La covid-19, una oportunidad para los cuidados paliativos

D.V.
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El doctor Daniel Ramos, responsable de estas unidades en el área de salud de Valladolid Oeste, aboga por la formación de los profesionales desde el ámbito universitario en este campo para contar con un mayor número de expertos

Una persona recibe cuidados paliativos.

La pandemia del covid-19 ha dejado un reguero de muertes amargas. Personas con nombres y apellidos que han perecido sin el consuelo de sus seres queridos. Sin embargo, también ha puesto de relive, más que nunca, la utilidad de los Cuidados Paliativos (CP), ya que los profesionales sanitarios se han formado a marchas forzadas para acompañar a los enfermos en el paso de estar a no estar. 

En el ‘Día Mundial de los Cuidados Paliativos’, el doctor, Daniel Ramos, responsable de estas unidades en el área de salud de Valladolid Oeste, reivindica el papel que en la medicina tiene la atención del enfermo crónico, oncológico en sus últimas fases, y lanza un mensaje a la sociedad para que cambie su percepción sobre los mismos. En este aspecto, explica que los CP no son el cuidado que se da mientras el enfermo agoniza, ya que no solo aborda el dolor, sino que proporciona a la persona enferma todo aquello que necesita para afrontar su última etapa en toda la dimensión del ser humano. 

En 2017 el equipo de profesionales de CP que él dirige atendió a 800 personas, una cifra que este año, debido a la pandemia ha aumentado considerablemente. Daniel Ramos relata como hace poco un médico internista le trasladó las mejoras que el COVID-19 ha provocado en la medicina y uno de ellos, ha sido “sin duda” la formación de los profesionales al respecto de los cuidados paliativos. 

“La pandemia, efectivamente, ha ayudado a que se valoren los cuidados que se han dado a los hospitales a los pacientes, que llegaban con pronóstico grave a consecuencia del virus. Muchos han muerto en soledad, pero otros muchos han muerto al lado de un profesional que le ha acompañado en el trance”, significa.

El doctor, que dirigió esta área en otras zonas básicas de salud de Zamora y Salamanca, aboga por mejorar el modelo a nivel general en hospitales, residencias y domicilios, permitiendo siempre que sea el enfermo quién determine sus necesidades y gestione cómo quiere acabar sus últimos días.

Para ello, exige que durante la formación universitaria de los profesionales se integre la materia de cuidados paliativos e incluso que se apruebe la formación académica de posgrado como una especialidad más. 

Asimismo, alienta a los propios profesionales médicos a concebir los CP no como las actuaciones que se realizan para evitar “el dolor o la agonía”, ya que, en muchos casos, los pacientes que requieren esta atención pueden vivir años al ser enfermos crónicos que tienen pérdida de autonomía y funcionalidad. 

“Los CP no se refieren a los cuidados que te dan en los últimos días de vida, en la agonía para evitar el dolor, o la actuación que se realiza en pacientes terminales. Ahora mismo el concepto es de enfermos crónicos que padecen un gran componente de síntomas y sufren. Nuestros equipos deben actuar cuando vemos que hay una sobrecarga emocional por síntomas, por falta de autonomía, pérdida de funcionalidad, es decir, cuando el ser humano empieza sufrir desde muchas dimensiones no solo desde el dolor. Se asocia los CP los cuidados paliativos con el dolor y la agonía, pero los equipos actúan con el enfermo en todas las dimensiones que tenemos los seres humanos”, especifica. 

En las nueve provincias de Castilla y León hay recursos de Cuidados Paliativos. El doctor precisa que tras la aprobación de la Estrategia Regional sobre la materia en 2017, la Consejería de Sanidad ha apoyado la creación de equipos estables en cada provincia, sin embargo, la falta de especialistas también hace mella en el sistema de CP de la Comunidad.

En este aspecto, determina que las unidades de profesionales de CP en Castilla y Leon “están muy justas de personal” y cuando se producen traslados o bajas se cubren, en la mayoría de los casos, por profesionales que no tienen la formación en la materia. 

“No está bien perfilado el criterio de quiénes tienen que ir a esas unidades específicas porque atendemos enfermos complejos. Hay profesionales que no tienen la formación adecuada o no valen para hacerse cargo de la misma. A veces con los traslados se pierde la experiencia y el conocimiento avanzado de los profesionales que ejercemos en estas unidades”, evidencia.

Asimismo, detalla que es el área de Atención Primaria la base de la red de los CP en Castilla y León, ya que son los médicos de familia los que “están más cerca de los pacientes y conocen, en función de la complejidad de su enfermedad, si necesitan la derivación". 

“Cada médico de Atención Primaria determina mediante consulta si se debe comenzar a actuar en nuestra área. Esto es lo que marca el protocolo y sería lo ideal, pero el modelo real es muy diferente porque cada enfermo llega en una situación y a veces la coordinación no se da. Además con la pandemia, el seguimiento compartido no se ha podido realizar y hemos atendiendo, en algunos casos, sin coordinación”, manifiesta. 

La muerte y la vida

Hablar de la muerte no es fácil y no está el abordar el asunto en la base de la cultura de la sociedad española. De vez en cuando, opina el doctor, se trata el tema de la dignidad de morir, de la buena muerte, del sufrimiento del final, pero sin llegar al fondo del asunto.

Afirma que, su experiencia en distintas unidades de CP de Castilla y León -anteriormente ejerció de médico de familia-, le han ayudado a contar con herramientas para la gestión de su final, algo en lo que “ha trabajado durante años”. 

Asimismo, significa que para el ser humano es esencial el poder tener un proceso maduro de cómo quiere que sean sus últimos días, lo que conlleva una reflexión personal. “Los profesionales nos debemos plantear cómo ayudar al final en ese proceso”, destaca.

Es por ello, que invita a la sociedad a hablar de la muerte, sobre todo a los niños,  ya que “ la mayoría vive una hipocresía social y familiar”, pues nadie les habla de que estamos y dejamos de estar, a pesar de que “ven a diario películas con muertes y telediarios en los que no se habla más que de fallecidos”. 

“Los niños necesitan una explicación razonada sobre la muerte para que construyan su pensamiento y su personalidad incorporando el término. Si solo queremos hablar de lo material y de lo bien que vivimos, el día que se les muera alguien no tendrán las herramientas suficientes para gestionarlo”, alerta para recalcar que "no se debe esquivar el tema".

Por otro lado, el doctor recuerda que, en general, está demostrado que aquellas personas que tienen recursos espirituales tienen un mejor acercamiento a su final. En el caso de no creer en religión alguna, el ser humano “saca los recursos que uno tiene dentro, en base a sus vivencias, experiencias culturales, biográficas o sociales”. 

Además, apostilla que la persona que ha analizado y asume la muerte como algo natural tiene mayores recursos para afrontar el proceso final. 

“Desde nuestra área sabemos que el paciente que está solo, aislado, es viudo o no tiene hijos o parientes o soporte familiar o social, sin creencias religiosas, o aquellos que tienen alguna enfermedad mental previa, sufren más, como el lógico, ante su final”, relata. 

Eutanasia sin políticos

El doctor asegura que el debate de aprobar la Ley de la Eutanasia siempre sobrevuela en el ámbito político, sin embargo, rechaza que sean ellos los que deban adoptar la decisión de aprobar o no una normativa para el “suicidio asistido”.

Aboga el médico por compartir, hablar sin imponer posturas y tomar decisiones desde la “calma y el equilibro”, ya que es una decisión “cultural y social, que nada tiene que ver con la ideología ni con posturas radicales”.

En su opinión, la eutanasia implica muchos matices de quién tiene decidir al respecto de arrebatar la vida a un persona terminal o crónica, ya que individualmente cada uno puede creerse dueño de su cuerpo, pero vive en sociedad.

Para él es un debate filosófico, social, legal e implica, por lo tanto, a juristas, filósofos, antropólogos y médicos. “Creo que se debe plantear un debate constructivo que aporte dimensiones porque tiene muchos matices”, indica. 

Asimismo, manifiesta que existe una intención deliberada de enfrentar los cuidados paliativos con la eutanasia y nada tienen que ver, pues los primeros están dentro de la atención médica y de la medicina, en cambio, el suicidio asistido es una situación diferente que implica a todos como sociedad.

“En Holanda aprobaron la Ley de la Eutanasia después de diez años de debate y análisis. Analizaron pros y contras. En España está bien que se presenten estos debates, pero nos falta mucha mucha reflexión y calma en la toma de decisiones. Creo que la decisión no debe ser adoptada por la clase política sino que es una decisión cultural y social y no tiene que tener ideología. El poder terminar con la vida de una persona concierne a la sociedad”, reflexiona. 

Por último, el doctor aboga por educar a los niños en la conciencia de la muerte, esa palabra tan difícil de pronunciar, pero que no es más que el proceso de la vida. Los niños deben llorar y mostrar su tristeza por la falta de un ser querido. El adiós definitivo es parte de la propia naturaleza del ser humano.