Churros de Valladolid por los cinco continentes

David Aso
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Industrias José Luis Blanco, que ya vende sus máquinas para elaborar churros en 110 países, enseña a manejarlas en su fábrica con unos cursillos que, pese a durar apenas una mañana, atraen a clientes de medio mundo

Cursos para aprender a hacer churros de Industrias José Luis Blanco - Foto: Jonathan Tajes

Mada y Claudio, jóvenes emprendedores de 30 y 31 años, rumanos de nacimiento y asentados en Alemania desde hace 10 y 20, buscaban por internet ideas y soluciones para poner en marcha una food truck de churros cuando se encontraron con Industrias José Luis Blanco. Será esta empresa familiar vallisoletana, referente mundial en maquinaria de churrería, la que les provea de un equipamiento adaptado a las dimensiones de la furgoneta con la que recorrerán buena parte de su país de adopción de evento en evento, ferias, festivales y demás; y hasta Valladolid se desplazaban el pasado martes para aprender el manejo. Desde Ulm (la ciudad natal de Einstein, entre Stuttgart y Múnich) hasta la calle Aralia (junto a la carretera de Villabáñez, en Las Flores) para hacer de manera presencial un curso rápido específico para ellos dos. Una acción formativa de apenas una mañana, pero suficientemente completa como para que les compensara un viaje también exprés que casi todas las semanas realizan otros muchos churreros tanto nacionales como extranjeros; de Europa y del resto de continentes.

Industrias José Luis Blanco dio el salto a la internacionalización hace más de dos décadas. A finales de los 90, cuando el fundador que da nombre a la empresa cedió el testigo a su hija, Belén Blanco, del exterior sólo atendían pedidos puntuales de clientes muy específicos que les dejaban poco más del 5% de sus ventas; pero ya en 2013 alcanzaron los 50 países y en 2023 los 110. Y en ese tiempo su plantilla ha crecido de 7 a 28 empleados, pese a externalizar diversas actividades.

Su facturación anual, además, ha superado por primera vez en 2023 la barrera psicológica de los tres millones de euros, repartidos casi a partes iguales entre España, el resto de países de la UE y extracomunitarios de los cinco continentes. Por algo han adquirido una nueva nave de 1.600 metros cuadrados frente a sus instalaciones actuales, en obras desde el pasado octubre, que les permitirá duplicar superficie y habilitar así más espacio para la logística y el almacenaje, oficinas y una sala de exposiciones.

Vietnam, Islandia y Nueva Zelanda destacan entre los últimos países a los que han puesto chincheta en el mapa mundi que luce en la pared de una estancia donde coincide que José Luis Blanco está viendo la tele: «Ya son 110», destaca orgulloso al escuchar la conversación de su hija con el periodista, mientras se levanta del sofá para poner rumbo a otra parte. A sus 90 años sigue frecuentando la fábrica, sí. 

Angola, Arabia, Argelia, Baréin, Myanmar, Nepal,Trinidad y Tobago… «Hoy (martes 23 de enero) tenemos paquetes listos para enviar a Catar, Estados Unidos y Reino Unido», apunta Belén sobre la marcha. Los dos últimos países son sus principales destinos en el extranjero: «Pero a mí lo que más me llama la atención sigue siendo lo que vendemos en África, en países como Senegal, Nigeria o Madagascar, y más teniendo en cuenta que nuestras máquinas no son baratas (la mayoría está entre 1.000 y 7.000 euros)». 

Mada probó por primera vez los churros en un restaurante mexicano de Alemania hace unos diez años, según cuenta durante una breve pausa en la formación. Claudio, hace apenas uno durante un viaje a Brisbane, Australia, ciudad a la que también llega Blanco y que lleva a presumir que, «probablemente», aquellos churros salieran de una de sus máquinas. 

Medio centenar de cursos a churreros de 15 países en un año

Por un lado, a estas alturas sorprende sólo relativamente que Blanco esté presente en más de un centenar de países, dada la cantidad de veces que se ha contado al protagonizar numerosas noticias, sobre todo de unos años a esta parte, por la visibilidad pública que ha ganado gracias a reconocimientos de instituciones como la Cámara de España o CEOE. Sin embargo, no tan conocida resulta su faceta formativa, concebida como complemento de su negocio fundamental. Sólo el año pasado organizaron 50 cursos en los que participaron churreros de 15 países; de España y también de Portugal, Irlanda, Noruega, Alemania, Francia, Reino Unido, Israel, Marruecos, Colombia, Chile, Puerto Rico, Canadá, Estados Unidos e incluso Japón.

«Hemos llegado a tener algún curso con clientes de los cinco continentes a la vez», recuerda Belén, aunque eso fue antes de la pandemia. Desde entonces procuran no formar grupos muy numerosos, de ahí que hayan pasado de una veintena de cursos por año a medio centenar; y aunque también desde entonces cuentan con formación online, la gran mayoría sigue siendo presencial. La imparten en inglés, francés y portugués, aparte de español, con la ayuda de Olesea Brasovean, mánager de comercio exterior en José Luis Blanco, de origen moldavo y sobrada de idiomas y capacidad para facilitar que los 'alumnos' comprendan e interioricen las indicaciones de Jesús Muñoz, tercera generación en la empresa (hijo de la actual gerente y nieto de quien la fundó en 1958). 

«Dos o tres veces al año» recuerda Belén que forman también a clientes en destino. Especialmente sonado fue el viaje a Nueva York de Jesús, que dedicó un mes a preparar a quienes llevan el puesto de churros (un food truck) del espacio gastronómico que los cocineros José Andrés, Albert y Ferrán Adriá abrieron en 2019 en la Gran Manzana, bautizado como Little Spain. 

Churros según los gustos de cada país

El año pasado relata Jesús que también estuvo en Washington, donde una persona que estuvo trabajando en el proyecto de Little Spain ha montado otro espacio gastro, «menos turístico que el de Nueva York y más pensando para la gente de allí», explica, «en una zona de oficinas y con un producto adaptado a los gustos de los estadounidenses». Allí son más de acompañar los churros «con colorines: helado y coberturas o toppings de todo tipo», destaca, o en todo caso «batido de chocolate o nutella», en lugar del tradicional chocolate caliente de España. «En México por ejemplo gusta mucho el chocolate picante», añade Belén; «O guacamole y queso en Australia, y hasta ketchup o mayonesa en Alemania», señala ahora su hijo. 

Mada y Claudio, mientras, piensan en yogur helado para la versión callejera que servirán desde su food truck. Así que cada cual con sus propias apuestas pero, en muchos casos, con la aportación del ingrediente base vallisoletano de la maquinaria de José Luis Blanco.