El niño que soñaba con ser patatero

Óscar Fraile
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Javier Meléndez, empresario del año, tuvo claro desde adolescente que quería dedicarse a este sector, un empeño que le ha llevado a liderar el mercado nacional y a facturar más de cien millones

Francisco Javier Meléndez posa en las nuevas instalaciones de Medina del Campo. - Foto: Jonathan Tajes

Francisco Javier Meléndez creció correteando por las calle de Pedrosa del Rey y entre los patatales de una familia de agricultores que desde pequeño le trasladó el valor del esfuerzo y la importancia de trabajar bien la tierra. Cuando solo tenía 15 años, su padre le llevaba los fines de semana a trabajar al campo. Y lo mismo hacía en verano. Mientras otros estaban en la piscina, él recogía patatas a mano, se subía a su primera cosechadora, ayudaba a plantar y se familiarizaba con todos los aperos del campo. «Iba con mi padre, pero yo era un agricultor más», recuerda. Sus sueños tampoco tenían mucho que ver con los de los otros adolescentes. No quería ser delantero del Real Madrid, ni bombero, ni piloto de aviones. «Por entonces yo ya soñaba con dedicarme al mundo de la patata y dar un valor añadido a este producto», sostiene.

Y no perdió el tiempo. Con 20 años entró a formar parte de la sociedad que puso en marcha su familia para comercializar la patata que producía, y así estuvo desde 1992 hasta 1999, año de constitución de Patatas Meléndez, con él al frente. En 2006 la empresa deja Tordesillas y se traslada a Medina del Campo, pero no fue hasta 2017 cuando se hizo con el 100% de las acciones de una compañía que acaba de invertir 36 millones en una nueva planta, factura 120, tiene más de 500 trabajadores y concentra el 20% de la cuota de mercado nacional.

Una vasta y ascendente trayectoria que le ha servido para recibir numerosos premios. Los dos últimos, el CEOE Valladolid 2022, otorgado por la patronal; y el Empresario del Año, de la Facultad de Comercio. Un momento dulce que no hace que Meléndez baje la guardia. «Los sobrecostes de producción nos afectan, pero la inversión en la nueva planta de Medina del Campo nos hace ser mucho más competitivos en momentos tan difíciles», señala. 

La experiencia reciente dice que este empresario se mueve como pez en esos tiempos difíciles a los que hace referencia. De hecho, fue en 2020, con muchas fábricas paradas por la pandemia y una nube de incertidumbre sobre todo el país, cuando él tomó la decisión de invertir esos 36 millones en la planta estrenada hace un mes en Medina del Campo. «Siempre a contracorriente, es uno de mis valores, porque yo creo que ahora es cuando hay oportunidades de hacer cosas, aunque todo el mundo esté con miedo», dice. Bien es cierto que a la empresa no le fue nada mal en la pandemia. Las ventas se triplicaron, aunque con un menor margen, y se cumplieron todos los compromisos con los clientes.

Haberse empapado desde abajo de toda la cadena de valor hace que ahora él, como empresario, tenga una especial sensibilidad con el productor, porque sabe las dificultades que esta actividad implica. Tiene un «núcleo duro» de más de 500 agricultores con los que trabaja y a los que empezó a hacer en 2017 «contratos estables» de cinco años. «Con el objetivo de que todos ganasen dinero, eso era algo fundamental para mí, y de que sus explotaciones fueran sostenibles», explica. Al fin al cabo, era un inversión para conseguir más producción y mejor calidad de su principal materia prima.

También invirtió en mejorar las condiciones de trabajo de sus empleados, automatizando las tareas más pesadas y en la captación de talento en las áreas más importantes, como la de Operaciones y Calidad. «Contratamos a personas más formadas que hicieron que todo cambiara a mejor; es mi equipo el que me ha llevado donde estoy, sin él no soy nada», asegura.

Cuota nacional

Una estrategia que ha llevado a Patatas Meléndez a liderar el mercado español, con un 10% de su producción exportada, principalmente a Portugal, Alemania, Bélgica, Holanda y algunos países del este. Uno de sus objetivos es aumentar ese porcentaje, y la nueva planta de Medina será clave para ello porque está equipada para conseguir los estándares de calidad que tiene cada país. «En Europa podemos estar entre las tres primeras empresas de comercialización de patata fresca», añade el CEO de la compañía.

La nueva planta de Medina tiene 21.000 metros cuadrados y está preparada para tratar la patata como si fuera fruta. «Para ello, los movimientos internos se hacen con canales de agua, para que el producto no sufra absolutamente nada», dice Meléndez. Así, la patata se sumerge en un jacuzzi en el que, gracias a las burbujas, se desprende la tierra adherida. Después se distinguen hasta siete calibres diferentes gracias a un sistema de visión artificial. Y en función de estas características, van a un mercado u otro.

Las nuevas instalaciones también suponen un salto en seguridad, robotización y digitalización de procesos para tener «todos los datos de los tratamientos que ha tenido el producto en el campo», para lo que se utilizan drones.

Una apuesta de futuro de un empresario que creció recogiendo patatas y que hoy en día domina el mercado nacional de este producto y aspira a hacer lo propio en Europa.