemplos de establecimientos que están logrando hacerse un hueco en este sector de la distribución (alimentación, droguería, etc), y que normalmente están regentados por empresarios de otras nacionalidades (chinos, pakistaníes, etc) que mantienen amplios horarios de apertura e incluso lo hacen en domingos y festivo.
Nadie está obligado a tomar medidas que no le supongan un beneficio personal o empresarial, pero todas las decisiones tienen consecuencias. Soy consciente que el hecho de abrir hasta las doce de la noche o de hacerlo domingos y festivos no es la solución para todos los negocios, cada uno tiene que conocer a sus clientes y satisfacer sus necesidades. Ése es el secreto del éxito de cualquier emprendedor y ahí se juega cada uno su futuro. La situación económica tampoco ayuda, pues en un momento de alza de precios y de inflación, los ciudadanos priorizan los precios por encima de otras circunstancias e incluso muchas veces por delante de la calidad.
Más allá de lo que cada uno pueda hacer con su negocio, creo que calidad y servicio son las dos fórmulas para poder resistir el embite de las grandes cadenas de supermercados.