"Necesitamos los abrazos"

María Albilla (SPC)
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El escritor, finalista del Premio Planeta 2019, explora en su nueva novela el erotismo y el amor romántico en una pareja madura que se atreve a enamorarse, tocarse, besarse y disfrutar de la pasión

"Necesitamos los abrazos"

Manuel Vilas construye en Los besos (Planeta) una  particular Casablanca. Como Ingrid Bergman y Humphrey Bogart, Salvador y Montserrat se enamoran cuando en el mundo impera el caos. En la película era la Segunda Guerra Mundial. En la novela, la pandemia de coronavirus. Y de ahí sale una historia deliciosa llena de utopía, romanticismo y verdad en la que guarecerse del desasosiego del mundo exterior.

¡Quién iba a pensar que de la pandemia podría surgir una historia tan bella! ¿Qué le inspiró?

La intención era crear un lugar donde toda la ferocidad del mundo causada por la pandemia quedara desactivada. Mi obsesión era buscar un sitio en el que no entrara nadie. Y pensé que una historia de amor era un lugar luminoso, un sitio cálido donde la experiencia de los seres humanos tiene sentido, donde hay belleza, donde hay claridad... En el amor es donde un hombre o una mujer tiene sentido.

En Casablanca, Ingrid Bergman le dice a Humphrey Bogart cuando entran los nazis en París: ‘El mundo se está derrumbando y tú y yo nos enamoramos’, pues es lo mismo pero ahora con un virus.

Es que el amor puede ser un salvavidas para el ser humano, ¿no cree?

Exacto. Y eso ya lo sabíamos, pero era conveniente recordarlo.  

¿No era extraña la sensación de pensar en caricias y en besos entre tanto sufrimiento y aislamiento?

Era casi subversivo, pero era el lugar que yo quería salvar. Hay tantas cosas que emponzoñan la vida, que a lo que yo aspiraba como escritor era a diseñar una región interior que es el corazón de estos dos enamorados, en la que se pudieran guarecer de esta tormenta histórico social que llega. La gestión de la intimidad, lo que un ser humano junto a otro es capaz de hacer, es el único lugar en el que yo veía esperanza e ilusión. 

¡Es usted un romántico!

Sí, sí, claro. Por eso el libro es una apuesta por el romanticismo, por la subjetividad, por la belleza, la espiritualización del amor. Salvador  está obsesionado porque la relación con Montserrat sea hermosa, utópica... Adora todo lo que viene de ella; ella es una diosa. Y me parece precioso. Si nos cargamos eso, no sé qué nos va a quedar.

Pero aunque comparta ideales con su protagonista, esta novela no es autobiográfica como las anteriores.

A pesar de no ser autobiográfica, Salvador tiene mucho de mí y Monstserrat más aún. Me veo en ella. Eso que hace de anestesiar la culpa caminando por Madrid durante horas es muy mío. 

Las separaciones y divorcios bajaron un 13 por ciento en 2020 por el impacto del coronavirus. ¿Era momento para el amor?

Ahora que he vuelto a tener contacto con los lectores, algunos me cuentan que se han enamorado en esta pandemia. Otras se habrán divorciado. Es el ciclo de la vida.

¿Cómo cree que sería vivir sin amor, sin contacto?

Si no tienes un espejo la vida te puede volver loco. Necesitamos un espejo en el que mirarnos porque ahí es donde entendemos quiénes somos. La persona de la que uno o una se enamora actúa de espejo. Por eso exploro en la novela mucho la intimidad. Estando desnudo, física y psicológicamente, delante de la persona que amas se produce el conocimiento, la otra persona te ve y tú te ves a ti mismo a través de esa mirada. Es la construcción de la intimidad, de un espacio sagrado en el que dos seres humanos descansan de la máscara social y los roles que tenemos en nuestras vidas. 

Ahonda en la intimidad de dos personas adultas reivindicando el sexo más allá del fervor juvenil.

Sí, es una de las reivindicaciones de esta historia, el amor en la madurez. Veo que en este mundo hay una discriminación por edad pese a que han caído otras muchas, pero esta no ha sido vencida. Las actrices se suelen quejar de que no hay papeles para ellas cuando tienen 50 o  60 años. Me parece alucinante. Me enfada muchísimo este tema. Es una marginación terrible.  Me parece tan grave como el Me too. O que no contraten a personas de más de 55 años que están sin empleo... Esa discriminación por la edad no la ve nadie y también es odiosa. 

¡Con lo bien que están las mujeres y los hombre con los 40 cumplidos!

Eso lo dice Salvador en la novela. Él ve más belleza en Montserrat porque ha vivido y eso se ha transformado en belleza física y psíquica. Él no se hubiera enamorado de una mujer de 30 años. Es consciente de la belleza de la plenitud de la mujer.

Ahora que poco a poco volvemos a la vida añorada, ¿ha aprovechado a dar y recibir los besos que la pandemia le robó?

Lo intento. Al menos soy consciente de la importancia que tienen en la vida de una persona e intento darlos y que me los den.

Eso que ahora tocarnos parece algo contra natura...

Se ha generado una desconfianza en la vida. Se ha creado un mundo más frío a pesar de que necesitamos los abrazos. Son como una especie de pasaporte que nos lleva el uno al otro.

El Quijote se cuela entre las líneas de este libro y hasta le da contexto. 

Hay muchas cosas de este libro. El Quijote es un himno a la tolerancia y es una paradoja que en el país donde se inventó la tolerancia seamos tan intolerantes. Yo reivindico esta obra porque hay tolerancia y porque hay indulgencia a hora de mirar al ser humano. Hay generosidad con la vida. Es una obra absolutamente luminosa y esperanzadora. Salvador construye un ideal amoroso como hizo Don Quijote. Es una utopía amorosa.