El fuego y la luz regresan un año más al Vítor de Mayorga

D.V.
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La localidad vive con fervor la emoción, tradición y costumbrismo, que sumergen la noche de la localidad terracampina entre el pellejo y la pez

Celebración del Vítor de Mayorga. - Foto: Ical

El fuego y la luz regresaron un año más al Vítor de Mayorga, localidad vallisoletana que hoy celebró de nuevo su fiesta más peculiar e internacional. Se cumple en esta ocasión el 271 aniversario de una tradición que se remonta al 27 de septiembre de 1752, cuando la población recibió, como pueblo natal, la segunda reliquia de Toribio Alfonso de Mogrovejo y Robledo, fallecido en 1606 y canonizado en 1726 por el Papa Benedicto XIII, por su labor de evangelización como arzobispo de Lima.

En aquella ocasión, durante el avance de la comitiva cayó la noche y los vecinos salieron con tés y antorchas para poder iluminar el camino. Se trataba de improvisados ??pellejos de vino en desuso, que se colgaron de varales para iluminar aquella noche. Así nació esta fiesta, declarada de interés turístico nacional.

Desde entonces, cada 27 de septiembre, los mayorganos se reúnen a las 10 de la noche en la Ermita de Santo Toribio, ataviados con ropas viejas, guantes y sombreros, para proteger la piel de "la pez" que cae ardiendo de sus pelejos colgados. de varales. Y hoy la tradición volvió a salir a la calle, junto al estandarte formado por una tabla policromada con adornos en tela y florales, concedido por la Universidad de Salamanca al Santo como uno de sus Doctorados. Detrás de los portadores, la música y la gente que baila y canta a lo largo de toda la procesión.

Pero el camino hasta hoy no fue sencillo, pues en los años 90 del pasado siglo se dejó de fabricar el material que se utilizaba para las botas de vino y la escasez protagonizó este tipo de producto. Por eso, la localidad se afanó en la búsqueda de piel de cabra y se llegó a una solución de consenso. Así, a partir de 1999 se utiliza un material similar que, casi de forma artesana, elaboran los mayorganos con la contribución de su Ayuntamiento, y por el que pagan unos 40 euros. Pellejo lleno de pez y aplastado por un rodillo que asume su forma actual. Y de ahí a la calle a arder.

Cada vecino quema unos siete u ocho pellejos en una noche en la que acompaña la bebida y la comida, vino y queso tradicionalmente, hoy mucho más gracias a las cuadrillas y las peñas de chavales, que son los que aguantan la fiesta.

Los pellejos

Los antiguos pellejos eran odres de cuero, generalmente de cabra que, cosido y "empegado" por la pez por todas las partes menos por la correspondiente al cuello del animal, sirve para contener líquidos para conservar el vino. Actualmente se queman entre 500 y 800 pellejos en la noche de El Vítor, de unos dos kilos de peso. Los más jóvenes calcinan entre siete u ocho.

Y como siempre, el Vítor tomó camino de la Plaza de España acompañado por la música y tras el encendido de la hoguera, de la que partieron los pellejos en fuego. El colofón de la noche se produjo con un espectáculo de fuegos artificiales, al que pone fin el himno a Santo Toribio, cantado a una por los mayorganos. Como recuerdan sus vecinos, mañana, las manchas de pez en el suelo de las calles advertirán que ya queda menos para el próximo 27 de septiembre.