Algo más que unas bocas que alimentar

Javier M. Faya
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Detrás de las personas que reciben ayudas de primerísima necesidad hay historias muy duras de lucha y superación en las que siempre subyace la intención de 'volar' y no depender de las prestaciones

Un voluntario observa a usuarios del programa de ayuda a personas en situación de extrema vulnerabilidad. - Foto: J. Tajes

Dicen que donde hay una herida hay que poner una venda. Pero eso no es suficiente. Insiste el párroco de santo Toribio, Antonio Verdugo, en que no se puede caer en el puro asistencialismo cuando hablamos de las ayudas urgentes de primera necesidad. Allí presta ayuda a unas 200 personas. A muchísimas más atienden Cáritas, donde colabora el sacerdote, y Cruz Roja, pero en todas subyace ese espíritu, pues la idea es que todos los receptores de las prestaciones puedan 'volar' algún día. 

Esa esperanza la comparten en Cruz Roja Hugo y Sandra, un matrimonio colombiano que lleva tres años en España -dos en Valladolid- y tiene dos hijos de 17 y 13. Se remiten a un dicho de su país:ni un paso atrás ni para coger impulso. Aprovecha él para dar un consejo a compatriotas como María Elena y su hermana, embarazada de siete meses, con una niña de tres años y un marido que, ocasionalmente, trabaja; todos sin papeles, sin prestaciones y desesperados: hay que pedir orientación. «Que a nadie le dé vergüenza contar lo que le pasa», comenta él, que aplaude a su mujer por saber «moverse». De hecho, consiguió el bono energético. «Gracias a Dios hay ayudas y hemos dado con buenas personas», señala Sandra, que comenta que su marido trabaja en paquetería y ella sabe cuidar ancianos.   

Viuda, con cuatro hijos, Sohir, argelina de 38 años, lleva dos carros y varias bolsas (había cerdo en una y tres de sus hijos lo comen por necesidad). Desde agosto recibe ayudas. Hoy no le ha tocado una tarjeta de 80 euros de una cadena de supermercados. Le acompaña su padre, Mustapha, y su hermana, Saadia, que tiene un niño y espera otro. Irá a santo Toribio, un crisol de culturas y necesidades -y esperanza- donde Antonio ayuda a todo el que llama a su puerta. Como dice Sandra, «que Dios bendiga esta tierra, que nos ha dado muchas oportunidades. El que es agradecido es doblemente bendecido».