La maleta de la muerte

A. G. Mozo
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David mató a Eki María de un golpe en la cabeza, durante una discusión en el piso de la joven, en Parquesol · A continuación, limpió el piso y el cuerpo, y lo metió en una maleta, que ocultó en una vieja bodega de su pueblo

La historia entre Eki María y David comenzó entre los muros de la prisión de La Moraleja, en Dueñas. Él, palentino de 30 años, estaba allí cumpliendo una condena por un asunto de tráfico de drogas. Ella, vallisoletana de origen africano de 21 años, conoció a su hermana y las fotografías del joven culturista le animaron a conocerle. Fue unas cuantas veces a la cárcel y aquello derivó en una especie de relación sentimental que tenía su culmen en los vis a vis que se autorizaron entre ambos. Oficialmente, eran pareja. Pero quedaba lo de fuera.

 

El 11 de septiembre de 2008, David A.S. abandonó la prisión. Al día siguiente, alquiló un coche y se fue a ver a Eki María. Quedaron en la vivienda que la chica tenía alquilada en Manuel Silvela, en el barrio de Parquesol, y se produjo una virulenta discusión que tuvo su culmen cuando la joven quedó tendida en el suelo con un golpe mortal en la cabeza.

 

Él, desde el momento en que la Policía le arrestó y confesó el crimen, se agarró a la tesis del accidente. Esa que dice que él le dijo que se iba a ir de fiesta con su novia -la oficial, supuestamente- y que ella se puso ante la puerta del piso y al quitarla de un empujón, la joven se habría tropezado, golpeado con una de las paredes del pasillo y muerto.

Dos golpes mortales. En cambio, las pruebas recogidas en el lugar del crimen por la Brigada de Policía Científica desmontó en el juicio la teoría del accidente de David. Tal como quedó probado en la sentencia de la Audiencia de Valladolid, la discusión se habría iniciado en realidad por el deseo de la chica de poner punto y final a esa relación y fue la oposición de el homicida a aceptarlo lo que, en realidad, habría derivado en este crimen. Así, las pruebas sitúan el inicio de la pelea en la cocina -se encontró un reloj roto-, después se trasladaron hacia el salón por el pasillo, donde David habría dado a Eki María un primer puñetazo en la mandíbula. Finalmente, con un objeto romo que jamás logró ser encontrado, acabó con ella de un golpe seco en la cabeza que la llevó a morir en solo 30 segundos, según detallaron los forenses en aquel juicio.

 

A partir de ahí, la versión del homicida es la que la sentencia dio por buena. Metió el cadáver de la joven en la bañera y lo lavó. Luego hizo lo propio con el piso, a fin de eliminar todos los restos de sangre que, pese a todo, luego pudieron ser localizados por la Brigada de Policía Científica. A continuación, cogió una maleta y aprovechó que era una chica de 1,60 y apenas 50 kilos para esconder ahí el cuerpo. Lo bajó al coche y emprendió la parte final de su plan.

 

Confesó que no quería volver a la cárcel y que, por ello, ni pensó en la posibilidad de avisar al 112. A bordo del coche alquilado se fue a Tariego del Cerrato, el pueblo de su familia, y ocultó la maleta con el cuerpo de Eki María M.J. en una bodega abandonada que había a las afueras de la localidad.
La aventura de David se truncó en la noche del 27 de septiembre. Fue detenido como el principal sospechoso del crimen y horas más tarde acabó confesando no solo la muerte, sino también el punto en el que estaba el cuerpo de Eki María.

 

Un año y ocho meses después, la Audiencia Provincial le juzgó y condenó a quince años de cárcel, una pena que fue rebajada luego a trece por el TSJ.