Solo unos acordes de su guitarra son necesarios para identificarle. Es Paco de Lucía, el científico del instrumento musical más español. Su genio le ha convertido en eterno y decenas de especialistas trabajan para desgranar una obra que ya forma parte de la Historia.

Así lo ha hecho el autor del ensayo Paco de Lucía. El primer flamenco ilustrado (Almuzara). Manuel Alonso Escacena ha escrito este libro con motivo del décimo aniversario de la muerte del gaditano, que se cumple este sábado. Guitarrista aficionado y abogado de profesión, Alonso Escacena, asevera que el músico contradijo el socorrido tópico de que el flamenco es un arte «que se lleva en la sangre» o que se trata de un talento que procede de una dimensión esotérica. Muy al contrario, demostró que es un arte que puede aprenderse y en el que se puede profundizar estudiando.

«Paco de Lucía llevó el flamenco de un supuesto conocimiento mitológico a una metodología que no es otra que la de la Ilustración», indica el autor para justificar el título de su ensayo, que supera las 400 páginas y está basado en entrevistas personales y extensas con las 21 personas, del ámbito familiar y artístico, más próximas al guitarrista.

Esa dimensión artística, profesional e intelectual de De Lucía fue la que llevó a Alonso Escacena a abordar la figura del guitarrista y compositor no con una biografía -«ya se habían publicado cuatro, y muy bien escritas, como la de Juan José Téllez»- sino con una aproximación biográfica, con un análisis de su personalidad y un perfil de su carácter.

Ni indolente ni desclasado

Si hubiera que elegir un solo adjetivo para esa personalidad, el autor dice que no es un recurso fácil el de recurrir a «indefinible», porque en efecto lo era, como era también «un hombre de extremos; en una ocasión se definió a sí mismo como indolente, pero ¿indolente un tío que publica casi 30 discos, que da el número de conciertos que él dio y que con más de 70 años se embarcaba en giras interminables?»

«Vivió con la obsesión de que los suyos lo consideraran un desclasado», precisamente por esa actitud de considerar que el flamenco debía estar más alejado de la juerga que de la profesionalidad y el academicismo: «Él nació en una familia flamenca y aunque optara por el raciocinio el hombre no es solo raciocinio». «Cuando tocaba con el sexteto, su propio padre le preguntaba que aquello qué era; y eso le suponía un quebranto», un sentimiento que resultaba más acusado en un hombre que «tenía un lenguaje muy refinado, se expresaba verbalmente de una manera exquisita».

Como ejemplo de ese refinamiento, Alonso Escacena pone la respuesta que Paco de Lucía dio a un entrevistador que le preguntaba sobre si había roto los moldes: «No, lo que yo estoy rompiendo son las formas, no los moldes», contestó.

«En efecto los moldes son la armonía, el compás, los palos; pero donde cualquiera metía tres notas, Paco de Lucía metía treinta y tres, sin salirse del ritmo; o sea lo mismo que hizo Juan Sebastian Bach, quien tampoco rompió ningún molde», especifica el autor, para añadir que el guitarrista, además, siempre trató de «cargar de dignidad al flamenco».

Rechazo a los Stones

Ese sentido de la dignidad del flamenco le llevó a actuar con músicos como Chick Corea, Wynton Marsalis o Al Di Meola, y a rechazar acompañar a Julio Iglesias o a los Rolling Stones, o sea «tocaba con, no tocaba para; tocaba con músicos que eran sus iguales, pero esa carga de dignidad que quería para el flamenco le impedía actuar como comparsa».

Sobre si Paco de Lucía fue la cima de la guitarra flamenca o una de las cimas, Alonso Escacena opina que si se habla de cimas, Paco de Lucía «sería una montaña encina de otra montaña; una revolución del nivel de la que supuso operar sin anestesia a operar con anestesia; es como comparar un coche de caballos con un Tesla».

«Manolo Sanlúcar decía que este hombre, a quien no sabía de guitarra le encantaba y a quien sabía de guitarra lo volvía loco. Hubo profesionales que colgaron el instrumento después de escuchar a Paco; nadie en el flamenco ni en el mundo de la crítica le ha puesto jamás ni un pero; no existe sobre él una opinión disidente ni siquiera matizada; y sigue volviendo locos a raperos y youtubers de 20 años», afirma.

Tras haber revisado más de 300 vídeos y entrevistas con el artista, el autor de este ensayo concluye: «Él no fue consciente de su propio genio por su perfeccionismo, un perfeccionismo que le impidió convertirse en un divo, no dejó ni una frase autoelogiosa...». Se cierra el círculo de Paco de Lucía. «Otra vez la actitud del científico».