Una fórmula sencilla y exitosa desde 1967

M.B.
-

La Mejillonera es historia de la hostelería local, con sus mejillones, sus patatas bravas y sus calamares

Alfonso lleva 32 años en La Mejillonera. - Foto: Jonathan Tajes

«¡Al fondo hay sitio!». Esa frase es posiblemente la que más veces han escuchado los vallisoletanos en un bar. Y sin el posiblemente. La acuñó Jesús, uno de esos camareros de toda la vida, que el año pasado se jubiló tras una vida detrás de la barra. En este caso de la barra de La Mejillonera, uno de los locales clásicos de la hostelería local, con una fórmula sencilla pero exitosa desde que Javier González Abadía se decidiese a abrir su primer negocio en su Zaragoza. Era 1967 y poco podía imaginar que esa idea, que arrancó con poco dinero y algún préstamo bancario, siguiese funcionando 56 años después. 

La Mejillonera ha cambiado poco desde entonces. O mucho, porque ha crecido en cuando a locales, capacidad... «Mi padre es de Alfajarín, a 10 kilómetros de Zaragoza; empezó a trabajar en hostelería muy joven con su padre, en el bar Javier, en el barrio de Las Fuentes. Pero siempre ha sido muy inquieto y pronto salió de allí para formarse en hoteles... hasta que cogiendo varias ideas abrió la primera 'La Mejillonera'», recuerda uno de los tres hijos que está al frente del negocio ahora, José Manuel. 

Lo hizo con tres productos, mejillones, patatas bravas y ensaladilla rusa... sin cafetera y con cerveza, vino y martini como únicas bebidas con alcohol: «Así empezó y así casi seguimos, con ligeros cambios». Uno de ellos, con el paso de los años, fue sustituir la ensaladilla rusa por los calamares. El resto, se mantiene.

Una ración de patatas bravas en La Mejillonera.Una ración de patatas bravas en La Mejillonera. - Foto: Jonathan TajesA principios de los años 70, de esa constante inquietud, nació una alianza que hoy perdura. Con un amigo de la mili hablaron de abrir otro local en alguna ciudad cercana: «Buscaron donde y lo hicieron en Valladolid, Bilbao, Vitoria, Santander, San Sebastián, Cartagena, Murcia, Pamplona, Logroño...». Se desplazaban con el coche de una ciudad a otra, casi llevando el libro de contabilidad en el maletero. En Valladolid se quedó Javier, donde hoy siguen al frente de Las Mejilloneras (cuentan con tres locales) sus hijos, Javier, Antonio y José Manuel. Forman el Grupo Mejillonera, que también dirige los locales de Burgos y Zaragoza. En Pamplona,San Sebastián y Logroño está la familia Escudé, la del amigo de la mili: «Mucha gente nos habla de hacer franquicia, pero esto es un negocio familiar. De dos familias que somos eso, familia».

De los tres locales en Valladolid, el más antiguo está en la calle Pasión, 5-7, casi enfrente de donde se abrió el primero en los años 60. El actual data de 1982 y, aunque estuvo cerrado, sigue a pleno funcionamiento. Cuentan con otro en el centro comercial Río Shopping desde 2017 y con un tercero, en Héroes  de Alcántara, 8, desde 2018: «Este fue idea de nuestro padre, que pensó que cada vez iba a ser más necesario tener capacidad en mesas, por encima de barra». Aquí tienen para 200 clientes.

La Mejillonera abre todos los días de la semana a las 12.00 y ya tiene sus primeros clientes nada más subir la verja. Al mediodía cierra a las 16.00 para abrir de nuevo a las 18.30 hasta las 23.00 (00.00 fines de semana y festivos). Cuenta con cinco clases de mejillones (por 5,10 euros), a la escocesa, al vapor y marinera, calientes, y a la vinagreta o con mahonesa, fríos; con calamares bravos, con o sin picante; con chipirones fritos (que realmente es el calamar patagónico); con croquetas de mejillón y con sus clásicas patatas bravas. «Todo se hace aquí. Los mejillones son frescos y llegan directamente de las Rías Bajas (gastan 100 toneladas al año entre todos los locales); las patatas de la zona y se chascan cada mañana... también la salsa». De hecho, la de las patatas bravas es la joya de la corona y por la que pregunta todo el mundo: «Hasta Arzak venía a nuestro local en SanSebastián para ver si daba con los ingredientes... y no lo hizo».

Decorado igual que en sus inicios (con remodelaciones), siempre hay un sitio al fondo.