Solidaridad vallisoletana en Turquía

R.G.R
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La radióloga Malena Villacastín, de 42 años, estuvo durante quince días en Alejadreta (Turquía) con un programa de ayuda internacional para ayudar a los habitantes más afectados por el terrible terremoto

Manela Villacastín, junto a una de las tiendas de campaña que formaban el campamento de ayuda humanitaria en Alejandreta (Turquía).

Te llevas mucho más de lo que dejas allí. Es una experiencia que repetiré, seguro». Malena Villacastín nació en el pueblo abulense de Pedro Bernardo, aunque lleva muchos años residiendo en Valladolid. Tiene 42 años y trabaja como radióloga en el Hospital Pío del Río Hortega. Siempre ha tenido clara la necesidad de prestar solidaridad en los lugares más necesitados y, por eso, antes de la aparición de la pandemia realizó su inscripción para entrar a formar parte de la Agencia Española de Cooperación Internacional (Aecid). 

En febrero de 2022 viajó hasta la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz para hacer prácticas de ayuda internacional y también pasó un examen de nivel de idioma y formación. «Es como una especie de concurso para obtener la plaza». Este año, el sur de Turquía  y el noroeste de Siria fueron afectados durante la madrugada del 6 de febrero por un terremoto de magnitud 7,7 en la escala de Richter. Se trató del terremoto más intenso registrado en Turquía desde 1939.

Malena Villacastín no se lo pensó y se puso a disposición de la Agencia Española de Cooperación Internacional para viajar en las misiones de ayuda humanitaria. Recuerda que se organizó la ayuda en tres grupos, que permanecían en el terreno durante dos semanas. A ella le tocó viajar en el tercero, en  el que la mayoría de los integrantes era vallisoletano. Dejó de forma momentánea su trabajo en el centro hospitalario de Valladolid y viajó hasta la ciudad turca de Alejandreta, donde estaba ubicado el hospital de campaña para atender a las personas más afectadas por los terribles efectos provocados por los movimientos de tierra. 

Entre los tres grupos se atendió a unas 7.500 personas, unas 200 diarias. El primero de los tres atendió principalmente patologías relacionadas con el terremoto. El segundo prestó un servicio sanitario, mientras que el tercero tuvo dos fases; una primera más semejante a las labores propias de la atención primaria y una última relacionada con el desmontaje del hospital de campaña como paso previo a la vuelta a España. 

Villacastín reconoce que el trato con los pacientes no fue sencillo en un primer momento. «Es un país donde el inglés no está muy extendido y no nos entendíamos. Teníamos unos traductores de allí para poder hablar». Reconoce que su labor fue más de atención de patologías que en ocasiones no tenían que ver con el terremoto después de los primeros días tras la catástrofe, aunque en algunos casos todavía se encontraba con algunos pacientes en situaciones muy complicadas. «Vimos a una persona mayor que llevaba más de un mes con los hombros rotos, un brote de sarna, gente que necesitaba cuidados con sus patologías crónicas...». Pero la tónica general de la quincena que esta radióloga vallisoletana pasó como voluntaria internacional se basó en atenciones muy semejantes a la Atención Primaria en España. 

Asegura sin ningún género de dudas que se trajo de Turquía mucho más de lo que pudo dejar con su ayuda y resalta el profundo agradecimiento de los pacientes que atendía por el terremoto. 

Relata que los quince días fueron «muy intensos» para todo el colectivo y que, en su caso, no tuvo más remedio que estar disponible  las 24 horas del día al ser la única radióloga del grupo. Una modesta tienda hacía de dormitorio, otra para la ducha y otra como las letrinas, mientras que personas de una organización no gubernamental apoyaban la organización en un campamento simple y sin ningún tipo de lujos. 

Última etapa. 

Las condiciones del país no aconsejaban la salido de los miembros de la ayuda internacional del campamento y solo en el momento de coger un autobús para reemprender la vuelta a casa pudieron ver la desolación que había ocasionado el terremoto. «Esta fue la segunda parte de la estancia en Turquía, el momento de recoger el hospital. Fue difícil porque se montó por un grupo de personas mayor que el que estábamos en el momento de irnos».

«Cuando nos fuimos lo hicimos tristes por el hecho de irnos, pero también con la tranquilidad de saber que el país ya se había reorganizado y su sistema sanitario estaba funcionando de nuevo», apunta con la tranquilidad del deber cumplido. 

Para Malena ha sido la primera vez en una misión humanitaria más allá de una ocasión en la que participó en una actividad en Tarifa (Cádiz), pero se muestra convencida de que no será la última. Pretende repetir entre otros factores por la inmensa satisfacción de ayudar a las personas que más lo necesitan. Al menos así, la solidaridad vallisoletana volverá a estar presente allí donde surja la catástrofe.