Una logia al descubierto

D. G. ROJO (ICAL)
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La Indivisible 51 de Valladolid, la única organización masónica en Castilla y León,abre las puertas de su taller, dedicado «al conocimiento del individuo y del mundo»

Logia Masónica Indivisible 51 de Valladolid. - Foto: Ical

La mayoría de los viandantes que pasa a diario por delante de un local con cortinillas y una persiana metálica en la puerta, ubicado en uno de los barrios obreros más humildes de Valladolid, difícilmente podría intuir que está delante de una verdadera logia masónica en activo, la Indivisible nº 51, la única existente en Castilla y León de las adscritas a la Gran Logia Simbólica Española, y en la que, lejos de conspiraciones, secretos templarios o trucos de magia, se «enseña a pensar» y a llegar, en la medida de lo humanamente posible, «al conocimiento del universo y del mundo a través del propio autoconocimiento», tal y como sostiene su actual presidente, Óscar Rivero.

El ‘Venerable Maestro de la respetable logia Indivisible nº 51’ (para los masones, la correcta terminología es tan importante como el escrupuloso seguimiento de su ritual) explica con sencillez y sin afectación que las logias son «un foro para hablar de determinada manera con personas lo suficientemente tolerantes como para escuchar sin criticar, argumentando sus opiniones».

«Sabemos dudar de todo, empezando por nuestro propio pensamiento. Aquí no hay exaltados», añade el presidente de la logia vallisoletana, vestido de paisano, sin el traje, la corbata ni el habitual mandil que llevan hombres y mujeres en las ‘tenidas’, término con el que definen las reuniones que mantienen en la sala principal de su taller, llena de símbolos.

Óscar Rivero, venerable maestro de la Logia Masónica Indivisible 51 de Valladolid.Óscar Rivero, venerable maestro de la Logia Masónica Indivisible 51 de Valladolid. - Foto: Ical

De hecho, si alguien se detuviera a observar por entre las lamas de esa persianilla metálica que les separa de la calle podría reconocer las herramientas básicas del albañil, ‘maçon’ en francés, desde la Edad Media: el martillo y el cincel, el compás, la escuadra o el nivel... No en vano, los constructores de las catedrales más importantes de la cristiandad fueron también los creadores de la masonería original, la denominada como operativa, cuyos miembros adquirían más y más conocimientos sobre su profesión según ascendían de nivel: de aprendiz a compañero y, finalmente, a maestro, los tres grados que se mantienen, tal cual, en la actualidad.

Conceptos. «Nuestros rituales han sufrido pocas modificaciones a lo largo de los siglos. Sólo ha cambiado lo que tiene que ver con la forma de hacer entender el lenguaje. Lo sustancial permanece desde 1717», cuando la masonería especulativa nació en tierras británicas, apunta Óscar Rivero, quien se gana la vida como «aprendiz de empresario», tras tener que abandonar forzosamente el puesto de directivo que ocupaba en una empresa.

El ritual y los símbolos son dos de las cosas que deben manejar con soltura los aprendices. Así, el ojo que todo lo ve simboliza al «gran arquitecto del universo», la «idea de lo suprahumano» para los masones, quienes aceptan cualquier credo religioso, siempre que no sea «extremista», o ninguno. El ojo se enmarca en un triángulo, cuyos lados representan «la libertad, la igualdad y la fraternidad», los mismos principios que inspiraron la Revolución francesa o a los padres de la patria de Estados Unidos -todos masones- para separarse de Gran Bretaña y redactar una constitución encabezada por las palabras ‘Nosotros, el pueblo’.

En el taller, el «lugar» donde se reúnen físicamente los masones, también están presentes las constelaciones y los signos del zodiaco como recreación «del universo»; la espada, emblema de «la caballería»; la granada, cuyas «semillas tienen una capacidad generadora» y encarnan «la unión entre masones»; el ‘menorah’ o candelabro judío de siete brazos, que es «la luz»; la Biblia cristiana, «la tradición»; o una piedra sin tallar y otra tallada, el proceso de la adquisición de conocimientos, de la construcción del individuo.

Sala de la logia Masónica Indivisible 51 de ValladolidSala de la logia Masónica Indivisible 51 de Valladolid - Foto: Ical

Las tres columnas. Los aspirantes también deben reconocer, en el centro del salón de reuniones, las tres columnas, alegoría de «la sabiduría, la fuerza y la belleza», virtudes que «las obras más completas» deben atesorar, precisa Rivero.

Todos estos símbolos, y muchos más cuya profunda explicación llenaría varios reportajes, son básicos en el ritual que los hermanos ofician hasta en su letra más pequeña en las tenidas y que pasa por respetar el turno de palabra o por moverse siempre de una determinada manera, la de las agujas del reloj, sobre un suelo de azulejos blancos y negros en damero. El objetivo, alejado de la parafernalia «mística» de películas de Hollywood es que «todo esté mecanizado, salvo la mente y el pensamiento», es decir, que a fuerza de repetir los mismos gestos, la persona se libere de lo que le rodea y se centre únicamente en sus ideas y en las de los demás.