Hace unos 365 días, Ronald Araújo, después de la victoria del Barcelona sobre el Real Madrid, sentenció que había «comenzado una nueva era», en referencia a que el cuadro culé estaba de vuelta. Un año después, el hundimiento de un equipo raquítico, que encadenó 20 partidos ganando por la mínima, ofreciendo una imagen que no corresponde a un 'trasatlántico' del calado de ese club, se confirmó ayer en Riad. La final de la Supercopa de España encumbró a un bloque merengue muy eficaz, que no tuvo clemencia de un rival al que goleó (4-1) y al que deja sumido en una nebulosa de dudas.
Parecían emularse los dos entrenadores cuando los 22 jugadores se dispusieron sobre el verde del Al-Awwal Stadium, ya que los dos equipos dibujaron un sistema similar. Carlo Ancelotti, por un lado, apenas varió su once. Sí metió de partida a Toni Kroos, suplente contra el Atlético en semifinales. También varió en la portería. El interminable debate sobre el elegido para salvaguardar los intereses merengues en la puerta más complicada del planeta escribió un capítulo más. Andriy Lunin se llevó esta vez el gato al agua, y también extenderá su protagonismo hasta el nuevo derbi de Copa del Rey del jueves, según confirmó el técnico en la previa.
Por otro lado, Xavi Hernández regresó a los orígenes, al esquema con el que le había ganado otrora la partida a su eterno rival. Con cuatro centrocampistas, con Pedri liderando una medular creativa con Ilkay Gündo?an y Frenkie de Jong, que estuvo flanqueada por Sergi Roberto, el egarense quiso adueñarse del balón, sabedor de que el equipo no pasa su mejor momento en defensa.
Vinícius y Rodrygo tumban al Barça y conquistan la Supercopa - Foto: JUAN MEDINAY así lo plasmó el bloque azulgrana en los primeros instantes de un duelo que pronto comenzó a poner las cartas boca arriba. Ya que la aparente personalidad con la que salió el Barça, instalado en campo contrario y buscando una portería que casi encuentra por medio de Ferran Torres, se difuminó por completo en la primera puñalada de los de Chamartín.
Jude Bellingham recibió en el círculo central y desde ahí, sin presión, Vinícius se coló a la espalda de la zaga culé. El inglés filtró un envío con una sensibilidad que, combinada con la potencia salvaje del brasileño, se transformó en el 1-0 a los siete minutos, con el extremo definiendo sin problemas desbordando a Iñaki Peña.
Apenas se recuperó del golpe el combinado catalán cuando su táctica de achicar muy arriba sufrió otro cortocircuito. El pasador blanco, sin agobios, atisbó otra carrera de Rodrygo a campo abierto. El atacante recibió con yardas por delante, ganó línea de fondo y le regaló el 2-0 a Vinícius.
Como un muñeco en manos de un niño que no sabe con qué jugar, el Barcelona recibió un zarandeo del que tuvo que pararse y ubicarse para recuperar el equilibrio. Casi lo logra en una acción aislada en la que Ferran Torres, el más incisivo de los azulgrana, se chocó con el larguero.
Esperanza
Paulatinamente, y más fruto de la relajación merengue que del juego blaugrana, el Barça fue acumulando balón en campo contrario. Pese a que las dudas se mantenían en cada pelota a la espalda del contrario, el Real Madrid le dio una alternativa a su adversario al abusar en demasía de ese plan. Así, en una eterna secuencia de pases, el bloque de Xavi metió a los blancos en su área, una pasividad que generó el cambio de gesto de Ancelotti en la banda. Mueca a la que sucedió un derechazo imparable de Lewandowski desde la frontal en un mal despeje rival. La fuerza de la ejecución y los jugadores en la trayectoria del disparo evitaron cualquier reacción de Lunin.
La esperanza culé de volver a nivelar la contienda era una realidad. Los catalanes habían sobrevivido a la efectividad que los de Chamartín llevan en el escudo y a sus propios fantasmas, pero estos aparecieron otra vez antes del descanso. Araújo, siempre sólido contra Vinícius en los clásicos, cometió penalti sobre el brasileño, que desde los 11 metros tuvo la oportunidad de cerrar su 'hat-trick' y decirle al mundo que está de vuelta tras varias lesiones.
La frustración del Barça era palpable. A la que se animó hacia el empate recibió un nuevo gancho al mentón. Sin embargo, llegó al descanso instalado en el área rival y exigiendo a Lunin.
Sin tregua
Una especie de armisticio anido en el césped tras el paso por los vestuarios, sobre todo por parte del Real Madrid, que optó por reservar pólvora. Sin pasar apuros, el equipo de Ancelotti pasó a protegerse en su campo, aunque cuando Xavi quemó las naves con los primeros cambios, llegó la sentencia.
Otro error de Koundé, que en un intento de despeje lo que hizo fue dejar el cuero franco para Rodrygo, fue la llave que abrió la puerta al 4-1 obra del brasileño, la diana que le puso los lazos blancos al trofeo de la Supercopa y pone todos los focos sobre la figura inerte que yacía en el área técnica culé: Xavi.
Para ahondar en la desgracia blaugrana, Araújo fue expulsado al ver la segunda amarilla al cometer una falta sobre Vinícius, que lo desbordó como nunca en un clásico. A partir de ahí, el compromiso fue un ida y vuelta, con los merengues intentando por todos los medios lograr un quinto tanto que pusiera la llamada 'manita' en el marcador.
El Barcelona pudo recortar distancias, pero Lunin reclamó su protagonismo en una final de la que la escuadra azulgrana sale especialmente tocada al caer en el segundo clásico del curso.