"Nuestras tradiciones siguen interesando"

Ical
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La fotógrafa manchega Cristina García Rodero protagoniza un documental dirigido por Carlota Nelson que pretende "regalar al mundo" la oportunidad de conocer su obra en la gran pantalla

La fotógrafa Cristina García Rodero junto a la autora del documental de Carlota Nelson ‘Cristina García Rodero: La mirada oculta’. - Foto: Ical

En Mayorga (Valladolid) es una eminencia, pues ha retratado la fiesta del Vítor desde hace décadas; en Castrillo de Murcia (Burgos) tienen una fotografía suya en un lugar de privilegio; ha impulsado el conocimiento de las Mascaradas de Zamora; y en Bercianos de Aliste dio el empujón necesario para que fuera conocida a nivel internacional. "Hay muchas personas a las que le siguen interesando nuestras tradiciones. Antes éramos pocos". Cristina García Rodero (Puertollano, 1949), primera persona de nacionalidad española que formó parte de la prestigiosa Agencia Magnum, nos recibe durante diez cortos minutos en Valladolid, donde hace parada procedente de la India y antes de partir mañana a México. En la ciudad castellana presenta hoy, en el marco de la Semana Internacional de Cine (Seminci), la película documental sobre su vida y obra, dirigida por Carlota Nelson, quien la acompaña en una intensa jornada que concluye este viernes en el Teatro Zorrilla con su proyección, un coloquio y la entrega del Premio Especial a la Creación Artística a la fotógrafa.

La idea de elaborar este documental nace en 2010, ¿cómo surgió y cómo se plantea una película con una de las fotógrafas más importantes del país?

Carlota Nelson: Yo conocí la obra de Cristina cuando salió su libro 'España Oculta' en 1989. Resulta que a mi madre le encantaba regalar ese libro a sus amigos extranjeros que venían de visita y entonces había siempre copias del libro y ya me fascinó. Más tarde, en 2001, la conocí personalmente en el festival 'Burning Man', en el desierto de Nevada (Estados Unidos), con lo que esa "fascinación se triplicó". Yo quería contar en el documental no solo la obra de Cristina al gran público, sino también regalarle la oportunidad de ver su obra en la gran pantalla.

¿Qué es lo que más le ha atraído de ella y de su trabajo?

C.N.: De ella me atrae su autenticidad y su compromiso vital con el impulso creativo. Aunque ella dice que no habla bien, yo creo que todas sus reflexiones llegan además en un momento muy importante, porque hoy en día parece que prima la calidad relativa, la gratificación inmediata, el afán por querer ser famoso y rico, esfuerzo cero... y creo que todas estas reflexiones son importantes y necesarias.

¿Cómo ha sido el proceso de adaptación para intentar que Cristina sea protagonista, una persona a la que principalmente le gusta ser invisible?

C.N.: Eso fue un reto, porque Cristina es una persona de palabra y ya en el 2010 decidimos hacer el documental. Seguimos hacia adelante, pero yo creo que ella, en algún momento dado, seguramente se habrá arrepentido porque la gusta esa invisibilidad. No es que no busque el protagonismo, es que lo rechaza, absolutamente.

Había reflejado numerosas fiestas, ¿cómo ha sido para el grabar estas tradiciones tan rocambolescas y tan anárquicas en muchos casos?

C.N: A mí me fascinan, y sobre todo desde el punto de vista de Cristina. Pero fue difícil. Nosotros nos adaptábamos a su agenda y a las fiestas que ella decidía hacer y nos hemos metido en fuego, en agua, en avalanchas en la India… Ha sido difícil, pero creo que ha merecido mucho la pena.

La película comienza con el Vítor de Mayorga, que Cristina conoce muy bien ¿Por qué decide comenzar el documental con esta fiesta?

C.N.: Me gustaron mucho los planos que sacamos de ella de espaldas, que se metía entre la gente y tenía que trabajar muy cerca, iba muy bien con esos testimonios de ella de que necesita estar muy cerca.

Cristina, tras la publicación de 'España oculta' en 1989, el sector de la foto en este tipo de fiestas y costumbres repuntó. ¿Qué es para usted el Vítor?

Cristina García Rodero: Quizá es una fiesta muy diferente a todas las demás. A mí me encanta el fuego, que es muy difícil de fotografiar, pero da una luz muy bonita. En Mayorga es muy diferente a todas. Siempre me han tratado bien y siempre que he podido he venido. Yo recuerdo que yendo un año tuve un accidente grave, que si no llegó a ir a poca velocidad, porque estaba la carretera en obras, me podía haber quedado en el camino. Y recuerdo que, con la cabeza abierta, sangrando, quería ir al Vítor y la médica de un pueblo donde me atendieron me advirtió de que me podía desmayar. Y entonces opté por el sentido común y volví a Madrid. Es dificultoso y peligroso, porque te está cayendo la brea ardiendo y te quemas. Aunque vayas protegido, siempre terminas quemándote; pero es hermoso, es una fiesta hermosa, es una fiesta de unidad entre todos y es fotogénica también, pero la disfrutas, te parece única, porque es única, la verdad.

¿Y sobre las mascaradas de Zamora?

C.G.R.: Zamora es una de las provincias más queridas para mí, como otras de la Raya con Portugal, quizás porque es la parte que ha guardado mejor sus tradiciones. Las mascaradas las conozco muy bien, como las procesiones de Semana Santa, y siempre es un placer ir. A mí me gustan los pueblos pequeños porque entras en contacto con la gente, porque tienen generosidad contigo, te tratan bien, te conocen de un año para otro y ya formas parte casi también con ellos. Y me encuentro muy a gusto en Zamora, una de las provincias más ricas en cuanto a tradiciones. Quizás yo he sido la que más veces he ido a la Semana Santa de Bercianos de Aliste y la que he dedicado más tiempo, pero no he sido la primera ni seré la última en trabajar allí. Hay muchas personas a las que le siguen interesando nuestras tradiciones. Éramos pocos para la riqueza que tiene España, pero sí que en cada provincia había gente dedicada a la fotografía y sus tradiciones porque las valoraban.

En Castrillo de Murcia (Burgos), gracias al Colacho, también le han reconocido tu trabajo.

C.G.R.: Pues quizás no haya habido una publicación anterior a la mía, yo no la recuerdo, pero es una fiesta también única. He visto cosas parecidas en México y en otros lugares de personas que pasan por encima de los que se tiran en el suelo. En México eran niños, pero no recién nacidos como en Castrillo, y en la India son personas mayores que se tiran delante, las personas que tienen poderes de Dios. Cuando salió el libro publicado en 1989 volví para regalarlo, porque es una foto querida y el hombre había muerto de un ataque al corazón. Se lo di a su hijo y al hijo se le caían las lágrimas cuando vio a su padre fotografiado.

En el documental queda patente que para ti el paso del tiempo es una losa por todo lo que te queda por hacer. ¿Le queda algún trabajo por hacer o que creas que está incompleto?

C.G.R.: Todo es incompleto, es imposible que una persona sola y en las condiciones que yo he viajado pueda atreverse con todo. Yo lo he compatibilizado con las clases cuando era profesora, los últimos 18 años en la Facultad de Bellas Artes. Eso te suponía un trabajar a diario ¿Cuándo podías escapar? Pues los fines de semana o en vacaciones. Si fuera un equipo con presupuesto pues yo creo que en lugar de haberme costado 15 años, 'España Oculta' lo hubiera podido hacer en siete, incluso al menos. Pero las fiestas son una vez al año y tienes que esperar, porque las importantes también suceden al mismo tiempo y tienes que ir también haciéndote tus itinerarios, porque España es muy grande también para recorrerla, y menos si también vas a otros países. Tienes que conformarte y admitir que no eres un dios todopoderoso que estás en todas partes, como el Espíritu Santo, que eres un ser humano con muchas limitaciones, y cada vez más, porque vas siendo más mayor. Tienes que intentar hacerlo bien, entregarte, de corazón, darlo todo. No ahorrar energías, porque se me puede estropear la cámara o me la pueden romper. En el Vítor, por ejemplo, vuelves con una cámara que queda inservible. Los botones para mover las velocidades se quedan atascados porque está la brea dentro, el objetivo no te enfoca. Hubo un año que me salieron muchas fotos desenfocadas y yo no lo entendía; y era la brea que se había metido en el objetivo y que no podía enfocar.