Zhang Lu teje un mosaico de heridas en 'The Shadowless Tower'

D.V.
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La película desentraña con suave cadencia los misterios que envuelven a un hombre de mediana edad que necesita reconciliarse consigo mismo

Un fotograma de la película.

La familia, uno de los inabarcables grandes temas de la narrativa universal, es el epicentro de 'The Shadowless Tower', la nueva película del cineasta chino Zhang Lu, que cerró hoy la competición oficial de la 68 Semana Internacional de Cine de Valladolid. A lo largo de casi dos horas, los espectadores acompañan al protagonista en su deambular vital, mientras él intenta, con más o menos fortuna y dificultades, poner cada pieza del deslavazado puzle de su vida en su sitio.

A lo largo del metraje, el realizador reconstruye junto al protagonista un mosaico plagado de silencios, heridas sin cerrar y ausencias que atenazan a los personajes principales, todos ellos personas normales, sin grandes aspiraciones ni sueños, seres anodinos incapaces siquiera de dejar sombra a su paso. Así sucede de forma muy especial con Gu Wentong, el protagonista, un poeta frustrado de mediana edad obligado a reinventarse como crítico gastronómico en el Pekín contemporáneo.

Como sucedía por ejemplo en 'Incendies', de Denis Villeneuve, la muerte de la progenitora es el desencadenante de la trama. La película arranca con Gu, su hermana y el marido de esta yendo a dejar flores de su madre al cementerio junto a una niña pequeña el día de Todos los Santos. Al llegar al a lápida comprueban que allí reposa ya un escueto ramo, y la pregunta de quién pudo haber dejado esas flores en la tumba es la que comienza arrojar luz sobre los silencios incómodos que han rodeado a esa familia desde hace décadas. 

La vida del protagonista da un vuelco cuando irrumpe en ella Oyang, una despreocupada veinteañera procedente como él de Beidaihe, que se ocupa de hacer las fotos de sus críticas. Es su llegada la que le empuja a moverse y a salir de su precaria zona de confort. Como una extraña pareja, la relación entre ambos se va desplegando con vínculos paterno-filiales por momentos, o de flirteo amoroso en otros, siempre bajo el cobijo de la gran Pagoda Blanca, uno de los monumentos más icónicos de la capital china, que ha visto durante cerca de diez siglos cómo se encendían y apagaban las vidas de miles de personas anónimas a sus pies. 

Esa es la torre sin sombra del título, como lo son también los personajes que pueblan este relato intimista, de silencios espesos y secretos densos, que apenas dejan un resquicio para que los personajes respiren. No es casual el guiño del film a Shangguan Yunzhu, cuyo retrato preside la parca habitación donde gasta sus horas el padre del protagonista. Ella fue considerada una de las actrices más talentosas y versátiles de China entre los años 40 y 60, y se cuenta que incluso llegó a vivir una aventura con el líder del país, Mao Zedong, si bien el estallido de la Revolución Cultural la convirtió en persona non grata y acabó suicidándose con apenas 48 años. 

A ella, dueña de sus silencios y de su destino, le rinde tributo el padre del protagonista, que es en realidad el eje en torno al cual pivota la trama. Lo que a él le sucedió cuando sus hijos eran pequeños, la ruptura con su mujer y su oscura vida a partir de entonces, marcará el destino del resto de los personajes, desesperados por alcanzar una imposible y ansiada reconciliación.

La ligazón al pasado (el recuerdo de ese padre ausente es el que liga a Gu Wentong a la pagoda, pero son también los recuerdos los que atan al propio padre al lugar donde gasta sus días) es la que encadena a tierra a los personajes, presas del desamor y del inexorable fracaso, mientras sueñan con alzar el vuelo como las cometas que metafóricamente aparecen en momentos claves del film.