Alfonso González Mozo

PLAZA MAYOR

Alfonso González Mozo

Periodista


22 años

17/06/2023

La vida son momentos y muchos de ellos los pasamos en esos lugares a los que todos llamamos 'trabajo' con cierto desdén, pero en los que echamos muchas, muchísimas horas; generalmente, más que en casa, con la familia o los amigos. Los periodistas, además, lo somos las 24 horas del día, no solo cuando estamos sentados al ordenador, sino también durante un paseo, tomando una caña o esperando en un semáforo, siempre que una fuente te llama para contarte algo o cuando se te ocurre tal o cual reportaje. 
El periodismo se aprende sobre la marcha, igual que a conducir. Sales de la facultad con conocimientos básicos y el título, pero, como con los coches y el carné, hay que ponerse al volante y empezar a conducir. A llamar a los que están al otro lado, a escribir y dar vueltas a titulares, a conseguir fuentes... Yo recuerdo bien los nervios que suponía hasta redactar un breve en aquellos inicios en que agarras el volante del periodismo con las dos manos.
El 1 de noviembre de 2002 firmé mi primer contrato con El Día de Valladolid en la vieja sede del pasaje de La Marquesina. Por entonces, aún vivía con mis padres, ni había pensado en tener hijos y mi experiencia se resumía en unas prácticas en el gabinete de comunicación de la Cámara de Comercio y en las dos televisiones locales que había en la ciudad a finales de los 90. Al acabar la carrera, una efímera aventura en Ronda y otra en el que posiblemente fue el primer periódico digital de Valladolid, cuando aún lo de internet era residual...
Entré en esta casa hace 22 años como uno de los colaboradores del equipo de suplementos, escribiendo de casi todo. Meses después, me ofrecieron un puesto en la primera redacción de fin de semana de El Día y, tras un año de sábados y domingos laborables, me convertí en el redactor de sucesos y tribunales. Ocho años más tarde, Promecal confiaría en mí para una jefatura que he intentado desempeñar con justicia, profesionalidad y generosidad, sin dejar de ser aquel chaval que empezó en los 'suples', pero asumiendo la responsabilidad que tocaba y tratando siempre de buscar lo mejor para el periódico, trabajando en equipo y dejando a un lado los egos en pos del bien común.
Hoy, media vida después, digo adiós (o hasta luego) a esta casa a la que considero mi casa para afrontar, con lágrimas en los ojos pero muy ilusionado, un nuevo reto al otro lado del oficio.