El libro como complemento a la válvula

Óscar Fraile
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El escritor Santiago Posteguillo mantuvo ayer un debate con trabajadores de Renault sobre su última obra: 'La sangre de los libros'

El director de la Fundación, Félix González (i) y Santiago Posteguillo (2i), acompañados de representantes de UGT. - Foto: J. Tajes

Un escritor de novela histórica debe conseguir un ensamblaje que encaje perfectamente la historia y la ficción, como cuando ustedes trabajan en la cadena de montaje». Así respondió el escritor Santiago Posteguillo a una de las preguntas que le plantearon ayer los trabajadores de Renault en un encuentro literario que tenía como objetivo fomentar la lectura entre los trabajadores de este sector. Y fueron unos 30 empleados de la fábrica los que acudieron a una cita en la que pudieron charlar con el autor valenciano sobre su última obra: La sangre de los libros.


Un trabajo que pretende ser un recorrido histórico por la literatura universal a través de 30 relatos centrados en mitos de las letras como William Shakespeare, Calderón de la Barca, Séneca y Dante, entre otros. Y con un hilo conductor que mancha el propio título de la obra: la sangre. Asesinatos, eutanasia, duelos y condenas a muerte son una constante en las anécdotas sobre estos escritores.
Una temática que despertó la curiosidad de otro de los asistentes, que planteó a Posteguillo la contrariedad que supone el hecho de que la sangre sea el hilo conductor del libro, es decir, el elemento que da vida a la obra.


Y, sí, Posteguillo reconoció que es así, pero también puntualizó que se aportan ciertas dosis de humor que son una suerte de bálsamo para que el lector pueda seguir adelante. Al estilo de lo que a él le pasó con la película Mar Adentro, de Alejandro Amenábar. «Yo no quería verla, pero al final me gustó mucho gracias a esa válvula de escape», dijo.


El encuentro de ayer estuvo organizado por la Fundación Anastasio de Gracia FITEL (Agfitel) con la colaboración de MCA-UGT y forma parte de la campaña ‘Autores y autos ¡Arráncate a leer!’. Se trata de una iniciativa que pretende acercar la cultura a los centros de trabajo, y que se ha centrado en la automoción. De hecho, es el último encuentro de una serie de cuatro que comenzó con Juan José Millás en la planta de Ford en Valencia, y continuó con Rosa Regás en Peugeot-Citröen y Javier Sierra en Volkswagen.


Y con muy buen resultado, a juicio del director de Agfitel, Félix González. «Cuando empezamos no creíamos que íbamos a tener una respuesta tan positiva, porque es una iniciativa nueva, pero hemos repartido cien libros en cada fábrica y hemos tenido que dejar a mucha gente en espera», señaló.


Para él, «las personas que leen habitualmente y que tienen acceso a la cultura tienen mayor capacidad para enfrentarse a la realidad». Y por eso apeló a la responsabilidad social de las empresas para acercar la cultura a los centros de trabajo. «Porque allí pasamos un tercio de nuestra vida», sentenció.


Un extremo en el que coincidió el propio Posteguillo, porque «cuanta más gente haya con conocimiento, peor será para unos pocos, pero mejor para la mayoría». El autor de La noche en que Frankestein leyó El Quijote, primera parte del libro que centró ayer el acto, se mostró sorprendido, pero encantado con una iniciativa tan novedosa, puesto que dijo estar acostumbrado a dar charlar en bibliotecas, institutos y colegios, pero no en fábricas. «Por eso es más interesante». Posteguillo también incidió en que «extender la cultura siempre va a ser positivo para una empresa, para una ciudad y para un país».

Bien es cierto que Posteguillo se tuvo que enfrentar ayer a temas que no tenían que ver estrictamente con su libro. Algunos de los trabajadores que lo habían leído encontraron paralelismos en sus páginas para preguntar al escritor sobre temas como la Ley Mordaza e incluso el traslado de los documentos de la Guerra Civil del Archivo de Salamanca a Cataluña. Un extremo sobre el que no se quiso mojar en exceso. «Los frisos del Partenón deben estar en el Partenón? ¿La Dama de Elche debe estar en Elche? Es muy complicado porque se pueden encontrar argumentos en los dos sentido», dijo. Eso sí, dejó claro que para él es «primordial» que, esté donde esté, sea accesible al público.


Lo cierto es que, fuera sobre aspectos del libro o no, los trabajadores de Renault siguieron con sumo interés la charla de Posteguillo, que contó algunas anécdotas sobre sus métodos lectivos en la Universidad y ahondó en tres de los relatos de su última obra antes de que se diera la palabra a los empleados.


Unos trabajadores que recibieron el libro días antes del encuentro para poder comentarlo con él. Y aunque algunos reconocieron que no lo habían leído entero, sí que se preocuparon por aspectos como la ausencia de autores de la Generación del 27 y «lo poco que se escribe sobre la Guerra Civil». Posteguillo cogió el guante de la primera cuestión y dijo que la tendría en cuenta para su próxima obra, que completará la trilogía sobre los clásicos de la literatura universal.


Pero por encima de obras, de autores y de opiniones, el fondo de la reunión de ayer era el fomento de la lectura como arma de libertad. «Por favor, no dejen de leer porque simplemente se les hayan acabado las páginas». Palabra de Posteguillo.