Tres años de prisión por abusar de dos empleadas del hogar

D. V.
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El TSJ confirma la condena que ya había impuesto la Audiencia de Valladolid a un hombre que contrató a dos mujeres para el cuidado del hogar y de su madre, pero que las utilizó para prácticas de fisioterapia que derivaron en abusos

Sede del TSJCyL en Burgos. - Foto: Europa Press

El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León ha confirmado la condena de tres años y tres meses de prisión impuesta por la Audiencia de Valladolid a un hombre que abusó sexualmente de dos mujeres a las que contrató como empleadas del hogar y para el cuidado de su madre, y que, con el pretexto de utilizarlas como 'conejillos de indias' para realizar prácticas de fisioterapia, las sobó por todo el cuerpo.

En su fallo, la Sala de lo Civil y Penal del TSJCyL, con sede en Burgos, ha desestimado el recurso de apelante y confirmado en todos sus términos la sentencia de la Sección Segunda de lo Penal de la Audiencia de Valladolid, de fecha 31 de julio de 2023, que impuso al encausado una pena de un año y un mes por un delito de abuso sexual y otros dos años y dos meses por otro delito continuado de abuso sexual, prohibición de acercarse a sus dos víctimas o comunicar con ellas, junto con su inhabilitación global por espacio de siete años y medio para cualquier trabajo que implique contacto con menores y el pago de indemnizaciones de 2.000 y 3.000 euros en favor de las denunciantes.

El acusado, al menos desde el año 2019 accedía a través de internet a páginas web donde se anunciaban mujeres para el cuidado de niños, remitía mensajes a las demandantes indicando que buscaba una persona para hacer compañía a su madre tres horas al día por lo que abonaría 60 euros diarios, añadiendo que estaba estudiando fisioterapia y que la destinataria del mensaje debía dejarle media hora su espalda para que él practicara, según la información del Gabinete de Prensa del TSJCyL recogida por Europa Press.

Hechos probados

Una de las víctimas comenzó a trabajar para él en la primavera de 2019, si bien nada más empezar comprobó que su tarea se centraría exclusivamente en ser objeto de masajes, sin que prácticamente realizara tareas de limpieza y sin que llegara a conocer o contactar con la madre de su empleador.

Los primeros días él pidió a la empleada que se tumbara en el sofá y comenzó a darle un masaje en la espalda y en un momento determinado metió las manos por los costados, tocando en el pecho a la joven, a pesar de las indicaciones de ellas para que parara.

En días sucesivos, y con la excusa de practicar un masaje, el acusado pidió a la joven que se colocara sobre la cama para que fuera más cómodo. Cuando ella estaba boca abajo, le subió la camiseta por encima de la cabeza sin llegar a quitársela y, desabrochándole el sujetador, se sentó a horcajadas sobre los glúteos de la empleada. Le echó aceite o crema en la espalda y comenzó a manosearla, primero con tocamientos entre la nuca y la zona lumbar para seguidamente tocarle en los glúteos y los genitales y en los pechos por los costados. Ella notó la excitación del acusado, que tuvo una erección, mientras la tocaba y frotaba el pene contra sus glúteos.

En los primeros días él estaba vestido, pero posteriormente se bajó los pantalones, y en una ocasión le vio con un preservativo en la mano. Le pidió que le hiciera una felación, a lo que la víctima se negó, y entonces él se colocó el preservativo en el pene y atrajo la mano de la joven para que lo agarrara y le masturbara, lo que así hizo, sin que llegara a eyacular.

En todas las ocasiones en las que la joven acudió a esa vivienda el condenado le pagó, y cuando se negaba a que él la tocara, el acusado le decía que le aumentaba el dinero que la iba a pagar. Las situación se mantuvo ante la necesidad económica de la víctima, hasta que finalmente dejó de acudir al inmueble.

Una situación similar es la que padecería otra joven que acudió al reclamo de su oferta y que el 12 de septiembre de 2022, en una cita concretada en la vivienda molinera de él, fue invitada a que se quitara la ropa para ser objeto de un masaje que comenzó en los glúteos y continuó entre las piernas, llegando a tocarla el exterior de los genitales al meter la mano por el interior de las bragas.

La joven, al estar solos en la casa y dado que ésta se hallaba aislada, no se atrevió a decir nada o empujar a la acusado por temor a la reacción que éste pudiera tener. Recibió 40 euros y abandonó finalmente la casa, aunque más tarde, tras contar lo ocurrido a sus familiares, optó por acudir a comisaría y denunciar los hechos.