Alfonso González Gaisán

No perder ripio

Alfonso González Gaisán


Pequeños detalles

09/06/2023

Ahora que está de moda cambiar la indumentaria de nuestros edificios por aquello de la eficiencia energética, todos, pero sobre todo los técnicos, deberíamos aprovechar esta oportunidad que nos brinda la actualidad.
La construcción, algo que en nuestras escuelas de arquitectura a veces se define de forma peyorativa como un ejercicio profesionalista, debería ser protagonista del hecho arquitectónico. A veces esto se expresa en pequeños detalles que pueden salvar un proyecto dudoso o, a sensu contrario, pueden condenar un proyecto ejemplar desde su hecho proyectual hasta su materialización física.
Dar una respuesta profesional a las exigencias planteadas por nuestros clientes debe ser siempre un objetivo, que entraña un atractivo desafío. El maestro Campo Baeza en 'La idea construida' nos da una pista de cómo afrontar este reto y casi cualquier otro: la calidad de la construcción como respuesta necesaria a la mayor inversión vital del ser humano, su casa.
En este proceso colectivo, el arquitecto, una vez alumbrada y construida su criatura, la pone a disposición de sus moradores, iniciando así una etapa de puesta en sociedad de la máquina donde vivir, dándose la paradoja de que este país -sus administraciones, para ser más precisosuno de los más regulados en materia de ordenanzas, se acaba poniendo de perfil, haciendo dejación de sus funciones. Sólo hay que levantar la mirada para contemplar las tropelías cometidas amparadas por un principio equivocado, ese que, de hecho y de derecho, permite al propietario, sólo por el hecho de serlo, maniobrar a su antojo. ¿Ejemplos del dislate? A patadas: carpinterías con divisiones y colores a la carta, colocadas de cualquier forma; terrazas cerradas a discreción; equipos de aire acondicionado; antenas parabólicas...
Se hace muy necesario aplicar nuestra nutrida legislación al respecto de forma que la ciudad mantenga una imagen más personal y menos anacrónica. Debería ponerse coto al 'tuning' urbano, con una ITE más activa, del mismo modo que los vehículos pasan su ITV, por seguridad y por sentido de la estética.
Una de las grandes metas de este reto arquitectónico, si no la mayor en estos tiempos, sería lograr una envolvente del edificio capaz de rebajar hasta la mínima expresión la demanda de energía. En este empeño la carpintería es el elemento más determinante por su condición de gran tamiz de trasvase de energía, en ambos sentidos, entre interior y exterior. Debería ser diseñado y ejecutado con los mayores índices de eficacia, tarea dificultada por el hecho, no ajeno ni baladí, de ser un elemento de propiedad privada en su interior y manifestación pública al exterior.
Pero volvamos a proponer con mieles y no con hieles.
Sería factible una oficina municipal que atendiese estos casos de una manera tutelada y rápida de forma que las figuras determinantes del proceso se vean respaldadas por la acción administrativa.
Un presidente de comunidad implicado sería un preciado bien social. Su capacidad para persuadir a sus vecinos de los beneficios que implica invertir en su patrimonio más preciado, y conseguir una revalorización tan necesaria en edificios que ya han cumplido la cincuentena y empiezan a manifestar sus achaques, allanaría mucho el camino. Los moradores serían los grandes beneficiarios de las mejoras de confort y calidad de vida.
La administradora de fincas sería un complemento ideal en su capacidad para establecer unas derramas asequibles para todos y facilitar su financiación.
Por último, el arquitecto, sobrevenido a la causa, bien podría definir y gestionar un proyecto de revitalización de la imagen de la fachada, con el fin último de conseguir una envolvente que, además de eficiente, dote al edificio de una imagen más uniforme, con sus carpinterías iguales, y abriéndose a la posibilidad de cerrar sus terrazas de modo armónico. Además deberá definir con toda la meticulosidad requerida las partidas de los trabajos a realizar.
En colaboración con el arquitecto el aparejador, pieza clave en el control de ejecución y en el establecimiento de un programa de trabajo además de un protocolo de actuación para proceder con una casuística ya prevista en las intervenciones en los ámbitos privados.
Sería una oportunidad, otro tren que nuestra ciudad no debería dejar pasar, para recuperar e incluso mejorar su imagen urbana; y muy especialmente en esos barrios cuya imagen demacrada no está a la atura de sus nombres placenteros.
La regeneración de lo construido hasta la transformación de la ciudad en una gran zona verde de relación humana, trufada de espacios públicos más amables y lúdicos, podría ser la principal fuente de trabajo de los profesionales mencionados, con el corolario de implicación y fidelidad que eso supondría.
Vamos a implicarnos todos. Es una cuestión que atañe a buena parte de la sociedad civil, que debe reaccionar ante estas posibilidades para conseguir la ciudad eficiente que vengo reivindicando, respondiendo al importante desafío que se nos plantea. Manos a la obra.