La aventurera de Aldeamayor de San Martín

Javier M. Faya
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Sara González ha dado clases de español durante año y medio en rincones tan remotos como Isla Reunión o Guayana Francesa, y el próximo martes partirá hacia Togo por ocho meses

La profesora de español, en la plaza de España de Valladolid. - Foto: J. Tajes

Si Phileas Fogg tardó 79 días en dar la vuelta al mundo, Sara González Ballesteros puede que lo haga en un par de años. Y es que esta chica menuda de 24 de Aldeamayor de San Martín ha recorrido decenas de miles de kilómetros desde que se abrieran las fronteras con el fin de la pandemia. Muchos tenían ganas de viajar, pero en su caso... Asiente con una tímida sonrisa mientras se balancea el septum de su nariz. Quizás sea la encarnación de ese personaje de la serie infantil de principios del milenio 'Dora la exploradora', que asegura haber visto. Como a Willy Fog. 

Lo cierto es que fue sacarse la carrera de traducción e interpretación en Granada en octubre de 2021 y lanzarse a la aventura. Pero todo tiene un porqué, la vocación no surge de la nada. «Yo he vivido siempre en un pueblo muy pequeño y nunca viajé al extranjero de niña. Me gustaban mucho los animales y siempre decía que me iba a ir a estudiar Biología a Australia o cosas así. Creo que por los documentales de La 2 que ponían a la hora de la siesta. Con 15 años fui a Irlanda a un campamento de inglés, y me gustó tanto que decidí estudiar idiomas para viajar», confiesa risueña esta fiel seguidora de Jesús Calleja y el programa 'Españoles por el mundo'. 

Y precisamente es la lengua de Cervantes (aparte, domina el inglés y el francés, 'balbucea' el portugués y tiró la toalla con el alemán) la que le está permitiendo acumular leguas, pues va enlazando programas de auxiliares de conversación. Así, su primer destino, de ocho meses, fue la isla de Reunión, al este de Madagascar, en pleno Océano Índico, a 9.000 kilómetros largos de su querido pueblo. Allí le esperaban la belleza y el peligro. Por lo general suelen convivir en inquietante armonía, y a eso se ha acostumbrado nuestra amiga. De ello da fe el tatuaje de una raya que allí le hicieron en su brazo izquierdo. 

De la misma manera que pasó miedo en febrero, ante su primer ciclón tropical -dos en un mes, «por el cambio climático»-, quedando confinada en la casa donde se alojaba («Poníamos todos los muebles contra puertas y ventanas para que no pudieran abrirse»), nunca olvidará las Navidades: el volcán Piton de La Fournaise entró en erupción. «Fue el atardecer más espectacular que he visto porque la mezcla de colores que había y la emoción que teníamos por estar allí fue brutal. Meses después, subimos por la noche para ver amanecer en el cráter, y pasó una cosa increíble, ya que estuvo lloviendo parte de la noche y cuando se despejó el cielo, se creó una especie de arco en tonos grises. Luego nos dijeron que era un arco lunar; un arcoíris, pero solo con el reflejo del sol en la luna», comenta con los ojos tan abiertos como brillantes. 

Sin noticias de Dios.

¿Y no viste ahí a Dios? Conozco gente que tuvo experiencias místicas ante semejante ambiente, incluso alguno optó por los hábitos. «Pues ningún dios tuvo el placer de presentarse (risas), pero mira, ese es otro aspecto en el que he aprendido mucho, porque he conocido personas de todas las religiones posibles. Una vez nos invitaron a ver un templo hindú y la ceremonia de la marcha sobre el fuego», confiesa. 

canal saru bouh. Podría hablar horas y horas sobre su estancia en esa isla francesa (le dolió cómo la metrópoli 'pasa' de ella), aunque para eso está su Instagram y su canal de YouTube, Saru Bouh. «No tiene muchos seguidores», lamenta. Sobre todo si los comparamos con los que sale gente comiendo hamburguesas o explotándose granos. 

Y cuando ya parecía que le tocaba hacer las maletas rumbo a Villanubla, le ofrecieron otros ocho meses en... ¡La Guayana Francesa! 12.729 kilómetros se tuvo que hacer. De allí viajó a Brasil, Martinica, Dominica, Surinam y Cuba: «Las últimas semanas en Guayana, unas amigas y yo fuimos a un pueblo indígena de la frontera con Surinam, Awala Yalimapo. Nos dijeron que allí era probable ver tortugas poniendo huevos. Una familia nos avisó que las de la especie laúd (las más grandes del planeta, de 600 kilos y 2,5 metros) aún no habían empezado a aparecer. Nos quedamos despiertas toda la noche y solo nosotras vimos a la primera del año llegar y poner sus huevos. Fue espectacular pensar que había dado la vuelta al mundo». Sara está en ello. 

No piensa, como la inmensa mayoría de chicas de su edad, en fiestas, chicos... Y ya a medio plazo, en pareja, niños, trabajo fijo, hipoteca a interés variable, coche eléctrico, pero sí viajando, y viajando, y viajando... En poco más de dos semanas le espera Togo. Otros ocho meses. El mundo se le empieza a hacer pequeño.