A lo largo de la historia, la Eurocopa había demostrado al mundo ser una competición democrática como pocas. Hasta 2004, dos de las grandes sorpresas a nivel de selecciones en la historia se dieron dentro de sus fronteras. Sin embargo, Portugal fue el epicentro del 'Maracanazo' a la europea, con un insospechado equipo como Grecia que, a base de resistencia, dejó por el camino a los favoritos y se encumbró en Lisboa ante los anfitriones.
La veda de las organizaciones conjuntas la abrieron cuatro años antes Bélgica y Países Bajos, y Portugal buscó hallar un socio de garantías para poder albergar una gran competición. Su vecina, España, parecía la aliada adecuada, pero José María Villar, presidente de la Federación por entonces, tenía un proyecto más ambicioso en soledad. Las intenciones de la nación ibérica 'grande' quedaron en agua de borrajas porque su 'hermana menor' le vendió mejor el producto a una UEFA que otorgó a Portugal la celebración de la Euro'2004.
Revelación
Como venía sucediendo después del cambio de formato, todas las campeonas hasta la fecha lograron su billete para la fase final. Países Bajos, Rusia, Croacia y España se clasificaron vía repesca, igual que la otra gran historia inesperada del campeonato: Letonia. El bloque báltico se quedó a un punto de Suecia, primera, pero superó a Polonia y Hungría para jugar el 'play-off' por estar en la fase final. En el doble partido ante Turquía, Letonia ganó en Riga y empató en Estambul para escribir el capítulo más glorioso en su historia futbolística. Además, una vez ya en Portugal, los bálticos sumaron su primer y único punto del certamen tras empatar a cero contra una Alemania, a la que acabaron condenando.
El conjunto de Berti Vogts cayó en una fase de grupos por segunda vez seguida y se dispararon todas las alarmas, ya que esto se produjo en los albores del Mundial 2006 que iban a organizar. La puntilla se la puso a la 'Mannschaft' la República Checa, una selección que ya estaba clasificada tras vencer a Letonia y a Países Bajos y que, con la llamada 'unidad b', batió a los germanos. Esta no sería la primera y única gran potencia que caería, ya que, en un grupo igualadísimo, con tres combinados empatados a cinco puntos al término de las tres jornadas, Italia se quedaría fuera no correspondida por el empate entre Suecia y Dinamarca, que lograron su billete a cuartos.
Francia no presentó apenas problemas para alzarse líder de su cuarteto por delante de una Inglaterra en la que brilló, con cuatro goles en tres partidos, Wayne Rooney, debutante en un gran torneo. Por último, el Grupo A, con la anfitriona, España y Grecia, además de Rusia, tuvo mucha miga. Los helenos sorprendieron a Portugal y estos fueron a contracorriente desde entonces. Al final, los lusos se la jugaron contra sus vecinos, a quienes nunca habían ganado en un partido oficial. El José Alvalade fue testigo del gol de Nuno Gomes que metió a los suyos en cuartos y echó a la Roja.
Gol de plata
En la ronda eliminatoria apareció la norma que sucedió al gol de oro y que, como este último, no duró demasiado, pero sí se cobró alguna víctima. Con la sombra del gol de plata muy presente, los cuartos echaron a rodar con un tenso choque entre Portugal e Inglaterra que se decidió en los penaltis. Fue en una nueva tanda donde los ingleses confirmaron su gafe en esta situación. Fallaron Beckham y Vassell y Ricardo se erigió en el héroe local. También desde los 11 metros eliminó Países Bajos a Suecia, aunque la 'Oranje' quizá llegó más lejos de lo que cabía pensar y su aventura acabó en semifinales contra la anfitriona.
Por el otro lado, la República Checa confirmó su candidatura al título goleando a Dinamarca y Grecia dio cuenta del sueño francés. Otto Rehhagel había construido un bloque granítico que se organizaba con dos líneas de cuatro inamovibles para proteger su portería. Así, Angelos Charisteas derribó a Francia y Traianos Dellas hizo lo propio días después con los checos, logrando el primer gol de plata con resultado fulminante de la Euro.
Con las calles tomadas por la euforia, Portugal tuvo que lidiar con un complicadísimo rival en la final de Da Luz. La presión superó a los lusos y ni siquiera las intenciones de Scolari de ir a por todo en el partido resultaron efectivas. Charisteas fue el encargado de guardar su nombre en la leyenda con el 0-1 ante un adversario que chocó contra sí mismo y un muro. Grecia dio la mayor sorpresa en el fútbol continental. Un equipo con un juego alejado de lo imperante por entonces selló su éxito más grande.