José Antonio de Santiago Juárez

La Cencellada

José Antonio de Santiago Juárez


Plaza Mayor

15/09/2023

Los estudiosos de Valladolid garantizan que tenemos la más antigua Plaza Mayor rectangular, cerrada y con soportales de España.  Ya sea por su antigüedad o por su sobriedad elegante, a mí, solo su luz me aumenta las endorfinas.
Para sentirla, es necesario pisarla, por eso no me atrae nada su reciente replica en metaverso. Cuando la cruzas o la paseas vacía, cosa nada fácil, te inunda su silencio rasgado 'semanasantino', sus ruidos y bullas navideñas, sientes el latir acelerado de las calles que desembocan en ella y se muestran ansiosas por verla, presientes las calles de oficios que convergían allí en el pasado y si tienes imaginación, hoy día de consumo no preferente, y buen olfato puedes oler el humo del incendio de 1561.
Escribo esta columna un día de labor para todos menos para los que pasan 'los lunes al sol' y para los que dedican su tiempo a hacer un seguimiento de las obras públicas sin ser concejal o técnico de urbanismo. Lo hago desde una de sus terrazas, con un tinto de la Ribera, contemplando el placer de dejar pasar el tiempo y viendo cómo la cruzan los mismos a las mismas horas, las campanadas del reloj parece que les anuncian y señalan. Llevan, como casi todos, sus miedos y penas en la mochila. Ahora las hay grandes y a buen precio. Allí mismo te puedes hacer con una de falsete.
Del edificio del Ayuntamiento, que desentona con el resto, entran y salen concejales. Algunos, con cara de estar pasando frío, buscan con mirada lánguida un saludo afectuoso, pero se han vuelto trasparentes para casi todos. Es la magia de la política, unos cuantos votos de menos te hacen invisible. Algunos lo son, aunque les sobren votos, también esto es magia. No sigo que me estoy viniendo arriba.
Con las líneas de hoy solo pretendo dar voz, incluida la mía si no les parece mal, a algunos vecinos que no comparten que nuestra Plaza Mayor esté ocupada por eventos prácticamente todos los meses del año, excepto agosto, siendo algunos poco atractivos y de dudosa calidad y otros podrían tener una digna ocupación en otros espacios. Los responsables políticos municipales deberían revisar los acontecimientos que se realizan en la Plaza anualmente, separar el grano de la paja y tomar una decisión sobre este asunto. Ya metidos en harina, podrían pensar en algo verde, no me refiero a los jardines colgantes de Babilonia (calle de Santa María) ni a los horrorosos tiestos gigantes de la época de Puente que, todavía, inundan la ciudad y ninguno merece ser indultado o amnistiado. En la misma actuación, podrían decidir evitar las grandes pancartas, salvo las imprescindibles, que con relativa frecuencia cuelgan del balcón principal del ayuntamiento dando una imagen de mediados del siglo pasado. Hay otras formas más modernas de anunciar, los días que se quieren señalar o celebrar como por ejemplo a través de amplias pantallas digitales. Algo parecido se podría hacer con las banderolas publicitarias que cuelgan de las farolas de la calle de Santiago. Huelen a antiguo y dan a la calle un color Bardem.
En 1996, con el programa 'Valladolid Renace', siendo alcalde Javier León de la Riva y concejal responsable Alberto Gutiérrez Alberca, se consiguió, con el almagre, la homogeneidad cromática de la Plaza, dándola un nuevo aire sobrio y discreto, típico de la elegancia castellana. Es una pena que se esté convirtiendo en un amplio lugar que recoge todo y de todo, distanciándose del Síndrome de Stendhal para iniciar los primeros síntomas de un Síndrome de Diógenes. Parece un trastero que no sirve ni para esconderse. El Conde Ansúrez merece un respeto.