Valladolid celebra la llegada del solsticio de verano con la hoguera de San Juan en Las Moreras y lo despide prematuramente con las fiestas de la Virgen de San Lorenzo. Estos diez días de celebración y reencuentro tras las vacaciones son para muchos el último desahogo antes de volver a la dura rutina de los horarios laborales. 
El nuevo curso empieza con muchos propósitos, pero sobre todo con muchos deberes pendientes por parte de los responsables políticos. El nuevo equipo de Gobierno municipal, que se estrenó a mediados de junio, ha tenido dos meses de calentamiento y la alfombra roja de una programación festiva sin incidentes y con buenos resultados. Además, se agota el plazo de cortesía de cien días que se acostumbra a dar a los nuevos gobernantes antes de evaluar críticamente su gestión y comenzar a exigir acciones más que promesas. En el caso de la capital, el alcalde ha ido adelantando los pasos para ejecutar algunos de sus compromisos, como los cambios en movilidad y retomar el proyecto del soterramiento. Los primeros, para eliminar algunos carriles bici y parte del carril bus, están resultando más complejos de lo que inicialmente se esperaba porque requieren de una tramitación administrativa. Aunque el compromiso que seguro que dará bastantes quebraderos de cabeza será el de conseguir soterrar las vías. No solo hay que desandar un complejo entramado de decisiones administrativas y políticas. También hay que esperar a la constitución del nuevo Gobierno central, que se dilatará, como mínimo unas semanas. De momento, hay más incertidumbres que certezas. 
Lo mismo sucede con los grandes proyectos empresariales que se iban a asentar en la capital y de los que desde hace meses hay un apagón informativo. Son muchos puestos de trabajo los que están en juego y es necesario despejar dudas porque si finalmente alguno de ellos se frustra obligará a barajar nuevas alternativas para garantizar el desarrollo económico de la capital. 
Pero en la agenda municipal hay muchas decisiones que tomar y que resultan básicas para el funcionamiento de la ciudad y el bienestar de los ciudadanos. En la gestión diaria de un ayuntamiento resulta casi tan importante atender los detalles más nimios, como el bacheado de calles o cambio de bancos, que organizar las mejores fiestas.