33 años desaparecida y un rastro que se pierde en El Carmen

Alfonso G. Mozo
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Mari es la desaparecida de Valladolid más antigua en los archivos de la Policía. En 2014 se reactivó la búsqueda ante la sospecha de que podía corresponderse con un cadáver sin identificar hallado en 1991 en el río y que fue enterrado en una fosa

Las hermanas de Mari muestran cárteles de búsqueda.

Esta es la historia de Mari. Y de esa familia que la busca sin flaquear. Y de la desazón de sus hermanos por llevar tres décadas sin saber nada de ella, ni de una investigación que tiene aristas desconocidas hasta ahora. Incógnitas ocultas en el silencio de los años. Pesquisas que cerraron en falso... María Dolores Sánchez Moya desapareció la mañana del 24 de julio de 1990 en Medina del Campo cuando iba a coger el tren para desplazarse hasta Valladolid a trabajar. Hace casi 33 años, pero su familia no pierde la esperanza: «Si está por ahí, que sepa que sus hermanos seguimos esperándola».

Jesusa es el alma máter de la incesante búsqueda de sus ocho hermanos. Dice que era «alegre y trabajadora» y recuerda con pesar que tenía «solo 21 años» cuando aquel martes de verano se perdió su rastro. No llegó nunca al piso de Huerta del Rey en el que ejercía de asistenta y cuidadora de niños. «Fue a trabajar y desapareció. Fuimos a la estación y nos dijeron que ese día no había ido... Mari salió de casa y en 800 metros desapareció».

Acudieron a la Policía pero, al ser mayor de edad, se les pidió tiempo por si aparecía por su cuenta. En la casa de los Sánchez Moya siempre han tenido la sensación de que no se puso el celo necesario en este caso: «A mi madre no la dejaron presentar la denuncia hasta tres meses después de la desaparición, aunque hubiera un comisario por ahí que dijera que fuimos nosotros los que no acudimos a comisaría hasta tres meses después, que eso es falso. Y la única búsqueda que hicieron los policías fue preguntar en la casa donde trabajaba Mari, a sus amigos y al chico con el que salía», censura.

El exnovio

Ese hombre siempre fue el principal sospechoso para los Sánchez Moya, sobre todo cuando  descubrieron una carta de Mari dirigida hacia ese exnovio en la que hablaba de agresiones. «Está fechada cuatro días antes de que desapareciera y es por lo que nos enteramos que esa persona había estado maltratando a mi hermana; ella escribió barbaridades de cómo la trataba», confiesa Jesusa a El Día de Valladolid. «Y esto la Policía lo supo cuando al fin recogieron  la denuncia a mi madre, pero al ir a preguntar al chico, él dijo que Mari le había llamado para decirle que estaba en Barcelona en casa de un hermano nuestro, pero eso era mentira. Y lo peor es que nunca se ha investigado esa llamada».

María Dolores Sánchez Moya, en una fotografía de un año antes de la desaparición, en la boda de su hermana Jesusa.María Dolores Sánchez Moya, en una fotografía de un año antes de la desaparición, en la boda de su hermana Jesusa.«Él me reconoció a mí en la cara que la maltrataba, que la pegaba porque, según él, se lo merecía a veces, aunque me dijo que solo del cuello para abajo, que nunca en la cara...», se justificó el exnovio hace 33 años. «Era un maltratador, pero no lo supimos hasta encontrar esa carta de Mari», añade la hermana, quien afirma que él fue siempre el sospechoso para toda su familia. Aunque no para la Policía, que no llegó a detenerle.

Los 90 eran otros tiempos. Para la violencia de género y también para estas investigaciones, ya que, tal como recuerdan fuentes de la Comisaría Provincial de Valladolid, en aquellos años «no se utilizaba el ADN para las investigaciones policiales».

Tampoco se debía compartir la información entre las diferentes comisarías, porque tuvieron que pasar 24 años para que la Policía abriera una vía de investigación que pudiera conectar el hallazgo de un cadáver en el río y la desaparición de esta medinense de 21 años, pese a que apenas pasaran unos meses entre la pérdida del rastro de Mari y la aparición del cuerpo de una veinteañera en el Pisuerga, en la zona del parque Ribera de Castilla.

Fue en 2014 cuando se abrió esa vía, coincidiendo con la puesta en marcha en el Ministerio del Interior de la base de datos de Personas Desaparecidas y Restos Humanos sin identificar (PDyRH). Al cruzar expedientes, recuerdan en la Policía, «se dio una posible coincidencia entre la desaparecida y un cadáver que había sido encontrado en el río Pisuerga en 1991, algo meramente circunstancial, por fechas, edad...», detallan estas mismas fuentes.

Mari, con sus dos hermanas.Mari, con sus dos hermanas.Circunstancial pero suficiente para reactivar una investigación parada casi desde sus inicios y que llevó a la Policía Nacional a recoger muestras de ADN de la hermana deMari de cara a un posterior cotejo con ese cadáver que en 1991 no se había conseguido identificar y que fue enterrado en una fosa común municipal de Nevasa.

Búsqueda en el cementerio

Al saltar aquella coincidencia en la base de datos PDyRH «es cuando la UDEV (de la Brigada Provincial de Policía Judicial) realiza las gestiones pertinentes para localizar donde se encuentra enterrado ese cadáver y tras localizarlo en una fosa (común) del cementerio de El Carmen y con la conformidad de la familia que aporta ADN, se solicita autorización judicial para su exhumación, dando como resultado que no había ningún resto humano compatible con la morfología de la desaparecida», tal como explican fuentes de la Policía Nacional consultadas por El Día de Valladolid.

En efecto, la búsqueda resultó infructuosa. En la fosa común en que tenía que estar el cadáver de aquella joven hallada en el río no estaba ninguno compatible, pero tampoco se llegó a buscar en otras fosas comunes de El Carmen. Esta vía se cerró en falso y sin que nadie diera cuenta de ello a la familia de Mari, tal como confirma Jesusa, que asegura haberse enterado por El Día de Valladolid de que el ADN se le hubiera pedido para el cotejo con ese cadáver que no se llegó a localizar: «La Policía nos llamó para hacernos la prueba de ADN para el registro de personas desaparecidas, pero nunca explicaron para qué». 

«No nos han contado nada de una búsqueda en una fosa común del cementerio de El Carmen en 2014, de eso no nos han informado nunca», asevera Jesusa, quien dice que, en aquella época, llegó a estar «el comisario de Medina en casa explicando cómo reabrir el caso y avisando de que, en caso de que se tratara de un homicidio, ya habría prescrito... pero él no dijo nada de una búsqueda en una fosa común de El Carmen».

La de Mari Sánchez Moya es la desaparición vallisoletana más antigua que figura en los archivos del Ministerio del Interior. Jesusa siempre ha tenido el pesar de que no se hubiera investigado a fondo y lo único que han recibido fue tres «falsas esperanzas» en 2002 y otra más en 2020 cuando se les dijo que había un cadáver en Barcelona que podía ser compatible, aunque con un tatuaje que no llevaba Mari.

«Yo pensaba que en su día sí se había investigado, pero cuando nos hicimos nosotros cargo del asunto, en 2002, porque mi madre murió y mi padre estaba mayor, descubrí que en ese expediente policial lo único que había era la denuncia de mi madre. No han hecho nada, esto lleva en un cajón desde hace casi 33 años. Incluso el comisario que había en 2002 se sorprendió de lo poco que se había investigado y nos pidió disculpas». «Mi hermana nunca ha renovado DNI ni nada, desapareció ese día y ahí se acabó cualquier rastro de Mari. Tampoco tocó jamás las 30.000 pesetas que tenía en el banco», apostilla.

El rastro se Mari se pierde en esos 800 metros que había entre su casa y la estación, aunque ahora la familia sabe que en realidad llegó o fue llevada hasta Valladolid, que Mari puede ser esa joven hallada muerta en el río meses después de su desaparición. Un rastro que se pierde, sin respuestas y con muchos interrogantes, en una fosa común del cementerio de El Carmen.