Pasión coral

A. G. Mozo
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La música es su vida, aunque ninguno de los miembros del Coro de Santa Cecilia viva de ella. Al fundir sus 48 voces en el aire, la magia fluye a través de una atmósfera que hasta les «cuesta describir»

Cuando Lourdes se cala sus gafas y toma la partitura, un escalofrío de emoción recorre su cuerpo. María Ángeles usa la música como vía de escape desde que, hace once años, se apuntó a su primera coral. Dory lleva cantando desde los nueve y no cambia por nada esa sensación de libertad que le reporta, como Pepa, que reconoce que le lleva a alcanzar un bienestar que no logra con nada más en la vida. Para Pilar, una de las quince sopranos del Coro de Santa Cecilia, con la música se va más allá, porque «estimula la sensibilidad y se adentra en el mundo de las emociones». 

Hablan de bienestar, libertad y pasión. Hablan de sentimientos. Hablan de una afición convertida en un estilo de vida, de la que no solo disfrutan durante alguno de sus conciertos, sino también en el día a día del ensayo dentro de un grupo coral. «Compartes vivencias y te sientes parte de un grupo de personas conectadas por el deseo de hacer música y de transmitir una ilusión, a la vez que disfrutamos y recibimos la recompensa del que escucha», reflexiona Pilar. «La voz es mi instrumento más personal e íntimo y cuando se junta con los instrumentos de otras personas, da a los demás algo tan bonito como es la música; sin barreras ni idiomas, universal», explica Dory, otra de las soprano.

Ángeles también es soprano, aunque apenas lleve una década haciendo realidad su afición más íntima: «La música me permite no pensar nada. Cuando ensayo o canto estoy tan concentrada que los problemas se quedan fuera. Si sonamos bien yo me siento con un bienestar que cuesta describir».

En el Coro de Santa Cecilia las sopranos son la mayoría, puesto que hay dieciséis, por los quince contraltos, los seis tenores y los once barítonos y bajos. La música que consiguen entrelazando sus voces casi se vuelve magia, cuando se sienten «parte del sonido», tal como recuerda esta soprano que, como la mayoría, tiene grabado a fuego el día que cantaron en la Iglesia Catedral de Valladolid, con motivo del concierto de Navidad: «Solo por ese día merece la pena ensayar todo el año», comenta la soprano Dory, a quien también le emociona «el primer día de cada curso musical, con el saludo cálido y sincero de los compañeros».

«Resulta muy curioso descubrir que, en ocasiones, aún pasando tanto tiempo juntos, la realidad es que nos conocemos muy poco», tal como apunta Víctor Galván Frutos, el director de este coro que lleva todo el año con los actos por su 60 aniversario y que el fin de semana pondrá la guinda al pastel de estas seis décadas de pasión coral, con un doble concierto en Italia: en la basílica de Asís (el domingo día 28) y en la de los Doce Apóstoles, de Roma (el lunes 29). «Como lo que nos gusta es cantar, solemos ser bastantes selectivos con dónde damos conciertos, pero todo este año hemos tenido una actividad frenética, pues cerraremos 2018 habiendo dado una treintena de conciertos», admite su presidente, Pedro Hierro. A los dos de Italia les seguirá el 25 de noviembre uno en la iglesia de San Andrés y otro el 14 de diciembre en la de San Felipe Neri (con la Coral Vallisoletana).

El histórico grupo celebra su 60 cumpleaños con 48 coristas que, en su mayoría se mueven en la franja de los 60 años, si bien «hay gente con 36 y con 70», tal y como detalla Hierro, quien destaca que la mayor parte de los miembros ya lleva unos quince años en el Santa Cecilia. «Algunos reconocen haber sido ‘engañados’, otros tenían claro que deseaban cantar, otros llegan de tocar en bandas de música o de haber pertenecido a este mundo en algún momento de su vida, si bien, en muchos casos, el coro ha sido su primer y único contacto con la música, pero enamorarse de ella e interpretarla es llenarse de ilusión en casa ensayo», enfatiza el director del coro, quien explica que «el único perfil que existe en el coro es el de ser amante de la música».

Sí son mayoría las mujeres, en una proporción que el presidente del Coro de Santa Cecilia sitúa en el 65%: «A los hombres parece que nos cuesta más comprometernos con la rutina de los ensayos y tener que dedicarle horas a los temas en casa, al margen de los ensayos», apostilla Pedro Hierro, uno de los seis tenores.

«Hace ocho años que María Ángeles se apuntó al coro junto a su marido y otras dos parejas tras tres años en la de La Cistérniga, pero dice que siempre le gustó la música, aunque nunca haya tenido «tiempo» hasta ahora para dedicarse a ello. Algo parecido le pasaba a Pilar, una soprano que confiesa que ella se apuntó porque «sentía la necesidad de retomar la música tras «tener resueltas la vida profesional y  familiar»: «Yo había estudiado solfeo, piano, conjunto coral... en el conservatorio, pero cuando era niña y joven. Ahora ya era momento de volver a cultivar esta devoción, pues yo vengo de una familia muy musical, con miembros que tocan, que cantan... y eso pues me estimuló también a regresar», confiesa.

Dory, por su parte, empezó a los nueve años en el coro del colegio, a los 16 estaba en un grupo que era «mezcla de un coro parroquial y uno de folk», mientras que no fue hasta los 45 años cuando saltó a la polifonía, una etapa en la que doce sentirse «como pez en el agua».

«acción terapéutica». Pepa es una de las contraltos y una de las vehementes con el papel que tiene la música en la vida de las personas: «Se experimenta una sensación de bienestar única. Y hay estudios que dicen que al cantar liberamos endorfinas, lo mismo que al hacer ejercicio físico. Se sabe que música y canto tienen también una acción terapéutica ante la depresión, la ansiedad... La buena energía que transmite hace mejorar el sistema autoinmune, se hace más fuerte ante las adversidades».