La peor semana de Pedro Sánchez

Pilar Cernuda
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El candidato del PSOE parece desganado, como si no quisiera dedicar excesivo esfuerzo a una campaña que ya da por perdida

El líder progresista no se está sintiendo cómodo en los actos. - Foto: EFE

Sus asesores, y él mismo, pensaban que el cara a cara con Núñez Feijóo iba a ser un paseo militar; nunca dejaron de considerar al expresidente de la Xunta como un parvenu a la política nacional que difícilmente sabía moverse en Madrid, la capital de la política seria. Solo Yolanda Díaz advirtió en alguna ocasión a Pedro Sánchez que no se trataba de un mindundi, trabajaba a fondo, sabía de gestión y se movía bien como parlamentario. 

No parece que Sánchez hiciera mucho caso a su vicepresidenta, y el debate le salió mal, hasta sus medios más afines lo reconocieron. Se había tomado cuatro días para prepararlo, pero alguna lengua viperina de Moncloa contaba que la mayoría del tiempo lo pasó en la piscina para sobrellevar el calor. Que no dedicó excesivo tiempo a estudiar los informes que le habían enviado sus ministros, a memorizar cifras, a atender las sugerencias e indicaciones de quienes serían sus asesores más próximos: su jefe de gabinete, Óscar López, sus amigos y excolaboradores importantes de Zapatero, hoy importantes colaboradores suyos, Miguel Barroso y José Miguel Contreras, y algunos de los expertos en diferentes materias que tiene López en su gabinete. 

También ha habido lenguas viperinas que apuntaban que desde que dejó el gabinete presidencial Antonio Hernando para ocuparse de la campaña que le permitirá ganar el escaño en el Congreso por Almería, se notaba que el equipo de Pedro Sánchez había perdido fuerza. Hernando tenía experiencias y trayectoria que eran indispensables para afrontar un debate con el líder de la oposición y aspirante a la Presidencia del Gobierno.

Antes de que se produjeran las críticas masivas por la forma en la que Sánchez había planteado su debate con Feijóo, algunos profesionales de la comunicación que conocían bien el mundo de la política, y cómo abordar que el problema de que peligra la continuidad del presidente de Gobierno, reconocían su desconcierto ante la campaña de Sánchez. Muy pocos mítines -probablemente porque en la campaña de las municipales y autonómicos había vivido escenas de rechazo y protesta-, multitud de entrevistas en radio y televisión sin haber previsto que los conductores de esos programas le reprocharían que solo se dejaba entrevistar cuando necesitaba el voto ciudadano, y una idea nunca vista hasta ahora: el presidente entrevistando a varios de sus ministros, que vendían a los televidentes los importantes logros del Ejecutivo. 

Los sondeos, que en esta ocasión, y por primera vez en la Historia de la democracia, diferentes medios los publican diariamente, como los tracking que contratan los partidos en las semanas últimas de las campañas, reflejaban que la estrategia de Moncloa en esta ocasión para potenciar la figura del presidente apenas movía las encuestas: la diferencia de 40 escaños entre PSOE y PP, con PP por encima, se ha mantenido uniformemente. Y también uniformemente la suma de PP y Vox superaba ampliamente la mayoría absoluta.

El culpable

La necesidad de que desapareciera esa mayoría absoluta provocó que la estrategia socialista se centrara en denunciar que la única posibilidad de Feijóo de ser presidente era gobernar con la extrema derecha. La denuncia la centraban en las propuestas sociales de Vox más retrógradas, más inquietantes desde el punto de vista racista, xenófobo y anti LGTBI. Al PP le costó borrar la imagen de que defendía lo mismo que Vox, a pesar de que no hubo día en el que tanto Feijóo como los otros candidatos del PP recordaran diferentes intervenciones que echaban por tierra los intentos de la izquierda de identificarla al PP con Vox. 

En Moncloa -Ferraz prácticamente no existe en esta campaña, que gira en torno a la figura del presidente- se mira hacia Óscar López tratando de buscar un responsable, un culpable, del tropiezo que ha supuesto para Sánchez el debate con Núñez Feijóo. Pero hay algo que se advierte de inmediato más allá del papel que haya podido jugar el jefe de gabinete del presidente: a Sánchez se le ve desganado, como si no quisiera dedicar excesivo esfuerzo a una campaña que da por perdida. Ha tomado una decisión insólita, convertir a Rodríguez Zapatero en el principal soporte electoral del PSOE, cuando la oposición tiene un buen número de bazas, sobre todo en lo económico, para tratar de descalificar al expresidente. 

La semana que ahora termina no ha sido la mejor de la vida política del presidente, por no decir que ha sido probablemente la peor semana de su historia política. No logró salvarla siquiera su participación en la cumbre de la OTAN en Lituania, a donde viajó al día siguiente del debate. El presidente español apenas tuvo papel, el protagonismo se lo llevó Biden, como siempre, pero también el turco Erdogan, que levantó su veto a la adhesión de Suecia.

La puntilla, Rufián

De regreso a Madrid, el equipo de Sánchez había preparado un manifiesto de personalidades de la cultura y el espectáculo en el que expresaban su apoyo a Sánchez denunciando además que el PP gobernaría con Vox, que acababa de prohibir actos culturales en varios ayuntamientos en los que había conseguido entrar en las elecciones de mayo. También la Fundación Alternativas, presidida por Nicolás Sartorius, preparó un manifiesto de apoyo, con las firmas de destacados protagonistas de la cultura y de la política. 

A esas dos iniciativas siguieron una decena más en diferentes regiones. Nunca en el pasado se habían dado instrucciones tan precisas para que se pusieran las pilas las federaciones y se dedicaran exhaustivamente a buscar firmantes. Sobre todo cuando desde que se celebraron las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo ha sido muy evidente la desmovilización de los socialistas para las generales. El rechazo al presidente de Gobierno ha pesado más que la simpatía que tenía entre sus propios ciudadanos.

Como último capítulo de una mala semana, en el debate de Televisión Española con los siete portavoces parlamentarios, Gabriel Rufián, de ERC, uno de los socios más importantes del Gobierno, afirmó que el indulto a los independentistas catalanes se produjo por exigencia de Esquerra, y la prueba era que Sánchez había negado que fuera a otorgar esa medida de gracia.

Aún le quedaba otro trago amargo a Sánchez: los tracking de los últimos días le han dado dos o tres escaños más que la semana pasada... pero a costa de Sumar. La suma de PSOE y el partido de Yolanda Díaz, que no cumple las expectativas, no se mueve. Y no alcanza ni de lejos el número de escaños necesarios para repetir Gobierno.