«Al final quieres aplicar en tu tierra lo que aprendes fuera»

Ó. Fraile
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El gestor cultural Rafael Peña ha vuelto a trabajar a Valladolid después de pasar tres años en Burgos

El gestor cultural Rafael Peña. - Foto: Jonathan Tajes

Aunque es natural de Fuentecén (Burgos), Rafael Peña ha vivido casi toda su vida en Valladolid. Eso sí, por trabajo ha tenido que pasar largas temporadas fuera de su ciudad de adopción. Este gestor cultural se fue en 1994 a México y estuvo allí ocho años. Y recientemente ha regresado tras estar tres años trabajando en Burgos. «En México trabajé dentro de mi sector y aproveché para hacer unos estudios de Desarrollo Comunitario en la universidad, y al final todos esos conocimientos, lo que aprendes fuera, quieres aplicarlos en tu tierra, que es donde tienes los afectos», señala. Peña ha trabajado en los últimos tres años como director de programación cultural de Fundación Caja Burgos y desde agosto, ya en Valladolid, está al frente de GesCul, «una empresa de gestión cultural sobre proyectos vinculados a desarrollo, y no tanto a actividades culturales, es decir, iniciativas que generen ciertas dinámicas a nivel social». Reconoce que ha vuelto a Valladolid más por motivos personales que profesionales, pero lo hace con muchas ganas porque la empresa que dirige «dejó muchos proyectos en stand by» que ahora se pueden retomar. Sus largos periodos fuera de la ciudad le han aportado perspectiva para darse cuenta de la «perpetuación» de los problemas locales. «No hay avance, después de estar ocho años en México, al volver me encontré a la misma gente en los mismos bares quejándose de lo mismo», asegura. Peña no ha notado que en Valladolid haya ahora muchas más posibilidades profesionales que cuando se fue, pero sí que reconoce que «es una ciudad más abierta que Burgos, menos endogámica».

El caso contrario, de Valladolid a Barcelona

Raúl Bombín.
Raúl Bombín.

La vida de Raúl Bombín dio un vuelco hace poco menos de tres meses. Después de aprobar una oposición, le surgió la oportunidad de entrar en una gran empresa ferroviaria, pero con un precio que pagar en lo personal, al menos en los primeros años. Las únicas plazas disponibles estaban en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) y Murcia, de modo que, si quería dar ese salto profesional, estaba obligado a hacer las maletas, pese a tener una vida asentada en Arroyo de la Encomienda junto a su mujer y sus dos hijos pequeños. «Estaba buscando estabilidad laboral y al final la he conseguido en esta empresa, pero tuve que venir aquí», señala. Un cambio que ha sido «muy bueno» a nivel profesional y al que no le ha costado mucho adaptarse, porque las labores de soldadura que desarrolla en esta empresa son muy similares a las que hacía en sus trabajos anteriores, aunque «con máquinas distintas».
El plano personal ha sido el más complicado de asumir. «Hay que cambiar de ciudad, lo que, en mi caso, suponía dejar en Valladolid a mi mujer y mis hijos», reconoce. Ahora intenta venir de visita todos los fines de semana que puede, aunque cada vez que lo haga tenga que recorrer más de 1.300 kilómetros entre ida y vuelta y pasar al volante más de doce horas de su fin de semana. Eso, cuando viene en coche, aunque cuando se decanta por el tren tampoco ahorra mucho más tiempo, ya que tiene que ir hasta Madrid y después, a Valladolid.
Bombín realiza trabajos de mantenimiento en esta empresa ferroviaria, los mismo que podría hacer en el taller que la compañía tiene en Valladolid. Y por ahí pasan sus planes de futuro. «La idea es volver cuando pueda, pero tengo que esperar a que salgan plazas de movilidad».