Locos por los puzles

Javier M. Faya
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La Cúpula del Milenio acoge hasta el domingo el Mundial con gente de diversos países

Campeonato mundial de puzzle en la Cúpula del Milenio - Foto: Jonathan Tajes

Mario está feliz. A sus 13 años ya sabe lo que es disputar un Mundial de puzles y no lo ha hecho nada mal, sobre todo teniendo en cuenta que ha sido el más joven en disputarlo, todo un logro. Ha formado pareja con su madre en una cita que se ha consolidado en Valladolid. "Yo lo recomiendo, son difíciles de montar, muy interesantes, y luego quedan muy bien", asevera, mientras su madre, Lorena, que le inculcó el amor por este pasatiempo (también a sus otros dos hijos), asiente con la cabeza. Se les ve contentos. Han pagado la 'novatada' (y 30 euros) de soportar los ruidos porque es un follón y lo que hay que intentar es concentrarse, y encima les tocó la 'suerte' de tener como vecina a una chica extranjera que no dejaba de gritar y aplaudir frenéticamente cada vez que alguien terminaba su 'obra maestra'.

Por cierto, el chico tiene tablas porque ha sabido dirigir con maestría a su progenitora. Y es que la paciencia es necesaria para ir colocando las piezas poco a poco, pero, claro, la hora y media que te conceden los jueces al final pasa volando.

Algo así pueden decir Linda y Silje, dos simpáticas noruegas que observan cómo se baten el cobre sus compañeras, Linn (hermana de Linda) e Ida. Se parten el eje cuando les echo en cara que se han ido de tapas por la capital y han dejado 'tiradas' a sus amigas… Pero nada de eso. Ellas ya cumplieron. Por cierto, están encantadas con el sol y prometen volver el año que viene. "Es muy bello Valladolid", sostiene Linda. Las dos reconocen divertidas que son muy friquis. 

Pily y Paula son argentinas como demuestran las camisetas que llevan puestas de la selección albiceleste, así como las banderas del país sudamericano que llevan colgadas del cuello a lo Supermán. Vienen de Barcelona. Acaban de caer eliminadas en la modalidad por parejas (finalizaron en el puesto 66 y se clasificaban los 30 primeros) y confían en tomarse la revancha mañana al mediodía, en grupos. Serán cuatro. Se les une un compatriota y un amigo francés. ¿Un Mbappé? "¡Esto es otra cosa!", responde Pily, que se ríe con ganas.

Tienen mérito porque llegaron anoche a eso de las once y media tras pegarse una paliza desde la Ciudad Condal. Iban cuatro adultos, una niña y una perrita ("Nos conocimos en otros concursos"). Fue salir del trabajo… ¡Y a la aventura!

Valladolid les encanta y no habrá juerga nocturna, aunque sí rica cena con compatriotas (cuatro han venido desde la patria, concretamente de Mendoza y Buenos Aires, y dos de Valencia). Ya se conocen la ciudad del año pasado, y las recomendaciones de conocidos e internet ayudan lo suyo.

Orgullosas de su país, esperan tocar la gloria puzlera.

Están nerviosas porque esta tarde, en la final individual, hay una del grupo, recién aterrizada de la capital argentina.

Cerca de allí hay una chica venezolana disfrutando con el ambientazo que hay que nos hace una confesión: tiene un pequeño grado de autismo y recomienda a los padres que tengan niños con esa enfermedad que hagan puzles. Bueno, y a los adultos con ese mal: "Todo lo que sea concentrarse ayuda muchísimo".

Mientras, en el interior de esta Torre de Babel en la que se ha convertido la Cúpula del Milenio, justo en la entrada, al lado de dos tiendas (de puzles y camisetas, una de ellas solidaria con Ucrania), dos francesas disfrutan enfrentándose risueñas en un duelo individual.