Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


Un domingo cualquiera

06/12/2020

La vida te cambia en un suspiro. Cuando menos te lo esperas. De un día para otro. Un domingo cualquiera te levantas sin más problemas que esos tan tontos que te deja la cotidianidad y te vas a la cama temiendo que ya nada volverá a ser como antes.
Hace justo dos años de aquel domingo en el que mi familia empezó a cambiar para siempre. Una visita a Urgencias convertía a mi padre en enfermo de un cáncer cerebral incurable con solo 64 tacos. Un par de días más tarde ya sabíamos que nada volvería a ser como antes y que mi padre estaba en cuenta atrás; mi padre, el indestructible, se iba a morir sí o sí en unos meses.
Él quizá tardó un poco más en saberlo y aunque finalmente fueron casi 18 meses de resistencia ante lo inevitable, estoy seguro de que él no hubiera querido vivir ninguno de esos quinientos y pico días de mierda que el cáncer le concedió.
¿A que si, papá? Nunca te habíamos visto así de triste, aunque intentaras ponerte una sonrisa delante de los niños, aunque tratases hasta de jugar con el pequeño Álex... Quizá fue lo único que mereció la pena de ese año y medio, que llegaste a conocer a tu cuarto nieto. La pena es que no te disfrutará como lo han hecho Eva, Inés y Manu. Ni tú de él, que te habría encantado, porque es un fiera este pequeñín; valiente, tragón y poco hablador... muy de tu estilo.
Las niñas siguen tan guapas y se quieren tanto como siempre, aunque la pandemia que nos está tocando de vivir las limite hasta los achuchones tan bestias que se daban. Y Manu ahí va, haciéndose mayor, peleando con su mostachete de preadolescente y con el salto al instituto; la otra noche se acordó de ti, le entró tanta pena, que se tuvo que levantar de la cama a llorar con nosotros.
Todos nos acordamos un montón de ti, y cada vez más del ti sano. Mamá te echa tanto de menos... Está bien y trata de ser fuerte y avanzar en su nueva vida, pero nada es igual sin ti. Has dejado un vacío que es imposible de llenar, pero Henar la cuida un montón; y la familia, por supuesto. Y yo, pues ya ves, me desahogo escribiéndote por si ahí arriba hay quioscos, bares o internet y puedes leerme. Ya me despido, pero que sepas que el coche lo cuido como si fuese a devolvértelo cualquier domingo de estos. Un domingo cualquiera, uno de esos que te cambian la vida.