Una receta sencilla y de éxito asegurado

M.B.
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Noelia Natal y Clemente Martínez nos abren las puertas de la Bodeguilla La Leonesa, donde llevan casi medio siglo triunfando con sus patatas fritas, normales o picantes

Noelia Natal y Clemente Martínez, en la Bodeguilla La Leonesa. - Foto: Jonathan Tajes

«¡Pon una!», «¡Pon dos!». El ritual se repite cada día desde hace casi medio siglo en la Bodeguilla La Leonesa, uno de esos bares que no pueden dejar de visitarse en la capital. Por su historia, aparejada a una zona que en su día estaba plagada de universitarios y militares; por su presente, entre medias de Vadillos y San Juan, con la tranquilidad de un barrio fuera del centro y el trasiego de su cercanía a Tráfico o a las propias plazas antes citadas; y por su futuro, gracias a una receta sencilla, heredada en su día de un establecimiento mítico de León, y que mantiene su éxito con un producto muy de la tierra.

Noelia Natal Alfayate y Clemente Martínez Fuertes son la segunda generación en este establecimiento hostelero ubicado en la calle Renedo, 3. Llevan al frente de él 26 años, desde que en septiembre de 1998 los padres de Noelia, Lorenzo y Nieves, decidieron dar un paso a un lado y volverse a su pueblo tras casi dos décadas en el bar. «Abrieron el 12 de diciembre de 1976», recuerdan Noelia y Clemente. Venían de estar unos años en Alemania, donde fueron desde San Pelayo del Páramo y Villoria de Órbigo, pueblos leoneses a los que les separa solo el río, por trabajo. Y como no querían dedicarse a la agricultura y a Lorenzo le gustaba el tema de la hostelería, contactó con el dueño de un local mítico por sus patatas en León, Casa Blas: «Entablaron amistad, le enseñó cómo hacía las patatas y, con su consentimiento, mis padres abrieron en Valladolid».

Y aquí, en esa calle Renedo, comenzaron sirviendo las hoy ya conocidas patatas fritas.A diferencia de en León, que se dan como tapa con la consumición, aquí se empezaron sirviendo en plan ración, como se sigue haciendo hoy en día. Aquí, con sal y picante a demanda.

Patatas fritas en la Bodeguilla La Leonesa.Patatas fritas en la Bodeguilla La Leonesa. - Foto: Jonathan Tajes«A los años añadieron otro producto leonés, el chorizo, que hacían ellos en el pueblo», señalan los que hoy dirigen el negocio. Clemente y Noelia 'aterrizaron' en él en 1998, ya casados, y al poco tiempo empezaron a ampliar la carta. «Fue la propia demanda de los clientes la que nos hizo ir aumentando la oferta, con embutidos, como cecina o chorizo; con morcilla de león; con un huevo junto a las patatas; con huevos rotos; con platos combinados... y con alguna cosa más que ha ido llegando posteriormente, como unas empanadillas de morcilla que comenzó haciendo en casa Noelia como prueba y ahora tienen mucho éxito», asegura Clemente.

A pesar de esa ampliación de carta, donde hoy se puede encontrar croquetas, panceta, tigres, pinchos morunos, tortillas, torreznos, chipirón, quesos... y productos de temporada, como pimientos del padrón, el plato estrella en la Bodeguilla La Leonesa, nombre que pusieron en su día Lorenzo y Nieves como guiño a su tierra, son las patatas fritas normales o picantes. «Si no hay patatas nos vamos», bromea Noelia, al estilo del anuncio de una marca de bebidas gaseosas.

Hay pocos trucos en este plato, aunque alguno se guardan. La patata es de León, «tierna y delicada, difícil de encontrar por aquí». Se pela, se lava y se corta en lonchas. Y de ahí directa a la freidora, donde está uno de los secretos, «el saber hacerla». Luego se sirve en uno de esos platos de porcelana de toda la vida –«los de nuestras abuelas y abuelos»– y ahí cada uno le añade sal, si quiere, o picante, donde está otro de los secretos: «Al principio se echaba el picante en el aceite, pero había gente que decía que picaba mucho y ahora es a demanda». La ración de patatas sale a 3,70 euros.

«Mis suegros llegaron a gastar 20 toneladas en uno de sus mejores años. Ahora son bastantes menos», señala Clemente, que se encarga de la cocina y de recepcionar los ¡Pon una!», «¡Pon dos! de Noelia.

Abierto de lunes a sábado, de 12.00 a 15.30 y de 20.00 a cierre, tiene una capacidad para unas 30 personas –hasta este año contaban con una terraza en zona de aparcamiento, que les dio la vida con el covid– y cada vez cuentan con más clientes que van a comer o cenar a su local, «gracias a los platos combinados o las patatas con huevos». Aseguran que tienen clientes desde gente joven hasta familias y habituales del día a día... «y muchos que estudiaron aquí y regresan a la ciudad y vienen a ver si seguimos teniendo las patatas». Uno de ellos, del que guardan su nombre, fue primero como universitario y hoy como médico: «Un día hicimos un cálculo de las patatas que ha comido desde que lleva viniendo aquí... salieron 1.000 kilogramos».