"Al llegar a Valladolid me alucinó ver caer agua del grifo"

David Aso
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Hadra Nafe, saharaui, fue acogida por una pareja vallisoletana hace 24 años y hoy es maestra de Infantil y Primaria en una ciudad que le encanta, aunque aún no tiene nacionalidad española: "Que España no reconozca el Sáhara como país lo complica"

Hadra Nafe, en la Plaza Mayor de Valladolid. - Foto: Jonathan Tajes

Años en Valladolid: 24
Profesión: Maestra de Infantil y Primaria
Comida y bebida favorita: Pasta y té matcha
Rincón favorito: Plaza Mayor de Valladolid y su entorno

Hadra Nafe Mohamed (Agueinit, 1990) tenía ocho años cuando pisó Valladolid por primera vez. Vino desde Auserd, uno de los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, a pasar el verano con un matrimonio de la ciudad gracias al programa de acogida Vacaciones en Paz, y «alucinó» con el contraste. De vivir con lo justo o menos entre tiendas de campaña y casas de adobe a la densa rutina urbana de La Rondilla entre asfalto, hormigón y una nevera llena: «Ir en avión ya fue impresionante. Luego también el ascensor, que además era para subir a un noveno piso, y ver caer agua del grifo me pareció algo maravilloso», relata. 

Tanto lo disfrutó que al verano siguiente, en 2000, regresaba para quedarse con los que hoy, y desde hace tiempo, considera sus «padres de aquí». «Hablaron con mis padres del Sáhara y estuvieron de acuerdo, y yo también, en que así podría estudiar, tener un trabajo y un futuro mejor que el de ellos», aprecia. ¿Normal que eligiera Valladolid? Pues no necesariamente porque, de sus cinco hermanos, tres varones y dos mujeres, cuatro disfrutaron del mismo programa de acogida (al quinto le privó la pandemia) y los cuatro quisieron volver al desierto: «Siguen en contacto con sus familias españolas, pero el choque cultural es grande y han preferido la vida de allí». 

Ella, en cambio, sólo ha vuelto al Sáhara de visita. Aquí estudió hasta convertirse en maestra de Infantil y Primaria, además de otras especialidades que cursó mientras buscaba trabajo; y ahora, aparte dar clases particulares, lleva cinco años enlazando sustituciones en colegios privados o concertados. «En públicos no puedo por no tener la nacionalidad española para presentarme a oposiciones», apunta. Sí, sorprendentemente no la tiene pese a los 24 años que lleva en Valladolid: «Hay personas de otros países que la consiguen en pocos años, pero parece que lo mío es más difícil por ser apátrida, ya que España no reconoce el Sáhara como país», lamenta.

Pero tiene claro que su vida pasa por Valladolid, «una ciudad limpia, con buen transporte, bien de tamaño para tener de todo y recorrerla de punta a punta en pocos minutos… Luego se dice que la gente es borde, pero a mí siempre me ha tratado fenomenal», destaca. Lo único que no le gusta, «la niebla y el frío» cuando toca. Y por supuesto, siempre agradecida a su familia vallisoletana, él camionero y ella dependienta de comercio, ambos ya jubilados: «Me lo han dado todo, me han tratado como a una hija y para mí son como mis padres», incide. Y Valladolid como su tierra pero sin el 'como', después de llevar ya dos tercios largos de su vida aquí, aunque siga esperando la nacionalidad.