Para saber en qué manos estamos nada mejor que acudir a los clásicos, en este caso, clásicos del PSOE. Uno de ellos, veterano pero en activo y muy activo, es el presidente de Castilla La Mancha, Emiliano García-Page. A él le debemos una esclarecedora revelación que describe con crudeza el talante autocrático de quien hoy todo lo decide en el Partido Socialista. Y, por ende, en España, puesto que a Pedro Sánchez se refiere García-Page cuando deslizó esta perla al ser preguntado sí se planteaba seguir un mandato más: "Eso lo tiene que decidir el partido y aunque soy el jefe del partido aquí (por Castilla La Macha) eso ya no significa nada porque solo hay uno para toda España y los demás estamos aquí de monaguillos".
No es habitual tanta sinceridad en boca de un político en activo, máxime cuando de sus palabras se deduce qué podría crearse problemas con aquel a quien señala de manera tan directa como descarnada. No todos se atreven a decir lo que García-Page. Pero sus palabras retratan la realidad actual de un PSOE que desde que el partido se entregó a Pedro Sánchez enterró la tradición de debate y asamblea que permitía participar con libertad a los militantes en la vida política de la organización.
A García-Page le han llovido críticas desde dentro por sus palabras. Le han llamado "socialista atípico". Él responde diciendo que "es un socialista típico y qué lo atípico es lo otro". Lo "otro" se llama Pedro Sánchez y el culto a la personalidad que ha instaurado en el PSOE, un partido centenario que por el camino de la sumisión al líder ha entrado en una deriva de futuro incierto. Lo ocurrido al otrora poderoso PSF, el Partido Socialista francés, desaparecido en las últimas elecciones presidenciales, debería abrir los ojos a quienes -como dice García-Page- se han dejado convertir en monaguillos.