"Siempre intento aprender cada día"

Javier M. Faya
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El dibujante vallisoletano, que en 2024 cumplirá 90 años, hace un repaso de una carrera repleta de éxitos que fue objeto de homenaje en el III Encuentro de Cómic, Novela Gráfica e Ilustración de Urueña

El ilustrador y dibujante de cómic Jesús Redondo en su despacho. - Foto: Jonathan Tajes

Dicen que los cómics son un subgénero de la Literatura. Sobre esto podría hablar largo y tendido Jesús Redondo, toda una institución en este arte que fue homenajeado hace unos días en el III Encuentro de Cómic, Novela Gráfica e Ilustración de Urueña. Desgraciadamente, esos ojos que han rubricado sobre papel y tinta ideas geniales ya le impiden dedicarse a su oficio y amor, ¡pero hay tanto por dibujar! ¡Y tantos encargos! Su hija le acaba de pedir una felicitación navideña para los 'compis'. Ya está barruntando qué hacer, porque es de esos artistas malditos a los que les gusta complicarse la vida. Así que nada de Belenes.   

90 años en 2024 y como si nada. Dicen que el secreto de la longevidad está en seguir activo. ¿Qué hay de cierto? ¿Continúa dibujando? 

No sé si será cierto o no, pero lo que sé es que no puedo pasar ni un solo día sin dibujar. Y si no dibujo, que sí que dibujo, tengo que hacer cosas. No puedo quedarme quieto, siempre salen proyectos. Jamás me aburro mientras existan libros y música.   

Y lo hace desde un minúsculo estudio. ¿Es el reducto del 'jubilado'?

No, no, aquí llevo trabajando desde finales de 1961 (es una mesa sencilla, en alto, le llega al ombligo, está forrada con papel de embalar y viene orientada en un ángulo de 15 grados y tiene ahí el dibujo de una garza, porque le priva lo chino y japonés: bambúes, peonías, caballos...).

Señorial Paseo de Zorrilla desde un segundo. Igual le inspira la gente que pasa. 

No creas. A menudo ni me entero de si llueve y fíjate que tengo la ventana a 40 centímetros del codo. El árbol no me deja apenas ver en primavera y verano, y lo mejor que hay en el mundo son los niños y los árboles. 

¿Por qué se desprecia a los tebeos? 

Por desconocimiento. En la Literatura tienes los cuentos para niños, los dragones, la novela negra, qué se yo, tantísimas variedades, modos y maneras. El cómic es todavía un desconocido. Tiene una edad de cien años. Hay muchos que me dicen que sus hijos o ellos mismos aprendieron a leer gracias a los tebeos. 

Cuénteme la anécdota con Fernando García de Cortázar. 

Fui con mi amigo Toni Guiral, guionista y escritor, para plantearle pasar una breve Historia de España en formato novela gráfica. Al principio se opuso diciendo «Es que esto del cómic...». Toni y yo le dijimos que el cómic, como tantísimos aspectos del arte, es absolutamente desconocido, y que el arte puede ser esto y hacerlo así significa lo otro… Se quedó pensativo y entonces dijo que sí. 

¿De qué proyectos se siente más orgulloso? 

Hay varios. Uno es 'Mr. Black', las aventuras de un cura que quitaba pecados, pero también los cometía. 

'Monster' cuenta las aventuras de un ser monstruoso, chepudo, repulsivo, extraordinariamente fuerte, que era despreciado por la gente. ¡Hasta le llegaron a tirar piedras! Realmente, era muy feo por fuera y muy hermoso por dentro. Era algo parecido a 'La bella y la bestia'. Y este hombre encontró la paz tras una intensa huida y refugiarse en una tribu de aborígenes australianos. También me gusta mucho un chico enamoradizo y despistado, muy metepatas, que dibujé en Holanda y se llama Eduard. Lo dibujé durante más de dos décadas. 

¿Cuánto tardó en encontrar su camino (quizá era tan despistado como Eduard)?

Perdí el tiempo hasta los 24 años. Engañaba a mi pobre padre, al que siempre le decía que iba a estudiar un poco más… Eso sí, a los 16 me planté y le dije que dejaba los libros. Me respondió que entonces tenía que trabajar, por lo que estuve yendo tres años a Aranda de Duero a la campaña remolachera. Al tercer año le dije: «Papá, que vuelvo a estudiar». Perdí tres años. O no porque gané experiencia y conocí gente muy sencilla que me cuidó un montón.

Se sacó una carrera. 

Hice Profesorado Mercantil, pero no la acabé. Me falta una asignatura (de Hacienda), choqué con un profesor.

¿Qué importancia tuvo Miguel Delibes en su vida?

Toda. Aparte de que como escritor y persona me influyó muchísimo, tuvimos una relativa amistad, nos decíamos adiós, charlábamos un poco, etc. Fue profesor mío en la Escuela de Comercio, me dio clase de Comercio e Historia. Con 24 años y pico fui a verle al periódico que dirigía y me ofrecí para llevar la tira cómica dominical como hacían los diarios de Estados Unidos. Me contestó que le parecía una gran idea, pero que me ofrecería unas «condiciones leoninas»: «Vas a ser como un esclavo y no te puedo pagar más, lo que tienes que hacer es irte de aquí, márchate de Valladolid». Seguí su consejo y me fui al día siguiente a Madrid, encontrando trabajo enseguida. En una agencia de publicidad llamada El Cid. Y, curiosamente, el que estaba de director, Bayo, hacía cómics, y eso me gustó. Me decanté por esa y no por otra. 

Una señal.  

Desde luego (risas). 

Y allí asciende rápidamente. 

En un año era jefe del estudio. 

El caso es que asienta la cabeza en lo laboral, se echa novia…

No, no. ¡Ya la tenía aquí! Ana María y yo estuvimos siete años de novios... y hasta ahora. Aún recuerdo pasar toda la noche en tren la ida y la vuelta para estar el sábado con ella. Lo cogía a las doce y llegaba sobre las ocho y media a Madrid. ¡Todos los fines de semana! ¡Eso es el amor, amigo mío!  

Bueno, ¡y porque se parecía mucho a Concha Velasco! 

¡Ya lo creo! Es que mucha gente nos paraba por la calle y le preguntaban si era ella o le decían: «Pues si no es, debe ser familia por fuerza». Al final, con mucho sentido del humor, decía que sí, que habían acertado. Por cierto, Ana María es el nombre de la que se enamora el Guerrero del Antifaz. Yo no tengo antifaz ni espada. Solo pincel (risas).

¿Es leyenda urbana que el día de su boda le llegó un telegrama de la mujer de Víctor Mora, el 'padre' del Capitán Trueno?  

No sabía quién era ella. Emilio, un rotulista del estudio, había estado mandado dibujitos míos que dejaba por ahí a la editorial Bruguera sin yo saberlo. Les gustaron y esta señora, que tenía un puesto importante ahí, quiso ponerse en contacto conmigo, pero solo tenía la dirección de la agencia. Y entonces ese amigo mío me envió un telegrama muy escueto: «Ponte en contacto inmediatamente señora Mora Barcelona». No me explicó nada más. Mi padre, con la mosca, me dijo mientras estaba esperando a la novia casi casi en la puerta de la iglesia: «¿Quién es este, que lleva dos años fuera, se casa hoy y tiene que ver a una señora Mora en Barcelona? ¡Ay madre mía qué habrá hecho este muchacho!». Así que llamé a Emilio, que me lo explicó todo, y nuestro viaje de novios tuvo entonces que hacer una parada obligada en Barcelona.

Este Emilio le cambió la vida. 

Sí. En Barcelona conocí a Armonía, me puse a trabajar en la editorial con unas colaboraciones muy bien pagadas. Un sueldo medio venían a ser 3.000 pesetas y yo podía ganar algunos meses en torno a 7.500-9.000.    

 

¿No le daba vértigo, tanto dinero, tan joven en un oficio tan 'raro'?

Siempre confié en salir adelante. Empecé a los 27 y como cada día. 

Un poco tarde quizás a esa edad. ¿Tenía alguien como referencia?

Era autodidacta total, aunque también te diré que sigo aprendiendo, y más ahora con el 'trasto diabólico' (ordenador), y me pongo a fisgar a lo mejor a un dibujante italiano, su pincelada, su forma de componer... Y hay veces que visito los museos de las ciudades que visito y me pregunto: ¿Por qué este 'tío' ha puesto esto más oscuro y lo busco? Siempre, siempre trato de aprender cada día.

Hay algo que no termino de entender. Empieza tarde su carrera, pero de forma meteórica, en la todopoderosa Bruguera... y decide irse a Valladolid. ¿No cree que le hubiera ido mejor en Madrid o Barcelona?

Sin duda. Pero no hubiera sido tan feliz como aquí, creo yo. 

Entonces no se arrepiente.

No, entre otras razones porque si lo hago me va a dar igual (risas). Mira, una vez me propusieron hacer un sistema de idiomas en Inglaterra, en la Universidad de York. Tenía que haber vivido allí dos años -tenía 37-. Era un gran sueldo. Pero nos daba frío. Del vino tinto de la Ribera, de las salidas a cenar de los amigos, la familia, los pinchos... Valladolid... Venga, no salgamos...   

¿Pero fue cosa de ella o de los dos?

Bueno, mira, en un matrimonio el hombre cree que decide siempre, y a veces sí que decide. A veces.

¿Cómo fue su paso por Bruguera?

Muy positivo porque hice muy buenos amigos. Al año y pico me fui a Creaciones Editoriales, la división internacional, y trabajé para revistas como 2000 AD,  Eagle, Mirabelle, Diana,Tina, Scream...

Allí, ya como Ediciones B, ilustra al mítico Capitán Trueno. Parece que Víctor Mora, su creador, no era nada partidario. 

Él decía que mi Sigrid era idéntica a una modelo australiana (Elle Macpherson). Sería sin darme cuenta (le pasó con su mujer y nietos). En la reunión, una editora, Julia Galán, pegó un puñetazo en la mesa y gritó: «Por mis cullons Jesús hace al Capitán Trueno». Luego él y yo nos hicimos amigos.

Y eso de trabajar para el gran Alan Moore sin saberlo...

Lo supe años después. Me llamó mi amigo Toni para decírmelo. El primer desarrollo de 'Monster' es de él.

Recibió un encargo del equipo de George Lucas para 'Star Wars'.

Tenía que hacer un sith criado en un planeta muy húmedo, con un cuerpo lleno de conchas. El casco era de coral. George Lucas nos envió felicitaciones, luego no sé si salió. 

Con Marvel dibujó historias. 

De 'Star Trek' y de Kitty Pryed, una agente de Shield. Luego salieron más cosas, y la verdad es que prefería más lo europeo que lo americano. 

¿Qué nivel hay en Valladolid?

Muy bueno. Tienes a David Aja, que ganó cinco Premios Eisner, los Oscar del cómic. También a Quique Corominas, que hizo portadas de los libros de bolsillo de 'Juego de Tronos'. Su gran triunfo fue la adaptación de 'El retrato de Dorian Gray'. Hay muchos más. ¡Perdonadme, chicos!    

Con Corominas tiene una anécdota. 

Subía las escaleras a casa de rodillas (no había ascensor) él y su amigo por, según él, respeto al maestro, no quería tener el mismo nivel que yo, eso decía (risas). Yo siempre he intentado ayudar como he podido. 

¿Qué le recomendaría a la gente que se quiera ganar la vida con la novela gráfica?

Que no piense que se va a ganar la vida con el cómic, que tenga un empleo. Y si quiere triunfar, que se prepare para trabajar mucho y llevarse desilusiones. Debe rogar a todos los santos mucha suerte porque hay un montón de gente muy buena y la mayoría trabaja con el ordenador. 

¿Cómo definiría a Stan Lee?

El creador del mito americano.

¿Francisco Ibáñez?

Inimitable, y eso que le han intentado copiar muchos.  

¿Víctor Mora?

Un gran creador.

¿Frank Miller?

Un genio. 

¿Robert Kirkman?

Algo diferente. 

¿Jesús Redondo?

Un buen profesional.

Si la vida fuera un tebeo, ¿cree que ha sido bueno el guionista que ha firmado la suya? 

Yo diría que sí, pero al guionista que ha firmado mi vida le he ayudado. Muchas veces con los guiones que me enviaron hice lo que me dio la gana. El que diseñó el de mi vida y dispuso A, B o C, yo sé que lo he modificado a veces, pero no me arrepiento. Ni por ganar ni por perder. 

¿Entonces cree que el guionista de su historia se ha portado? 

Cuando llegue, si es que está ahí, se va a enterar de lo que vale un peine (risas).