Mucho más que un músico callejero

M.B.
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Aníbal es un cantante vallisoletano al que se le puede ver tocando todas las semanas en la calle Santiago, que cuenta con un álbum desde 2019 y prepara su segundo para 2024

El cantante vallisoletano Aníbal. - Foto: Jonathan Tajes

A Aníbal se le puede ver de forma regular en la calle Santiago. Siempre con una maleta, donde lleva incrustado un bombo y una pandereta; y con su guitarra acústica al hombro. Allí versiona a clásicos como Bob Marley o Elvis Presley, y de vez en cuando deja aflorar alguno de sus temas, aquellos que los que pasan y le oyen quizá no conozcan. Tiene muchos. Diez de ellos aglutinados en, por el momento, su único disco, un álbum que vio la luz en 2019 bajo el nombre de 'Natural heritage'. Otros tres, desde entonces, en formato single. El último, 'Caja de fresas', ya en español: «Y producido cien por cien por mí, como el anterior, 'Blue'».

Este vallisoletano de 30 años se considera músico callejero: «Sí, sí, es mi principal fuente de ingresos». Aunque tiene más, como los conciertos que da durante varios meses al año en festivales de foodtrucks o los que llegan de sus propias creaciones. 

Su primer contacto con la música le llegó a los 15 años: «Quería una guitarra y me la compraron mis padres. Mi primo Javi Frontela se encargó de darme unas nociones básicas». Eso e internet y practicar le hizo dar otro paso, entrar en una banda gracias al hijo de una amiga de su madre. Estuvo casi dos años tocando la guitarra eléctrica. También se acercó al banjo por 'Mumford & Sons'. Con él y un amigo, y ya en Salamanca, se acercó al mundo de las bandas con 'Pepe Peña & the Garden', sacando incluso un EP: «Hicimos un centenar de conciertos». Su periplo universitario acabó con otra formación, 'Abrizo'. Y con un inicio, el del día de su 23 cumpleaños: «Decidí salir a la calle y tocar».

Se fue a La Palma, donde trabajó en el campo y tocó guitarra y percusión en la capital, por supuesto en la calle. «Entonces decidí que quería dedicarme a la música», recuerda. Se vino a Gredos, donde perfeccionó junto a un amigo que estaba empezando a grabar. Y regresó a Valladolid, para preparar su primer disco, de la mano de Dobro Producciones: «Colaboraron Guille Aragón a la percusión; Martín a la batería; Mario, de Sodaquaye, con maqueta y grabando saxófono; y el propio Dino al bajo». Él hizo guitarras, banjo, piano y voz.

«Creo que es un cajón desastre, con cierta coherencia, con sonidos de la música que escuchaba en ese momento», añade sobre ese trabajo, poniendo el acento en el folk americano. Amor y desamor; incertidumbre ante la vida y el paso del tiempo; y ecología y falta de respeto hacia el planeta son los pilares de la temática de un álbum que editó en un pendrive de madera, «cero plásticos».

Con 25 conciertos cerrados, solo pudo hacer cinco antes de la eclosión de la pandemia: «Me quedé sin dinero y era o seguir viviendo solo o grabar un tema compuesto en el confinamiento. Me decidí por lo último, con Studio Salcedo, y me surgió la posibilidad de encontrar una habitación para seguir emancipado». Desde entonces ha sacado otros tres singles. Aunque casi todo lo creado era en inglés ahora apuesta por el español y por colaborar con artistas de la ciudad. De hecho, espera publicar otro tema junto a Raquel. Y en su cabeza está en EP en 2024.

«Ahora no sé lo que hago, no tengo ni idea, pero me gusta probar sonidos nuevos», apunta sobre un EP más conceptual con 6-7 temas.

2022 fue un año prolífico en cuanto a conciertos, pasando por León, Gijón, Burgos, Palencia, Badajoz, Ávila o Madrid, además de Valladolid, como en el Conexión. Aunque su principal escenario esté en esa calle Santiago, como antes lo fue en Teresa Gil, Montero Calvo, Cruz Verde...